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miércoles, 11 de enero de 2012

Un abejorro en la colmena y próximas citas literarias


Ahí estamos!
Hace unos días un buen amigo me propuso participar en un concurso de microrrelatos organizado por la Fundación Camilo José Cela       El único requisito era comenzar el relato con la frase que comienza La Colmena: No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante. Pero para que el microrrelato pasara a ser valorado por el jurado del concurso, primero debía ser votado por los internautas y solo los cincuenta primeros, pasarían el corte. Ni mi amigo ni yo pasamos a la gran final pero aquí dejo el microrrelato que escribí. Entiéndase como un humilde micro-homenaje a La Colemna.

 Epitafio
         
      No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante. Doña Rosa va y viene por entre las mesas del Café mientras don Pablo Ochoa intenta escribir algo decente para el próximo concurso literario en el que desea participar. Y realmente su perspectiva es esa, ser reconocido en algún certamen y saber de esta manera que alguien más respalda su escritura. Además, el ambiente que se respira en el Café, invita a que la literatura se siente a la mesa y tome una copa con todos aquellos que desean escribir un pequeño relato o un breve poema. Don Pablo lo sabe y por eso no puede hacerlo en ningún otro lugar que no sea este establecimiento casi esperpéntico, carcomido por los años, pero de una belleza indudable. Y fue así realmente como apuraba sus últimas letras porque, aquella misma tarde, cayó muerto sobre el frío mármol de su mesa. A doña Rosa le dio tanta lástima que, al tener que encargarse ella misma del sepelio por falta de allegados, decidió enterrarlo con el relato inacabado que estaba escribiendo en el momento que murió y de paso emplear como losa, el mármol de la mesa en la que estaba don Pablo.

     Con los años, llegaron tiempos difíciles y doña Rosa no pudo afrontar las reformas que su Café demandaba desde hacía mucho tiempo. Pero entonces recordó a don Pablo y decidió que las nuevas mesas del Café serían viejas lápidas de cementerio.




 Por otro lado, mañana día 12 de enero, a las 19:30, se presentarán los poemarios Estar (Rafael Luna) y El camino de tu nombre (Miguel Ángel Yusta). Estos dos poemarios publicados por Quadrivium serán presentados por los autores, y por los escritores Fernando Sarría y Antón Castro. El acto se celebrará en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés, (Pº Independencia, 11) en Zaragoza

El camino de tu nombre (Miguel Ángel Yusta Ed. Quadrivium)
Estar (Rafael Luna Ed. Quadrivium)

El día 14 de enero, sábado, Luis Larrodera presentará en Madrid Uni-versos para Somalia en un acto solidario que se celebrará en la Sala Clover (C/ Marroquina 38-40; Metro Vinateros) y en los que participarán varios poetas incluidos en el libro y los músicos Ángel Petisme, Pablo Sciuto, Fernando Prieto, Aruna y Zarápolis con alguno más por confirmar.

Nos vemos!
Uni...versos para Somalia





lunes, 26 de diciembre de 2011

La campana de don Jacinto (Relato)


            Extraviado en su propia época se encontraba don Jacinto y según él mismo consideraba, esa era la manera más cruel de estar perdido. Su trabajo también parecía de otro tiempo. Don Jacinto ayudaba al cura de San Miguel durante los oficios religiosos; abría, cerraba y mantenía en orden las dependencias eclesiásticas. Y su obsesión era el campanario de dicha iglesia. En otros tiempos, esa torre mudéjar albergaba la campana de los perdidos que se hacía sonar en las noches de niebla más densa para que los campesinos supieran llegar a la ciudad. Pero aquella legendaria campana, haciendo honor a su nombre, también se perdió y actualmente, en su lugar, don Jacinto es el encargado de accionar un botón para que, desde un campanario vacío, suene la grabación de un alegre repicar cada vez que va a dar comienzo la misa. Cualquier tiempo pasado hubiera sido más agradable para don Jacinto que, a pesar de haber perdido ya toda su fe, en el interior de esa antigua iglesia era donde mejor se encontraba ya que el edificio parecía aislarlo por completo del frenético ritmo que había tomado el mundo, en pleno siglo veintiuno.

Pero extraña fue una noche, silenciosa como ninguna, en la que don Jacinto no podía conciliar el sueño. Desde su humilde habitación alquilada siempre veía la torre de San Miguel pero en aquella madrugada la densa niebla parecía habérsela engullido para siempre. Y fue entonces cuando don Jacinto cayó dormido, o simplemente soñó despierto, que la vieja campana de los perdidos volvió a sonar, pesadamente desde la incógnita, como si la noche hubiera desplazado para siempre al mundo.

A la mañana siguiente, los periódicos locales hablaban de un extraño suceso en el campanario de San Miguel donde, desde el vacío de su torreón, parecía haber sonado una antigua campana. Y así fue, en realidad, que la gran campana regresó de alguna época sumida en la niebla y volvió a tocar, por última vez, para que aquel hombre perdido encontrara el camino hacia su tiempo ideal. Don Jacinto nunca más volvió a trabajar en San Miguel, al menos no en la actualidad, donde fue declarada para siempre su extraña desaparición.

martes, 20 de diciembre de 2011

Un par de microrrelatos

Gaudí

Bajo el tranvía yacían las ropas harapientas de un mendigo y quebrado en el suelo, su cuerpo inerte. La muchedumbre que se acercó hasta el lugar del accidente emitió todo tipo de comentarios pero, lamentablemente, nadie advirtió que la catedral más hermosa de aquella ciudad quedaría para siempre incompleta.



Sucesos marítimos

El capitán del barco estaba muy contrariado. Ni se encontraban en el triángulo de las Bermudas, ni en esa zona del océano había acontecido nunca suceso extraño alguno, pero lo cierto era que una barrera invisible les impedía seguir avanzando. Afortunadamente, al niño que observaba la escena se le cayó la botella y el barquito, finalmente, quedó libre para seguir tranquilamente su travesía.



Este último micro ("Sucesos marítimos") lo escribí después de leer El planeta encerrado de Roberto Malo.

martes, 15 de noviembre de 2011

Entrega de premios "Raíces de papel" 2011


El próximo viernes 18 de noviembre, a las 18:30 en la Cultural Telefónica de Madrid (Plaza Cristino Martos) se entregarán los premios literarios otorgados por la plataforma cultural Raíces de papel y se presentará la Antología poética Raíces de papel (Ed. Cardeñoso 2011) reseñada aquí en el diario Hoy por Manuel Pellecín, miembro de la Real Academia de Extremadura.Se presentarán los libros Deseos humanos (Ed. Cardeñoso 2011), microrrelatos de cine y Por el envés del tiempo (Ed. Cardeñoso 2011) de Raquel Vázquez, ganadora del primer premio de poesía.


Agradezco a Juan Calderón Matador y a Javier Bueno su constante promoción de la creación literaria tanto con estos premios como con la revista digital en la que tengo el placer de participar. También agradezco al jurado que hayan elegido mi relato Deseos humanos como el ganador del II Certamen de Microrrelatos de cine Arvikis-Dragonfly 2011. Este relato quiero compartirlo con todos vosotros, cinéfilos:

Deseos humanos

Don Ambrosio Vidal Romero, natural de Madrid, es un señor mayor siempre vestido con traje gris que, en el metro, cede su asiento a las señoras porque es todo un caballero. Cada mañana toma un cafelito en Vergara y cada tarde una copita en el Gijón, antes de quedar con su amada Gloria. Después, cuenta la gente, que se le ve deambular siempre por las mismas calles, en soledad, y que termina sentándose todos los días en un banco frente al antiguo cine Salamanca, hoy desaparecido.


Su amigo Pedro, cansado de murmuraciones, se dispuso a hablar con él. Ambrosio insistió en que Gloria, más tarde o más temprano, habría de acudir a la cita, pues hacía ya unos años que habían quedado en verse allí todas las tardes.


Pasados unos meses don Ambrosio murió pero, un día después de su fallecimiento, Pedro recibió una carta suya. En su interior había un poema de amor dedicado a Gloria, un antiguo ticket del cine Salamanca para ver la película Deseos humanos y na foto dedicada de la actriz Gloria Grahame.


Pedro sonrió melancólico, levantó la vista al cielo y exclamó: Amigo, ahora debes estar en la Gloria.

*********

En el libro Deseos humanos, que se podrá adquirir el día 18 al igual que Por el envés del tiempo y la Antología poética Raíces de papel, en la presentación, consta de 51 relatos breves cinéfilos seleccionados para publicación, entre los que se encuentra mi amigo Roberto Malo con su relato ¿El futuro está en 3D?. La portada de Deseos humanos cuenta con la participación de Antonio Callau y su retrato de Gloria Grahame:
Retrato a lápiz de Gloria Grahame (Autor: Antonio Callau)

martes, 25 de octubre de 2011

Recital de Narrativa, día 28. Recital de poesía, día 29


El día 28 de octubre, próximo viernes, a las 21:30 comienza el ciclo de Relatos breves en el Interferencias (C/ Jacinto Benavente, 11 Este ciclo está organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores, presentado por Fran Picón y coordinado por Pilar Aguarón y Anabel Consejo. Participaremos en esta apertura de ciclo Roberto Malo, Inmaculada Marqueta, Eugenio Mateo, Angélica Morales y un servidor. Os esperamos!




El diablo viaja en autobús


El aullido de nuestra sirena rebotaba entre los edificios y las ráfagas del rotativo azul otorgaban a cada calle atravesada un fugaz resplandor neón que vestía de gala a toda la ciudad. Juan, a mi lado, como en cada emergencia, resoplaba pero conducía rápido, directo y seguro, esquivando la circulación. Los vehículos se apartaban a nuestro paso, como las aguas ante Moisés y es que cada segundo es un agónico suspiro donde la víctima de un navajazo, durante un atraco, puede perder la vida. Pero, en una calle estrecha y cercana al suceso, un viejo y gordo autobús decidió ser el protagonista no invitado. Divisó nuestras luces, escuchó el grito agudo de nuestra sirena y sin embargo, permaneció inmóvil en mitad de la calzada. Aquel vehículo era una enorme mole siniestra, de un rojo desvaído, envejecido por el paso del tiempo. Al instante, sus cristales tintados y la ausencia de numeración ya no dejaron resquicio a las dudas. No se trataba de una autobús de línea. En algún tiempo pudo haberlo sido pero no ahora. Sin dudarlo, Juan bajó del auto para obligar al supuesto conductor a mover el autobús. Justo cuando alcanzó la ventanilla, el maligno vehículo estalló en mil pedazos acabando, al momento, con la vida de mi compañero. La víctima del atraco que debíamos auxiliar, murió antes de ser atendida y yo hoy, desde mis tinieblas, solo puedo ver el fuego, las llamas, la muerte y el  estallido de aquel autobús, antes de que las sombras me envolvieran para siempre. Desde entonces nunca he olvidado que el diablo, una vez, viajó en autobús.


El día 29, sábado, en la localidad de Trasmoz se celebra la noche Luz de las ánimas 2011, donde se celebran diversos actos para preparar la noche de difuntos. Entre estos actos está el recital de poesía a partir de la medianoche en el que tendré el placer de formar parte. Gracias a Rafael Luna por su organización y por invitarme a tan hermoso evento.

jueves, 13 de octubre de 2011

Kilómetro 124


Ya las montañas no recortaban su grotesco perfil en el caótico entretejido nocturno que caía sobre el kilómetro 124, en la carretera de Monrepós. Bajo la tibia luz de una luna llena de tristeza, al ritmo fúnebre y monótono del lejano sonido de algún ave nocturna, Álvaro Ramírez Yáñez seguía aferrándose al pasado, precisamente, para librarse de él. El rostro desencajado por un esfuerzo sobrehumano, las manos a cada momento más fuertes; entre ellas, su presa, intentando en vano capturar una brizna del escaso viento en una noche tan quieta. Dicen que una orquídea, a pesar de parecer demasiado humana, no deja sentir ningún latido al ser apalstada. Sin embargo, entre las manos de Álvaro, los latidos de Laura, aunque más intensos, iban disminuyendo al ritmo que la vida se convertía en un fino hilo que escapaba por una mueca terrible. Álvaro no quería mirar el rostro agonizante de su amada víctima, prefería recordarla más bella mientras seguía apretando, cada vez un poco más fuerte, hasta escuchar ese ansiado chasquido que anunciaría la ruptura de la tráquea. Laura ya era un pez fuera del agua, boqueando y haciendo aspavientos sin senido con brazos y piernas hasta que, al fin, la quietud, los labios subidos de tono y los ojos que observan como sólo observan los muertos, dejaron claro que Álvaro debía soltar el cuello de su víctima. Era su primer asesinato. Separó las manos del cuello y el cuerpo de Laura se desplomó en el suelo dejando al descubierto sus preciosos muslos y el comienzo, un poco más arriba, de ese tanga rosa que tantas veces había retirado. Buñuel tenía razón -pensó Álvaro- la muerte es bella. Para advertirlo sólo había que observar el cuerpo inerte de Laura. Ante ella, Álvaro se agachó para embriagarse por última vez del perfume siempre húmedo en sus cabellos. Besó su cuello, que aún conservaba la huella de sus dedos y después rasgó el vestido para dejar al descubierto sus espléndidos, inhiestos y endurecidos senos. No pudo resistir la tentación y los mordió por última vez, a modo de despedida. Seguro que Laura, después de todo, había disfrutado del momento. Siempre había preferido el sexo violento. Cuanto más duro, mejor, solía decir. Así que Álvaro sentía que había cumplido uno de sus deseos más bajos, aunque con ello hubiera acabado también con su vida. Después de observar el cadáver poco más de media hora, terminó introduciendo el cuerpo en el maletero de su coche y a varios kilómetros del lugar, en un anónimo descampado, le prendió fuego.

Se cumplía un año del asesinato de Laura, en el kilómetro 124 de la carretera de Monrepós. Al pie de la misma cuneta en la que fue estrangulada, un camionero que intentaba descansar sus horas necesarias, creyó ver repentinamente cómo la luna se avalanzaba sobre él; al mismo tiempo, un deportivo rojo perdió el control, pasó fugaz por su lado y cayó terraplén abajo. Con el coche destrozado en el abismo, el camionero pudo observar que la supuesta luna ascendía de nuevo al cielo pero, esta vez, convertida en una sombra blanca con silueta de mujer. A la mañana siguiente los periódicos identificaban a Álvaro Ramírez Yáñez como la única víctima de un accidente de tráfico en el kilómetro 124 de la carretera hacia Monrepós. Días más tarde, el testimonio de un camionero anónimo, resucitó el antiguo misterio conocido como la mujer de la curva.

viernes, 30 de septiembre de 2011

El planeta de las cápsulas (Microrrelato cinéfilo)

Adorada y vieja cafetera...

Una multitud de cápsulas multicolor rodean al último grano de café que, de rodillas y exacerbado, grita ante una vieja cafetera medio enterrada en la arena: "¡Maniáticos, sois unos maniáticos!"

FIN


Reflexión post-relato:


Sí, amigos. El mundo es diferente a las siete de la mañana, contemplado desde una máquina de café. Esos polvillos de capuchino, café con leche, chocolate, té e incluso caldo, guardan en su interior algo de sub-infierno. Nadie toma café ya como antes. Como dice un buen amigo mío, el mundo está obsesionado por las prisas y el café también es víctima de ese gusto por la rapidez. De hecho, esto ha sido un microrrelato, porque tenía mucha prisa. Ya nadie calienta café en el fuego, ya no huelen las casas a café recién hecho ni sale humo de las cafeteras. Ahora solo hay cápsulas y trenexpressos. Sí amigos, a las siete de la mañana, ante una fría máquina de café, el mundo adquiere un abismo extraterrestre si de fondo suena, en el hilo musical del trabajo, la banda sonora de "El planeta de los simios".

lunes, 5 de septiembre de 2011

La grandeza de una miniatura (Relato)



Cuando el sol parece derramarse por todo el cielo, en esa precisa hora en que todas las conversaciones del mundo caen en silencio, para contemplar un nuevo atardecer como si fuera el último, el ocaso atrapó también el semblante de Pablo. Lo vi en sus ojos. Embutido frente a mí, sentado a la mesa de mi despacho, nunca lo había visto tan hundido, tan insignificante. Realmente era un hombre derrotado. Tal era su lealtad, tan acusada su empatía, que al haberme apabullado con todas aquellas nefastas noticias, en lugar de quedar aliviado, su aspecto se tornó tan apesadumbrado que me sentí el hombre más ruin de este mundo. Si hubiera podido, en aquel instante, le hubiera entregado cualquier cosa que necesitara, pero lo malo es que ya no me quedaba nada para poder dar. De tal manera, sintiéndolo mucho, me despedí de él y su figura desapareció con las últimas notas de color que interpretó el atardecer.

Las sombras me abrazaron y quedé solo, en silencio, en ese gran caserón que al día siguiente ya no sería de mi propiedad. Por las paredes parecían entonces desparramarse los primeros besos de mi amada, sus te quiero incomparables y aquellos nomeolvides recién regados, justo antes de olvidarnos. Dentro de una vieja televisión apagada, en algún rincón de su armazón, se reproducía el recuerdo de los fotogramas eternos, para siempre en mi memoria, de todas aquellas películas que veíamos juntos, cada noche después de cenar. En las esquinas del largo pasillo que conduce a la sala, aún tropezaba el recuerdo de los primeros pasos que dieron por él mis hijos y de aquella última fiesta de cumpleaños ahora quedaba solo un pequeño hilo de humo, de una vela que tardó demasiado en apagarse. Me pregunto dónde estarán ahora todos ellos, mi mujer, mis hijos; todos olvidados de mí. Seguramente lo merezco pero tan solo quisiera saber cómo reaccionarían ahora que lo he perdido todo y desde la ruina, ya no conozco mi orgullo. Ahora, después de no haber cenado, tampoco me gusta el guión de esta última película que tendré que ver en soledad.
Es muy duro pero así es la realidad. Sacrificas todo por hacer una fortuna y de un día para otro, encuentras la difícil tarea de tener que luchar para sobrevivir. Se acabaron las largas estancias en Montecarlo, los viajes a París o las entrevistas para las revistas importantes. De un plumazo la vida me robó lo que antes me había regalado sin esfuerzo. Ahora solo podré vivir con lo que obtenga en la venta de la última propiedad que me queda. Esta noche promete ser larga y en estas horas es cuando realmente añoro la existencia de alguien que me espere con los brazos abiertos. Pero todo es inútil. Creo que la mejor opción será no despertar mañana.




Efectivamente. El hombre rico, arruinado, había llegado a la conclusión de que, antes de cambiar de vida, era mucho más conveniente abandonar, terminar con la tortura que se avecinaba. Lo tenía todo cuidadosamente preparado. Sobre el escritorio yacía una nota con sus últimas voluntades pues las deudas nuncas las quiso declarar. Para la ocasión vestía un elegante esmóquin y un pañuelo rojo sobresaliendo por el bolsillo. Al menos, se dijo, moriría elegante. Solemnemente y sin titubear abrió el falso fondo del armario e introdujo la combinación de la caja fuerte. Un Astra del 43 esperaba en el interior con el tambor lleno, preparado para las emergencias. Nunca supuso que fuera así la primera situación para utilizarlo. Pero al coger el revólver, en un descuido, tiró al suelo una vieja bolsita que lo acompañaba en ese triste reducto de la caja fuerte. Era un saquito de lana blanco, sucio y bien anudado, que aquel hombre casi había olvidado. Cuidadosamente dejó el revólver en el suelo y abrió la bolsa. En su interior encontró un pequeño coche de miniatura a escala 1:64 con el que, en su infancia, había jugado en innumerables ocasiones. Se trataba del primer coche que obtuvo de la que, con los años, sería una gran colección de miniaturas. Era un pequeño Renault 18 al que casi ya no le quedaba ni rastro de la pintura roja que lo cubría. De rodillas, con aquel juguete entre sus manos, recordó un día en que el mundo era joven y los abrazos de su madre aún conseguían conservar intactos todos los sueños. Su mirada se nubló cuando decidió ponerse en pie, tomar el revólver y dirigirse al escritorio. 


En madrugadas como aquella, las sombras suelen acosar de tal manera que parecen aferrarse al cuello de su víctima hasta ahogarla. En ese momento tan solo hay que buscar un cabo atado a la realidad, un señuelo en nuestra historia que nos deje continuar. Nuestro hombre arruinado rompió en pedazos sus últimas voluntades y destrozó el revólver contra las paredes de su habitación. Al amanecer de aquella siniestra noche, con aquel juguete entre las manos, miró al cielo con una irónica expresión y pensó que sería buena idea poner una de esas películas que tantas veces había disfrutado. Pero tan solo al ver la introducción, después de que salieran las grandes letras del título, detuvo la reproducción. Se levantó del sillón y cogió el pequeño juguete que aquella noche había sido su salvación. Lo situó en un expositor y a sus pies colocó un pequeño cartelito donde se podía leer solo un nombre: Rosebud. Recordó entonces que el cine también era una buena razón para vivir, una constante lección para aprender.

Pues eso, un relato dedicado al cine y a Orson Welles...¿cómo no? Sí, las fotografías son caseras. Ese pequeño Renault 18 reproducción Majorette fue el primer regalo cuando cumplí tres años, en 1984, según me contaron.

The Promise (Bruce Springsteen) Una canción sobre las promesas rotas y las promesas importantes:

lunes, 15 de agosto de 2011

Bajo la lluvia (Relato)

Estatua-fuente en el Paseo de la Constitución de Zaragoza a la que le dediqué este relato

Esta ciudad donde nací no tiene mar y tampoco tiene puerto, sin embargo aquí todos somos marinos expertos; veleros que se pierden en un océano incierto para encallar en inciertas pasiones, ansiones que mueren en ese mar muerto. Algunos son poetas olvidados, otros son profetas exiliados y los que más intentamos pasar abandonados y desapercibidos dejándonos llevar por la corriente. Yo siempre fui barquita a la deriva hasta que una noche estalló una amarga tempestad que me quiso extraviar. Recuerdo un día gris en que el cierzo se detuvo por cortesía para dejar a las plomizas nubes descargar su mortal lluvia de plomo. Yo paseaba con mi chica por la Calle Alfonso cuando estalló la tormenta en su mirada, ese océano que hasta entonces había guiado mi travesía. En ese momento saqué un paraguas del bolsillo bajo el que nos resguardamos pero entonces ella olvidó proteger mi endeble corazón mientras sus frías olas brotaban de su boca y golpeaban sin remedio los arrecifes de sus labios. Así, bajo el paraguas y habiendo llegado al buen puerto de su barrio, me dio lo que ella bautizó “el último beso”. Salió de debajo del paraguas y se desvaneció en la cortina de humo de los coches, de los recuerdos y la lluvia. No recuerdo demasiado del resto de aquella lluviosa noche. Aunque la busqué no encontré luna alguna en el negro satén de la madrugada, tan sólo relucía en el recuerdo de sus pupilas. Recuerdo una botella, una última canción y una barra de bar que hacía las veces de astillero para barcos borrachos como yo. Tambaleándome volví a zarpar por el océano nocturno hacia el negro río que en su murmullo indiscreto parecía cantar su nombre y, como quien busca un lugar para descansar, recuerdo que navegué hacia la otra orilla. Entre las destartaladas casas del arrabal creí encontrarme perdido en ciudad extraña pero fue allí donde en esta misma ciudad de exiliados profetas y olvidados poetas decidí ser un descarriado escultor, forjador de sueños en lugar de palabras. Allí, clavado en mitad de la noche más aciaga, ví brillar la torre de La Seo como un faro en medio del caótico océano y su luz me guió en el viaje de vuelta a casa. A partir de entonces no esculpí nada bueno ni digno de rescatar aquí hasta que un buen día, recordando aquél último diluvio, se me ocurrió representar a dos amantes caminando abrazados bajo un paraguas resguardándose de sus propios peligros. Hoy mi obra está emplazada en un destacado lugar del Paseo de la Constitución y así, cada vez que mi amada lo vea, sabrá que aquél último beso nunca existió; comprenderá que no tengo cincel para esculpir un último momento con ella, que la lluvia borró esa penúltima tormenta que asomó a nuestros labios.

Este relato fue publicado por primera vez en La Biblioteca de Babel y está incluido en Jazzmen (Cartonerita Niña Bonita 2011)

jueves, 4 de agosto de 2011

A la hora del vermut (relato)


A la hora del vermut, el sol de mediodía discurría vivaracho por la plaza de la Catedral y el viento típico de la montaña apaciguaba los primeros calores de agosto de manera envidiable para cualquier animal de ciudad. En la terraza de las bodegas Langa, excelente vinoteca jaquesa, familias enteras bebían vino y reían sin parar mientras los niños correteban, de aquí para allá, sin poder acabarse nunca ese vasito de mosto que nunca pidieron. Yo los observaba, apurando un buchito de buena sidra casera. Esta era la felicidad irreal del verano que, en un próximo invierno, intentará su recuerdo, sin conseguirlo, llenar los bolsillos de unas vidas vacías. La realidad, sin embargo, aunque pareciera ajena no estaba muy lejana a ellos. Justo al lado de la robusta mole de piedra que es la entrada a la románica Catedral de San Pedro de Jaca, un tristísimo violonchelo dejaba escapar de su sarcófago las notas que un músico orondo, de pelo blanco y cara enrojecida por el vodka, hacía brotar a su gusto en boleros especialmente melancólicos rodando por aquel mediodía abrupto. Parecía invisible. La gente paseaba por delante. Algunos, incluso, tarareaban la melodía que ofrecía. Otros golpeaban con el pie y sin querer, el cestillo donde aquel músico sin patria dejaba caer las pocas monedas que había conseguido el día anterior. Yo conocía bien a este hombre. Quizá de cien retazos como este en que, a través de una ventana de bar, veía cómo la vida pasaba por delante de este violonchelista que se empeñaba en detenerla, encerrarla, en la caja de su instrumento. Una vez, lo recuerdo bien, compré unos de sus discos, grabados muy artesanalmente y entonces sus ojos se iluminaron como la nieve en las cumbres cercanas a esta ciudad. Pero hoy ya no hay nieve en las cumbres.

El mediodía llegó a su punto más álgido cuando un grupo folclórico de Puerto Rico, participante en el Festival de los Pirineos, irrumpió con sus cálidos ritmos y su coloridas vestimentas las inmediaciones de la Catedral. La muchedumbre dejó abandonada la terraza del Langa, se agolpó alrededor de los danzantes portorriqueñas, situándose justo delante del vilonchelista callejero que, con expresión seria, apagó el apartato que escupía los acordes de acompañamiento y siguió sentado, esta vez, invisible de verdad y con un instrumento enmudecido apoyado en su hombro. Como un huracán, el grupo de danza y música se marchó por la calle del Obispo arrastrando tras de sí a todo el gentío que, hacía solo unos momentos, tarareaba un bolero sin saber de dónde procedía. En la calle desierta, el violonchelista recogió sus bártulos, su atril y su altavoz. Después se perdió por una calle estrecha. Mientras seguía su marcha con la mirada me preguntaba si él, como yo, había reconocido en los cálidos ritmos de los portorriqueños una de sus viejas composiciones que, hacía mucho tiempo, le había otorgado cierta fama efímera.

jueves, 21 de julio de 2011

JAZZMEN

Amigos blogueros el próximo jueves 28 de julio, a las 20:00, se presentará en la zaragozana librería El pequeño teatro de los libros (C/ Silvestre Pérez, 21) mi colección de doce relatos breves titulada Jazzmen y editada por Cartonerita Niña Bonita. Tengo el inmenso honor de contar con Alfredo Moreno para el evento y con el editor David Giménez. También estará presente el músico "GranBob" (Roberto Artigas) autor del CD cartonero Pedaleando. Es para mí un sueño hecho realidad poder editar una colección de relatos con la editorial Cartonerita Niña Bonita que, por cierto, cumple ya tres años de vida. La idea cartonera surgió en Argentina, cuando la crisis azotaba el país y consistía en crear libros artesanos con materiales reciclados que además fueran asequibles para todo el público, gracias a su política de precios anticrisis. Este espíritu ha sido conservado y trasladado a nuestro país por David Giménez y lo cierto es que esta Cartonerita de Remolinos cada día está creciendo más y más. Formar parte de ella es un auténtico placer. Como aperitivo os dejo unas fotografías de algunos ejemplares de Jazzmen, relatos de crooner:
Con esta entrada me despido hasta dentro de una semana y con uno de los relatos que se incluyen en Jazzmen: A la luz del flexo

Nos vemos!

jueves, 7 de julio de 2011

Segundas partes nunca fueron buenas

Calle San Agustín, Pamplona


Segundas partes, nunca fueron buenas

Eran días sofocantes y tardes tan calientes que la tierra gritaba auxilio y se revelaba en forma de polvareda por todas las calles. En los aledaños de la plaza, los turistas, enrojecidos como sus pañuelos, descansaban en sus radiantes ropas blancas. Todo aquello resultaba demasiado familiar pero la posibilidad de una segunda oportunidad parecía muy tentadora como para ser rechazada. Sus cansados huesos yanquis llegaron hasta el mismo bar que habitaron la última vez. Allí pidió una botella de coñac y aguardó esperanzado en que, esta vez, todo saldría bien. Próximos a su mesa, de nuevo aquella tierna pareja, conversaba nada más que vaguedades. El americano solo era un espectador.

Por ella, los años habían pasado haciendo justicia y aunque los tiempos de juventud eran muy añorados, se podía apreciar la esbelta figura de una señora muy elegante.
-Jake, sabes que te quiero
-Ha sido un encierro espectacular –respondió él con la mirada fija en su vaso medio vacío, intentando desviar el tema de la conversación.
- No cambies de tema, querido. Sabes que siempre debímos volverlo a intentar. Por favor, compréndelo. Guardó silencio, esperando encontrar la mirada compasiva que hacía años había perdido y atacó definitivamente. Por última vez.  ¿Quieres empezar de nuevo conmigo?

Jake apuró el resto de su copa, se levantó y dijo adiós. Salió del bar y desapareció para siempre por la Calle de San Agustín. Brett escondió el rostro entre sus pequeñas manos, suspiró levemente y también desapareció, camino de su habitación, como un sueño que queda incompleto.

El americano quedó solo y pensativo en aquel bar. Comprendió que hay finales que nunca podrán ser felices por muchas veces que se vuelvan a escribir. Finalmente, hastiado ya de tanta amargura, agarró su escopeta y de un tiro se suicidó.

FIN
El pasado sábado, dos de julio, se cumplieron cincuenta años de la muerte de Ernest Hemingway. Este relato está dedicado a esos dos insólitos personajes que Hemingway diseñó para su obra La fiesta, Brett y Jake.

Ernest Hemingway en sanfermínes

martes, 31 de mayo de 2011

Amarga despedida (Relato breve)

Anuncios de gasolina cuando no hay depósitos que llenar, agencias de viaje si necesitas escapar pero desconoces en qué dirección correr, bebidas refrescantes cuando mueres de sed; rebajas mucho más caras que el año anterior, inmobiliarias para corazones vagabundos, potentes micrófonos para aquellos que permanecen mudos, anuncios, más anuncios. Compra y venta, hipotecando una vida entera. Crisis. Creo que el día en que nací mi familia ya estaba en crisis y el mundo olía igual de podrido que este lento anochecer.

Hoy estoy triste. ¿A alguien le interesa?. No, no cuesta dinero llorar. Es mejor aún que el llanto sea en silencio y de madrugada, cuando ya esté lejos de aquí. Sí, se ha marchado. Después de veinte años juntos, compartiéndolo todo, me abandona. La situación era difícil, un duro trance que no pudimos soportar y llegó la inevitable separación. Sin embargo, ahora recuerdo todo lo que pasamos juntos. Con ella comenzaron todos mis sueños, mis proyectos. Crecímos juntos, vivímos noches enteras bajo el plácido manto de las estrellas, escuchando viejas canciones, riendo y soñando. Pero ahora tan solo me queda ese aroma inconfundible que impregnará, quizás ya para siempre, la palma de mis manos. Es fascinante cómo se dejaba, conscientemente, manejar por mis inexpertas manos. Si ella lo hubiera querido, se habría convertido en una fiera indomable y descontrolada pero, por alguna extraña razón, siempre fue dócil conmigo.

Ahora, hace menos de un minuto que salió de esta casa y ya añoro estar con ella. Simplemente, hacía parecer la vida más sencilla, más segura, más cómoda. Sin embargo la veo desaparecer ante mis ojos. Me abandona, mientras la lluvia golpea, incesante, la reluciente chapa azul de mi amada, mi vieja berlina del 78, rumbo al desguace.


Opel Rékord de 1978. Este automóvil, en model lexus y plateado, fue mi compañero de viajes desde mi infancia, el coche de mi abuelo. Hace poco tiempo que se envió al desguace. Este relato es un recuerdo a este coche que tan buenos momentos nos hizo pasar.

lunes, 9 de mayo de 2011

Bolsillos llenos, bolsillos vacíos (Relato)

Una postal del legendario y desaparecido Gran Café Ambos Mundos de Zaragoza
Cuando era un niño, en la Zaragoza de los años veinte, las largas horas de espera que en el salón de casa dedicaba a mi padre, parecían interminables. Después de trabajar siempre solía tomarse un par de copas con sus colegas en el elegante Café Ambos Mundos pero, en ocasiones, se alargaba tanto la sesión que perdía el último tranvía y debía volver a casa caminando. Recuerdo perfectamente que, antes de que apareciera por la puerta, podía adivinar cuándo llegaba por el ruido de las monedas en sus bolsillos. Fascinado por la idea, un día le pregunté por qué llevaba siempre tanta calderilla. Entonces, mi padre me miró muy serio y respondió solemnemente: ‘Hijo, la vida consiste en conseguir cada día más fortuna’.

Al día siguiente, por mi séptimo cumpleaños, me preguntó si ya había aprendido qué era lo más importante en la vida. Respondí exactamente las mismas palabras que él me había enseñado y entonces, exultante de alegría, me dio todo el dinero que llevaba encima. Aquello se convirtió pronto en una costumbre cotidiana, una especie de juego en el que, si yo adivinaba el número de monedas que portaba en los bolsillos, él me las regalaba. Mi padre estaba entusiasmado conmigo y con lo temprano que había aprendido lo que era importante en la vida y lo que significaba ahorrar, pues yo siempre almacenaba todo lo que recaudaba de sus bolsillos.
 Pero al pasar los años vinieron tiempos más aciagos. Mi padre perdió el empleo y la costumbre de tomar un par de copas en el Ambos Mundos fue sustituida por el café amargo de los domingos, después de misa, en un bar llamado Verich, sin copa ni puro. La vida cada vez fue para nosotros más humilde al tiempo que disminuía el sonido de las monedas en los bolsillos de mi padre. Eran realmente tiempos grises donde hablábamos poco y comíamos menos. Al cumplir los once años, en una mañana fría de enero, mi madre abandonó el hogar y mi padre llegó de su nuevo trabajo más apresuradamente que de costumbre. A pesar de las penurias que vivíamos, él siempre había seguido jugando conmigo y si era capaz de adivinar cuántas monedas llevaba, me las seguía regalando. Pero aquella noche, con lágrimas en los ojos, mi padre sacó el forro de sus bolsillos y me dijo con voz temblorosa: ‘Lo siento, hijo. Ya sé que hoy es tu cumpleaños pero, como ves, mis bolsillos están vacíos’. En ese momento, como si recibiera un fogonazo, aprendí de súbito lo que verdaderamente era importante en la vida. Me acerqué a él, lo abracé y le dije: ‘Tus bolsillos pueden estar vacíos pero mi corazón está lleno con todo lo que siempre me has dado’.

 Mi padre nunca entendió cómo un niño de once años le pudo enseñar, en ese instante, lo que significaba en realidad la vida y lo poco que importa, a veces, el dinero.
Relato publicado en Jazzmen

lunes, 21 de febrero de 2011

Relato breve: "El hombre sentado"

EL HOMBRE SENTADO
Estatua de "El hombre sentado" admirando la Torre Nueva de Zaragoza, hoy desaparecida

 No había podido pegar ojo en toda la noche. Todo el tiempo estuve pensando en ella, imaginándola en brazos de otro hombre. Creo que todo empezó recordándola en mis sueños pero hoy su ausencia es tan cruel que ya no me deja ni soñar. Solo tengo que pisar la calle para recordarla, en cada esquina compartida, en cada semáforo con beso incluido, en cada banco del parque. Ella está en cada rincón de esta ciudad y a la vez, demasiado lejos de aquí. 
Pintura de Pablo Gonzalvo de la Torre Nueva hoy desaparecida en Zaragoza
 Después de cruzar la madrugada en vela, decidí bajar a la calle para desayunar en una taberna irlandesa que acababan de inaugurar justo al lado de mi casa. Tras el café, para despejarme, salí a dar un paseo tan largo que la tarde se abalanzó sobre mí sin llegar a darme cuenta. Era una de esas tardes grises de diciembre en las que anochece tan pronto que toda la ciudad parece mimetizarse contigo, en una actitud osadamente camaleónica.  Mis pasos, más o menos certeros, me llevaron hasta un lugar conocido como Plaza de la Torre Nueva donde se eleva la iglesia de San Felipe y a su lado, un monumento a una torre hoy ya inexistente. En su lugar se colocó la figura de un hombre sentado en el suelo, que admira el hueco donde debía estar la torre. Esta figura sedente siempre me ha recordado a mí mismo porque lo único que hace es soñar y admirar el pasado, lo que ya no puede tener. Cuando hoy, de nuevo, me he encontrado en esta plaza he podido comprobar que un viejo camión de reparto se interponía entre el hombre sentado y su objetivo imaginario. Después de esta imagen tan desalentadora fui a cenar algo en uno de esos maravillosos establecimientos de la cercana calle Méndez Núñez. 

Al terminar, volví a la plaza para comprobar que, efectivamente, el camión seguía ahí pero el hombre sentado había desaparecido. Así de triste es esta ciudad al anochecer, pues hasta una estatua puede dejar atrás el pasado, antes que un hombre de carne y hueso. Así de triste es esta ciudad de la que, sin embargo, estoy enamorado porque sé que mis pasos, más o menos desafortunados, caminarán eternamente sus grises calles de trémulos recuerdos.

FIN
Inscripción actual en el suelo de la Plaza San Felipe


 Todas las fotografías que ilustran este breve relato son de Amaya

Hace poco tiempo también dediqué una entrada a esta figura aquí.


Relato publicado en Jazzmen (Cartonerita Niña Bonita. 2011)

jueves, 6 de enero de 2011

La pluma estilográfica (Relato breve)

Espero que los Reyes se hayan portado bien con todos vosotros. Por Zaragoza han pasado y como yo tuve que trabajar durante la noche, he sido de los pocos afortunados que los pudo ver. Si no me creen mírenlos aquí, justo en la Plaza del Pilar. A mí sus majestades me han traído una pluma estilográfica lo cual me ha recordado un relato que escribí hace un tiempo y que es el siguiente.

La pluma estilográfica

Don Pablo Badaguás Nieto, natural de Santa Cruz de la Serós, un pequeño pueblo de la Jacetania en la provincia de Huesca, tuvo en su infancia la inmensa fortuna de poder ir a la escuela. Este suceso era único en el pueblo y muy extraño en una época como aquella en que los curas todavía eran gente respetable y los domingos un día señalado para encontrarse con los vecinos, en misa de doce. El caso es que sus padres habían ganado no sé qué concurso radiofónico y de esta manera Pablito se convirtió en estudiante. Se desplazó a Zaragoza, donde vivía una tía suya bastante adinerada, y allí completó sus estudios primarios con muy buenas calificaciones. Una vez terminados, Pablo volvió a la montaña para ayudar a su padre en las labores del campo y el ganado. Sin embargo aquellos años en la escuela no cayeron en saco roto y en ellos adquirió la pasión por la escritura, la lectura y la gramática. Una vez en Santa Cruz, no podía dejar ni un día de escribir. Pablo llenaba hojas y hojas relatando los sucesos que acontecían en el pueblo, describiendo las maravillas con las que se encontraba en sus paseos campestres o simplemente dedicándose a sus pensamientos. Incluso llegó a escribir un diario que nunca terminó. Pero un día, mientras ojeaba el periódico, Pablo fijó la vista en el rincón de una página donde se anunciaba la organización de un concurso literario para relatos cortos, de ámbito autonómico. Como premio al ganador le obsequiaban con una pluma estilográfica y un diploma en el que le acreditaban como merecedor del primer premio. Pablo siempre había soñado escribir con pluma así que comenzó a diseñar relatos para el concurso. Escribió cuentos ambientados en los rincones de su pueblo, llenos de descripciones sobre la vida en la montaña o mencionando esa perdida y olvidada Iglesia, orgullo de Santa Cruz, que realmente resulta ser toda una joya del Románico más temprano. Envió un relato en cada edición del concurso y nunca resultó ganador hasta que un año, cuando Pablo ya era un anciano, apareció un cartero en Santa Cruz para notificarle que su trabajo había resultado premiado. Para recoger el envío tuvo que trasladarse a la Oficina de Correos de Jaca y una vez allí, con el premio ya entre sus manos, se dirigió a la Cafetería más cercana para desenvolverlo. Dentro del paquete una bellísima pluma negra, acompañada por su correspondiente bote de tinta, le confirmaba que había sido ganador del primer premio. Apresuradamente Pablo abrió un cuaderno en blanco que había comprado especialmente para la ocasión y comenzó a escribir con su pluma. Lamentablemente, al tiempo que estrenaba la pluma, advirtió que éstas no están diseñadas para escritores zurdos ni los premios literarios organizados para un hombre de pueblo como él.

FIN

Relato publicado en Jazzmen (Cartonerita Niña bonita. 2011)

PD: Por cierto que yo también soy zurdo así que, si alguien quiere una pluma...

jueves, 16 de diciembre de 2010

El hombre que odiaba los espejos (Relato breve) + un poema

Ciertamente los espejos son criminales y exactamente esto es lo que estaba pensando Javier al pasar por uno de esos escaparates que mostraban todo aquello que nunca podría comprar. Javier odiaba su reflejo porque en él veía todos sus fallos, todas sus mediocridades. Siempre que había tenido una ilusión en su vida, a la vuelta de la esquina, esperaba incondicional la bofetada del fracaso; cada vez que algo de luz había iluminado su oscura existencia, algún suceso irreparable volvía a velar la débil bombilla.

Con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en esa tarde, como en un tren que no cesa, Javier caminaba sin rumbo bajo la lluvia hasta que, en la calle que habitaba, vio anunciada un nueva exposición del Museo de Arte Contemporáneo. Javier era pintor en sus ratos libres y aunque nunca había vendido un cuadro siempre que podía acudía a exposiciones y eventos relacionados con la pintura. La de aquella tarde comenzaba con unos retratos y unos paisajes urbanos hiperrrealistas pero fue al final del recorrido marcado donde se encontraba la obra que, sin duda, mas impactó a Javier. En ella se escenificaba con trazos magistrales el atardecer sobre un mar en calma. En aquella marina se apreciaban las mil tonalidades del ocaso mientras el sol aún destacaba como una bola naranja sobre un océano que reflejaba el cielo incendiado. Javier estaba encantado y emocionado porque, en su contemplación, recuperó su infancia, su pueblo natal; por unos instantes volvió a escuchar el eco del mar al retirarse y pudo percibir el suave aroma a salitre que tanto echaba de menos en el interior. Mientras nuestro amigo recuperaba en aquel lienzo su tierno pasado, el sol dibujó el resto de su arco hasta esconderse tras el mar. El cielo se apagó en suave degradación y con él se mezclaron las aguas de un negro mar caótico que ya no se pudo distinguir del resto del dibujo. Javier, ante un lienzo en negro, musitó: “Ciertamente los espejos son criminales”.


THE END



A continuación, un poema dedicado a una pintura de Antonio Callau que bien podría concordar con el relato anterior:

Acaso el ocaso

“Acaso el ocaso
me llama al cielo raso
Acaso el ocaso
para este ave de paso

Si ya no tiene caso
despistar al fracaso
si acaso repaso
mi horizonte tan laso
y arraso al mar
en un vaso, de lágrimas escaso,
vertidas por un error tan craso

Si acaso el ocaso
me abate al cielo raso
y este ave dio al fin
su último paso.”

sábado, 27 de noviembre de 2010

La Biblioteca de Babel

En febrero de 2009 el poeta Fernando Sarría abrió su particular Biblioteca de Babel a disposición de todos los internautas que quisieran enviar allí sus relatos breves. Una página que se abrió inicialmente para tener un espacio deiferente a la poesía, para que los usuarios dispusieran de un blog distinto al suyo, una iniciativa digna de agradecer. Así que desde aquí animo a todos los blogueros para que envíen relatos para la biblioteca a esta dirección: fsabadia@live.com

Actualmente en la biblioteca nos podemos encontrar con relatos de Alfredo Moreno, Chesús Yuste, Laura Gómez Recas, Luisa Miñana, Manuel Martínez Forega, Madame Pompidou, Patricia Estéban, Raúl Ariza, Raúl Garcés, Reina, Roberto Malo y servidor escribiente entre muchos otros autores.

A continuación, A la luz del flexo, publicado en la Biblioteca hace ya un tiempo y en Jazzmen (Ed. Cartonerita Niña Bonita. 2011)


Nunca debí escapar de sus brazos, ni marchar de esas manos que me entendían y sabían acariciarme como yo quiero, nunca debí huir de aquél que me supo valorar. Pero así soy yo, siempre tan valiente y sin miedo a nada. Quería probar emociones nuevas y un nuevo estilo más acorde con estos tiempos, el viejo ya me tenía aburrida siempre empezando cosas que nunca llegaba a terminar. Una se cansa y se deja llevar por el instinto, por el primero que pasa y te engatusa con sus ganas de tocarte. Me olvidé del pasado, de todos los sentimientos y despojada de ellos aposté por una nueva vida con la promesa de nunca más volver la vista atrás. Después de todo, el cementerio está lleno de estatuas de sal demasiado sentimentales. Yo sólo pensé en avanzar, avanzar y seguir avanzando al ritmo que marcaba mi nuevo dueño. Seguí avanzando ciegamente hasta tropezar con el día de hoy que me encuentro aquí conmigo misma, pensando si realmente todo esto ha servido para algo o simplemente ha sido pura autodestrucción. Mientras mi amante anterior se acercaba a mí con suavidad, éste me posee brutalmente… aunque yo no quiera. Mientras uno me acariciaba con delicadeza, éste me pulsa a golpes, me aporrea y me maltrata. Esta noche, a la luz del flexo, sólo soy una vieja y seca máquina de escribir de segunda mano soñando con que regrese mi antiguo poeta.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Premios Raíces de papel

 Como habrán podido suponer por la anterior entrada el viernes día doce tuve el honor de asistir en Madrid a la entrega de premios Raíces de papel . En el Salón de Actos de Cultural Telefónica se entregó el premio de Poesía a Blas Muñoz por el poemario "El que silba entre las cañas" (Ed. Cardeñoso 2010) y se presentó el I Breviario de Raíces de Papel titulado "De capital pecado o la gracia de pecar" (Julia Gallo Sanz, Ed. Cardeñoso). También se presentó el libro "El beso- Microrrelatos sobre cine" (Ed. Cardeñoso, 2010), Certámen del que resultó ganadora Silvia Carpena Sáez que nos leyó su magnífico relato "El beso". En este último libro, además, participo con un relato titulado "Última sesión" y para mí representa algo muy especial simplemente por ser la primera vez que veo uno de mis textos publicado en un libro. Todo un honor que desde aquí quiero agradecer al personal de la Plataforama Cultural Raíces de Papel, especialmente a Javier Bueno y Juan Calderón. Les dejo el relato que escribí hace ya un tiempo.

 Última sesión

Todo comenzó una mañana gris, en una ciudad gris, con un hombre gris. Don Pablo Móstoles Cernuda era un hombre chapado a la antigua, aficionado solo al cine clásico,con una vida humilde cuyo mayor aliciente consistía en su novia doña Margarita Sáez de Bidasoa, que ni siquiera le entendía. Aquella mañana lluviosa Pablo decidió llevar al cine a Margarita ya que en la filmoteca de su barrio emitían una reposición de “Retorno al pasado”. Cuando Margarita se enteró del título y el año de la película, bostezó.

Una vez en la filmoteca Pablo, todo un clásico, pasó su brazo rodeando a Margarita y a la media hora, se quedó dormido. Pablo, que había madrugado mucho, soñó que se metía en la película. Él era Robert Mitchum y Margarita hacía el papel de una mujer que le abandonaba propinándole al final un profundo arañazo en su mejilla izquierda. Al despertar, la película había terminado y la butaca de Margarita estaba vacía. De camino a casa descubrió que el arañazo de su mejilla era cierto y le sangraba copiosamente. Pasados unos meses la herida del rostro se borró pero aún hoy, cuando cambia el tiempo, se le resiente el corazón.

FIN

Mi estancia en Madrid fue realmente corta, demasiado corta, diría yo. Aún así pude pasear por gran Vía, Puerta del Sol, Plaza Mayor, Plaza España, Alcalá y Recoletos y debo decir que cada día me gusta más esta ciudad, a pesar de los cambios. Cerca de la Plaza España encontré a una paisana un poquito perdida en la noche madrileña que, además, estuvo muy simpática con mi amigo y conmigo. Eso sí, no nos cantó nada:
Aquí Eva Amaral junto a mi amigo Miguel y yo

 Aquí Javier Bueno, servidor y Juan Calderón, tras la presentación

 "El beso: Microrrelatos sobre cine" (Ed. Cardeñoso. 2010)

domingo, 19 de septiembre de 2010

Cena con un seudónimo (Relato breve)


Don Raúl Mateos era un hombre muy conocido en su casa a la hora de comer y en ningún otro sitio más. Entre sus aficiones destacaba la de escribir, escribir mucho. Escribía en los Cafés, en su habitación, en clase, en la biblioteca, en cualquier lugar donde hubiera un pedazo de papel. Su segunda afición era perder concursos literarios. Siempre perdía pero él seguía presentándose. Concursaba siempre con el seudónimo de Mateo Garcías, aunque en ocasiones lo había cambiado por Mateo de Garcías o Mateo de los Garcías. Últimamente se había presentado a la flor de su ciudad natal, un premio que otorgaba el diario local. No esperaba ganar. Como tampoco esperaba nunca triunfar en su tercera y definitiva afición: el amor de Flora. Flora era una muchacha hermosa que vivía justo frente a su casa. Le escribía cartas todas las semanas y Flora las rechazaba de tal modo que hasta había llegado a amenazar a Raúl si volvía a escribirle.

Pero llegó una mañana insólita como nunca se había soñado antes y el periódico local anunciaba en su portada que Mateo Garcías había ganado la flor de “Perdedores city”. Don Raúl bajó corriendo al quiosco y compró tres ejemplares del diario. Dos para él, uno para su madre. Pero, mientras Raúl se alejaba del quiosco, vio cómo Flora compraba un diario y leía atentamente el relato ganador del hoy ya famoso escritor Mateo Garcías. Sin pensarlo dos veces, don Raúl escribió una carta dirigida a Flora y firmada con su flamante seudónimo. En la carta citaba a Flora para cenar en el mejor restaurante de la ciudad.

Cuando llegó la noche y la hora de la cena don Raúl llegó deliberadamente tarde pues quería ver lo bonita que Flora se había puesto para él. Así, aguardó en un reservado desde donde se veían las mesitas del restaurante hasta que llegó ella. Cuando Flora se hubo sentado don Raúl Mateos salió del reservado y se presentó sonriente:
“Hola, preciosa. Yo soy Mateo Garcías” –dijo don Raúl -
Flora se levantó de golpe con un salto hacia atrás. Acto seguido llamó estúpido, gritando a don Raúl, y desapareció.

Después de toda a Flora nunca le había gustado cenar con seudónimos.


Relato publicado en Jazzmen (Cartonerita Niña bonita. 2011)

Dedicado a un gran amigo, él sabe quién.
Hacía tiempo que no publicaba un relato así que ya era hora. Espero que haya gustado.

AÑADIDO
La entrada fue publicada a las dos de la madrugada. Hoy al levantarme me enteré de la triste noticia, la muerte de José Antonio Labordeta. Siempre nos quedará su canto, siempre nos quedará su obra: