sábado, 31 de octubre de 2009

Relato breve para la noche de difuntos



Amor difunto

"Movido por algún tipo de mal viento, barrido del mapa de la esperanza, fue arrastrado cual hoja inerte hasta aquél ruinoso lugar la noche en la que el dorado octubre da paso al frío de noviembre congelando en algún rincón del pueblo fantasma a ese corazón que ya no tiene por quién latir. Mario salió a buscar algo que ni él mismo conocía. Quizá quería escarbar en el olvido o quizá buscaba el vivo retrato de un amor muerto y huído la noche en que las almas abandonan las tumbas en busca de vidas sin sentido. Agotado por un largo viaje y ahogado de soledad Mario cayó fulminado y dormido en el umbral de una vieja iglesia destrozada por guerras pasadas cuya bóveda era celestial y a trevés de la cual se podía admirar una difuminada luna atravesada por la tiniebla. En esa helada madrugada los huesos se arrancaban de la tierra mientras el aullido del viento se mezclaba con otro sonido entre humano o dolido y las tumbas se vaciaron. Los muertos camparon por el mundo de los vivos llevándose a unos cuantos consigo. En esa misma madrugada Mario se rencontró con su amor difunto y se fue a dormir siempre con ella. Desde entonces en Belchite se celebra el día de todos los santos en honor al amor que recuperó Mario y por el que pagó un precio demasiado alto."


Este ha sido un relato totalmente ficticio para celebrar ésta noche tan ... ¿cómo decirlo?...misteriosa. No hay nada más misterioso que el ruinoso pueblo de Belchite, por ello he querido ambientar el breve relato en éste simpar paraje.


jueves, 29 de octubre de 2009

Eva del pasado


"El cielo ya no tiene ningún color
porque se fueron tus ojos azules
y del fuego sólo quedan despojos
al apagarse tus labios rojos.
Las fresas ya perdieron su sabor.

En los sueños aún respiro tu olor
que me emborracha y contigo me lleva
porque eres tú mi eterna musa, mi Eva
es un sueño que hasta tí me eleva.
Mi aliento es tu perfume embriagador

Gilda, dame de tus labios el licor
mi amor imposible, mi mujer fatal
retrato de Jennie en un ventanal
para mí tan imposible de alcanzar.
Son versos que escribo en una postal
trazos en lienzo de eterno soñar
grito en la niebla de mi desamor

Dime, ¿por qué es tan dulce tu dolor?
es una rosa que brilla en el barro
que lleva la muerte marchita en su carro
y yo aquí, a tu soledad, me amarro.
Dime, ¿por qué descubres tú mi temor?

Tuyo es ese persistente rumor
del viento en la hojarasca de mis besos
de mis noches de bar y de excesos
de la hoja muerta en la ruina, rima de mis versos
tuyo, el sonido del otoño en flor

¿Por qué me recuerda a tí éste color
de la hoja dorada y arrastrada
hasta el hueco en mi corazón volada,
música de tu caricia robada?.
Pintas de octubre la ausencia de tu ardor.

Impávida ante mí esperas paciente
esperas yacente mi palabra.

Ayer soñé con un cielo ardiente
cielo rojo, quiero que ante mí se abra.
Ayer soñé que fuiste mi amante
y allí donde el destino se consagra
brilló tu luz como un gran diamante
y allí donde mi amor se desangra
ante tí condené mi absurda alma"


Poesía dedicada a todas las "Gildas", aunque las fotografías sean de Gloria Grahamme y Ava Gardner con un Burt Lancaster intentando escapar de lo que nunca se puede huír...

lunes, 26 de octubre de 2009

"COTTON CLUB" (Francis Ford Coppola. 1984)


Aquí me dispongo a hablar de una de mis películas favoritas de toda la historia en la que se complementan de manera perfecta el argumento con la música creando el ambiente más propicio para sentirnos en mitad del Harlem de los años treinta. Coppola recrea a la perfección el corrupto mundo del cine negro oscureciéndolo aún más con la intervención a cargo de la banda sonora del maestro John Barry que, sirviéndose también de clásicos del jazz, con sus propias composiciones impregna toda la cinta del inconfundible sonido del Cotton Club de la década de los treinta. La película es una obra llena de detalles, por ejemplo, en el aspecto de la ambientación. Coppola hace que nos sintamos en la sala del famoso club de Harlem con la aparición de las estrellas de la época. Así podemos ver a algunos extras representando a estrellas de la época que eran asiduos al espectáculo del Cotton Club. Podemos ver a James Cagney, a Gloria Swanson o a un perfecto imitador de Chaplin. Son detalles que pueden parecer insignificantes pero son indispensables. Nos encontramos en el Harlem de los años treinta y Coppola nos mete de lleno en dos de los grandes problemas de aquélla época. Por un lado, vemos a dos protagonistas inocentes (Richard Gere y Diane Lane) atrapados por esa oleada de delincuencia que tuvo lugar con las bandas de gángsters y el final de la ley seca. Aquí destaca el papel de Bob Hoskins como Owney Madden, propietario del Cotton Club y el gángster con "más cabeza" de todo Harlem. Prueba de ello es que, cuando las cosas se ponen feas, acaba por echar mano de Lucky Luciano. Owney Madden siempre está acompañado por su inseparable amigo interpretado por Fred Gwynne, una relación muy cómica. Tambien destaca el papel de James Remar como Dutch Schulz, el peor gángster de Harlem, como uno de los villanos más malvados y mejor logrados de toda la historia del cine. Por otro lado tenemos el problema del racismo y su explosión en ésta década con la matanza del dia de San Valentin (ordenada en Chicago por Al Capone). Coppola profundiza en éste problema dejándonos ver la descriminación racial, sin ir más lejos, en el propio Cotton Club donde actúan sólo gente de color y sólo pueden acudir a verlos los blancos. También nos deleita, de paso, con uno de los primeros papeles de Samuel L Jackson. Ante todo éste ambiente tenemos a Richard Gere como Dixie Dwyer, un modesto trompetista de jazz que sólo toca en bandas afroamericanas, y que verá cómo su vida toma un giro drástico al salvar la vida accidentalmente del gángster Dutch Schulz. Esa misma noche también conoce a Vera Ciceron (Diane Lane) que se convertirá desde entonces en la amante de Schulz y de Dwyer a partes iguales. Una relación a tres bandas realmente tormentosa. Richard Gere está intachable con su gran papel de Dixie. Diane Lane está seductora e irresistible tanto de morena como de rubia. Realiza a la perfección el papel de una jovencita fría y calculadora que asciende rápidamente valiéndose de su físico hasta conseguir ser la dueña de un club propio, el Vera's Club. Racismo, delincuencia, relaciones tormentosas y mucho swing y jazz del bueno para completar una obra maestra. Mención especial a Nicolas Cage como el hermano tonto de Dixie que también trabaja para el holandés Schulz y acaba...muy mal. También tengo que hablar del papel de Gregory Hines como el bailarín del Cotton Club Sandman Williams, que comienza una turbulenta relación con una cantante del club (bien pudiera ser Lena Horne) y hará frente a muchos problemas raciales por ser una pareja mixta. Espero que la veais y disfruteis con la música que hizo temblar el mundo hace setenta años, con el swing de Cab Calloway o Lena Horne. Os dejo con unos videos de la película.
Canción: "Ill wind":

Diana Lane cantando "Am I blue?" y la escena "Dixie kidnaps Vera" con música de John Barry:

sábado, 24 de octubre de 2009

Cerca del final, donde todo empieza


Es cierto que en éste otoño solitario donde crees que todo termina, en algún lugar cerca de ti puedes encontrar una brillante luz que te haga empezar de nuevo. Porque, al igual que el amor puede ser tan cercano al odio, en el final puede residir todo el principio. Ante éste sentimiento e influído por una canción que luego os presentaré escribí éste soneto. Espero que os guste.

"Cerca del final, donde todo empieza"

"En calmado y recóndito lugar
donde nace el río tan solitario
donde se desglosa el glosario
he conseguido al fin tu huella borrar

Donde no hay aire para respirar
ni cuentas que cuenten todo un rosario
donde soy letra sin abecedario
allí descubrí cómo comenzar

Limpié los cristales del ventanal
quitando mis legañas de tristeza
y respiré en un nuevo vendaval

Y ese día me quedé de una pieza
al comprobar que cerca del final
es el lugar donde todo empieza."


Una maravillosa canción llamada "Cerca del final" de Fito Cabrales (Fito y fitipaldis) es una pequeña joya escondida en su afamado disco anterior "Por la boca vive el pez". Es una preciosa canción que me inspiró para escribir éste soneto que acabo de plasmar. Y es que..."puede que no valga la pena escribir tan lejos de la poesía...". La fotografía del principio me encanta. Está tomada por Amaya en la cumbre de la peña Oroel y yo...soy un modelo accidental porque juro que no sabía que me estaban fotografiando. Podéis ver sus fotografías, acompañadas por mis versos, en el blog: memoriasdeunafotografa.blogspot.com

"Cerca del final, donde todo empieza" (Fito y fitipaldis):

miércoles, 21 de octubre de 2009

"Lucía" (Relato)


"Al despertar comprobé que la mañana era lluviosa. Una ironía para comenzar mis quince días libres que me quedaban por gastar como vacaciones del año. Aún así me armé de valor y decidí salir a la calle para enfrentarme con ésta estancada vida mía que, ya hace algún tiempo, va añorando un acontecimiento que la despierte del largo y tedioso letargo. Rescaté mi gabardina estilo "Bogart" que guardaba en el armario para el invierno y, en lugar de paragüas, escogí un sombrero de esos que al ponértelos pareces estar de fiesta y cachondeo con los amigos. En los años cincuenta si llevabas un sombrero de estos eras un tío elegante y con clase. Hoy eres raro. Pero yo ya vengo siendo raro mucho tiempo y "el qué dirán" lo dirán siempre. Los tiempos cambian y yo, por mi parte, hace mucho tiempo que me siento como si fuera Rod Taylor sin encontrar la época adecuada. Así que sigo dando tumbos. Una vez en la calle el día era frío y, evitando aglomeraciones humanoides, entré en un rincón de la ciudad que adoro particularmente por parecer estancado e impasible ante el paso del tiempo. Allí encontré mi refugio en un antiguo Café que solía estar habitado siempre por señores de edad muy superior a la mía pero que poseía algo especial que me hacía sentirme en casa. Mi bebida matutina fue un café cortado y, mientras observaba a las persona pasar a través del cristal y del lienzo transparente de la lluvia, dibujé mi propio cuadro y empecé a soñar con un mañana mejor. Suelo soñar despierto para olvidar las pesadillas que me persiguen mientras duermo pero, en cualquier caso, mis sueños nunca se cumplen. Así, en el momento que intentaba predecir mi futuro en el negro rastro del café, desperté de súbito al fijar mi atención en un ángel que había abandonado el riachuelo callejero para atracar en una pequeña mesa apartada de aquél Café. La edad de la joven no rebasaba los 35 y su rostro aniñado era Dorian Gray en su sueño hecho realidad sin necesidad de pactos maléficos. Mientras la muchacha sostenía con una mano la taza de café y con la otra el periódico que atraía su lectura yo leía su cara preciosa y sus labios rojos entreabiertos que dejaban al descubierto una leve sonrisa de nieve. Sus mejillas sonrosadas estaban enmarcadas por una melena de noche que me hacía desear que no existiera el día. En ese momento ella levantó sus enormes ojos sinceros y su mirada náufraga encontró a la mía en la isla donde nos refugiamos los abandonados incomprendidos. Al mismo tiempo me dedicó la más espléndida de las sonrisas. Ella terminó su café y pasó por mi lado sonriendo de nuevo y musitando un "adiós" con un inconfundible eco de "hasta mañana". Yo, tras su marcha, ya no tenía nada que hacer allí. Regresé a casa y el resto del día careció de importancia. Las horas avanzaban pesadas y se alargaban mientras crecía el deseo de volver a ver a aquélla mujer, aquélla mirada. ¿Quién sabe si ella era el acontecimiento que mi vida tanto ansiaba?. No lo sabría describir pero había algo de eternidad en esa sonrisa. Pasaron las horas, parecieron meses y me asomé al balcón a través del cristal. La noche siguió siendo lluviosa.

Al amanecer del día siguiente madrugué un poquito más que el día anterior. Quería afeitarme y estar algo más presentable. Tenía un presentimiento. Era un sentimiento raro como si algo me asegurase que ella volvería a la misma hora, en el mismo sitio y con la misma sonrisa. El día volvió a ser lluvioso como invitándome a poner de moda otra vez el sombrero y la gabardina. El camino hasta el Cafe fue mucho más corto que el día anterior y, al entrar en él, pedí otro cortado y aguardé. Al llegar la misma hora que el día anterior la muchacha entró por la puerta y, antes de que yo me preguntara a mí mismo si podía ser cierto ese ángel terrenal, la chica me saludó con una sonrisa amplia y un sencillo pero alegre "hola". Se sentó en la misma mesa. La solución estaba clara. En otro tiempo me hubiera quedado observándola desde la mesa pero ahora que siento que mi vida pide urgencia y resolución actué de forma distinta. Tomé la determinación de levantarme y acercarme a su mesa. La saludé, me presenté con educación y ella aceptó mi sugerencia de sentarme a su lado, oferta de compañía de su agrado. Al poco tiempo ya sabía que su nombre era Lucía y, como si fuera una tontería, me fui enamorando de su alegría. Hablamos, reímos y, sin notarlo, el sol fue devorado por la tiniebla. Para mí, en su mirada, seguía luciendo el día. Pero lo cierto es que la noche seguía siendo lluviosa y ella decidió que era hora de marcharse. Allí en la puerta del Café, observando caer la lluvia, ella volvió su mirada a la mía y después de pasar un tiempo observándonos le pregunté:

- Lucía, ¿dónde residen los sueños que te quedan por cumplir?

Ante tan mágica pregunta ella se quedó pensativa y, mientras observaba lentamente mis ojos, respondió:

- Residen en el fondo de tu mirada

A la mañana siguiente Lucía ... el sol."

lunes, 19 de octubre de 2009

ENTRADA CIEN: "El hombre con el brazo de oro" (Otto Preminger. 1955) por Alfredo Moreno (39escalones)


Saludos, lectores. Este pequeño rincón del universo internauta ha cumplido su entrada número cien. Para celebrarlo he contactado con mi amigo Alfredo Moreno para que todos podamos disfrutar de su crítica cinematográfica de una de mis películas favoritas: "El hombre del brazo de oro" de Otto Preminger (1955). Alfredo accedió amablemente y es para mí un honor poderles ofrecer sus palabras. También podemos disfrutar de los comentarios y más que acertadas críticas de éste incomparable cinéfilo leyendo su blog: 39escalones.wordpress.com Que ustedes lo disfruten. Gracias, 39escalones.

EL HOMBRE CON EL BRAZO DE ORO: ENSAYO SOBRE LA DEBILIDAD POR OTTO PREMINGER Y FRANK SINATRA

Es difícil encontrar otro cineasta que con una carrera de más de cuarenta años como director haya conseguido una obra tan sólida y uniforme en cuanto a calidad, abordando tantos estilos y temáticas tan opuestos, como el austriaco Otto Preminger; en este punto, quizá sólo Howard Hawks pueda presentar un currículum más dilatado en el tiempo, más variopinto en cuanto a géneros, más constante en su nivel artístico y más reconocido por crítica y público. Preminger, que construye sus filmes partiendo de guiones compactos, muy bien estructurados y literariamente impecables, base indiscutible para dotar a sus personajes de perfiles psicológicos complejos y contradictorios y a sus historias de abundantes matices y diferentes niveles de lectura, tiene en su haber unas cuantas obras capitales de la Historia del cine, como son la sobresaliente Laura (1944), El abanico de Lady Windermere (1949), Cara de ángel (1952), Río sin retorno y Carmen Jones (ambas de 1954), Buenos días, tristeza (1958), Porgy y Bess y la obra maestra Anatomía de un asesinato (1959), Éxodo (1960) o El cardenal (1963).

Su proyecto de 1955, El hombre del brazo de oro, suponía un tema excesivamente arriesgado para Hollywood, de ahí que arrastrara tantas dificultades económicas y profesionales para ponerla en pie. En una sociedad como la norteamericana de mediados de los cincuenta, puritana en lo formal, sacudida todavía por las veleidades y paranoias de la “caza de brujas” y en la que muchos aspectos censurables de la vida privada de las estrellas eran secretos a voces en los círculos apropiados, no resultaba del agrado de productores, críticos y público ver determinados temas plasmados en la pantalla de manera demasiado explícita, mucho menos cuando las mentalidades conspiranoicas defensoras del American Way of Life indentificaban determinados comportamientos (ideas de izquierdas, homosexualidad, adicciones, etc.) como contrarios al ideario nacionalista norteamericano, y, por tanto, como sospechosos de colaboracionismo con esos entes extranjeros, principalmente de índole comunista, considerados enemigos. Lo que hoy puede parecernos una mentalidad infantil difícilmente explicable y justificable entre personas adultas y razonables, en aquella época era capaz de acabar con carreras y vidas profesionales de un día para otro. Si Billy Wilder experimentó en 1945 el rechazo de buena parte de los sectores económicos, cinematográficos y sociales a raíz del estreno de Días sin huella y su retrato crudo y desgarrador de la adicción al alcohol (voces acalladas con el éxito de la película entre el público y la consagración de Wilder en los Oscar de ese año), Otto Preminger diez años más tarde volvería a ser blanco de las mismas fuerzas conservadoras. La primera dificultad fue pues la elección de un actor que pudiera encarnar al protagonista, a ese perdedor recién salido de la cárcel que soporta un pasado de adicción al poker y a la heroína y, más importante, que se ofreciera a interpretar un personaje que iba a concentrar las iras de buena parte de la profesión y del público americanos. Sólo un valiente, Frank Sinatra (porque Sinatra era muchas cosas, no todas positivas, pero la valentía era un rasgo innegable en él: así lo sabían quienes, por ejemplo, compartieron sus rodajes en España y sabían de su costumbre de sacar al pasillo las fotografías de Franco que presidían las habitaciones de muchos hoteles, honroso comportamiento que le produjo no pocos problemas con la policía y la Guardia Civil del momento) aceptaría, no sin dudas, el papel, y cabe afirmar que sin él la película, de haber sido, no sería la misma.

Sinatra es Frankie Machine, apodado El hombre del brazo de oro, un experto croupier de los bajos fondos que vuelve a su barrio de siempre una vez en libertad tras un breve paso por la cárcel. Su presencia es garantía para que una partida de poker sea limpia. Su problema: su debilidad por la heroína. Su voluntad: la estancia en prisión le ha regenerado por completo, ha aprendido un oficio, ha descubierto su amor por la música, y su única intención es reconstruir su vida huyendo de todo aquello que le hizo hundirse. No tiene ninguna intención de volver a las andadas, ha dejado el juego y la droga para siempre, quiere vivir y nada va a impedírselo. Para ello, se ha preparado como baterista de jazz y tiene un contacto que puede proporcionarle un empleo. Sólo necesita un poquito de suerte para echar a rodar su nueva vida. Sin embargo, su esposa Zosh (magnífica Eleanor Parker en su personaje de mujer fría, resentida y manipuladora) es un gran problema para Frankie: tiempo atrás quedó impedida a raíz de un accidente del que él se siente culpable, y no duda en chantajear emocionalmente a Frankie, que se siente culpable de su desgracia, para tenerlo atado a su lado y conseguir todos sus propósitos. Zosh, cuya perfidia sólo es comparable a su ambición, exige a Frankie que acepte los trabajos como croupier que le proporciona su antiguo jefe, Schwiefka (Robert Strauss), un organizador de partidas clandestinas, para así ganar un dinero que les proporcione comodidades. De este modo Frankie vuelve a caer en el ambiente que lo pervirtió, pero no olvida que sólo es una solución temporal en tanto concreta su empleo como músico. Sin embargo, la mala suerte quiere que el traje que su amigo Sparrow (Arnold Stag) le consigue para la audición sea robado y que la policía detenga a Frankie. Louis (Darren McGavin), el antiguo proveedor de Frankie se ofrece a pagarle la fianza, pero con una condición innegociable: deberá trabajar para él en una partida de poker que organiza.

Preminger retrata así al perdedor devorado por las circunstancias, al hombre regenerado, rehecho a sí mismo, que se enfrenta a una pinza (la ambición de Zosh, su esposa, por un lado, y los pérfidos intereses de Schwiefka y Louis, por otro) contra la que no tiene fuerzas ni capacidad de enfrentarse. Una vez perdida su oportunidad de convertirse en músico, no le queda más remedio que volver al mundo del que quiso huir y sucumbir de nuevo a todas las debilidades que lo hicieron caer la primera vez. Hundido por el tiempo perdido, las ocasiones desaprovechadas, agotado por tantas noches y días sin dormir y apenas comer, Frankie necesita de nuevo la heroína para mantenerse despierto y consciente, ágil y competente para desempeñar su trabajo de croupier. Esta dependencia, todavía más fuerte que la vivida anteriormente, le hará saltarse cualquier límite para conseguir satisfacer su necesidad de heroína y los caprichos de Zosh. Enfrentado a su esposa y a sus falsos amigos, sólo la actitud redentora de un antiguo amor, Molly (Kim Novak) le hará enfrentarse de nuevo con sus miedos y sus complejos, luchando por salir adelante y abandonar el mundo de la noche para siempre.

Así, Preminger construye una historia de debilidad, dolor y redención a través del amor y de la muerte que como tal en esencia termina siendo en última instancia un cuento de carácter moral en el que los malvados son castigados y se redimen por una muerte que el espectador percibe como desenlace pertinente y ajustado a sus malévolos métodos de conducirse con los demás, y los personajes positivos abren ante sí un nuevo horizonte de esperanza y de vida por construir sobre la base del amor, abandonando sus aspectos negativos junto con su pasado. Sostenida magníficamente por un guión espléndido que mezcla aspectos del melodrama, el cine negro y el drama sentimental, en el que los personajes, alguno de ellos trazado quizás de alguna manera un tanto arquetípica, contienen historias propias y un pasado que condiciona su actitud en el presente del filme, que no los justifica ni absuelve con indulgencia pero que sí explican su comportamiento y su psicología, y con una estética que retrata a la perfección la vida nocturna de un barrio marginal de una gran ciudad y el ambiente oscuro y peligroso de los finos márgenes de la ley (que supuso la nominación al Oscar a la mejor dirección artística), acompañada por la sensacional partitura de Elmer Bernstein (nominado al Oscar por su composición), repleta de esos sonidos de saxo y orquestaciones que asociamos a la noche y a la vida al límite, son las interpretaciones, sobre todo la del triángulo emocional protagonista (Sinatra, nominado al Oscar, magnífico sobre todo en su recreación del síndrome de abstinencia y en su candidez inicial, Parker, ambivalente, tramposa y pérfida, y Novak, ingenua, bienintencionada y engañosamente frágil, toda hecha carnal sensualidad), las que componen una narración de antihéroes que buscan su sitio en una atmósfera hostil y que los apuestan todo por conseguirlo (a este respecto, como siempre pero más que nunca, aconsejamos disfrutarla en versión original; la doblada devalúa demasiado los matices que los actores incorporan a sus personajes y les restan personalidad propia). Una historia muy atrevida para los años cincuenta, imposible de ver hoy en las pantallas sin evitar tentaciones moralizadoras y aleccionadoras políticamente correctas. Porque el film de Preminger no evita la moral, es más, se recrea en ella, pero está construido para adultos y con personajes adultos, con una osadía y ambición que va mucho más allá del mero ámbito del problema de la adicción, a diferencia de los típicos retratos de la drogadicción juvenil en el cine que vemos hoy, tan tópicas y maniqueas y, casi siempre, cobardes.

martes, 13 de octubre de 2009

Balada de Bar (relato poético)



"Al filo de la madrugada, cuando todo el mundo calla, se susurra el sonido del engaño, el beso escondido, el amor oculto y se profanan las tumbas de los corazones malheridos. A esa hora que es el quicio entre el bien y el mal, dos amantes huídos se
ocultan en un bar condenados a un destino fatal.

00:30 de la madrugada. Pequeño y oscuro bar de un lunes a punto de cerrar. Dos amantes luchan contra el enemigo imposible del tic-tac del reloj en la pared, banda sonora que marca lo efímero de sus condenados encuentros, mientras comparten miradas
en una oscura mesita de un rincón apartado del mundo.


Él la observa mientras ella está bebiendo el café y piensa en silencio:


Tú y yo en un solitario bar
perfecto lugar para ocultarnos
Mira, no hay nadie, me puedes besar
luz ténue bajo la cual amarnos

Hacemos planes que no pueden durar
mucho más allá de ésta brillante noche
Mañana te tendrás que levantar
a esa vieja vida tuya tan aburrida
¿Cuándo vas a romper y vas a empezar
a dejar de ser la amante escondida?

Nos amamos, la luna no quiere mirar
tras la espesa nube está ocultada
Bajo una farola me vas a abrazar
que es mi único sol, con tu mirada
Brilla farola, no dejes de brillar
sólo iluminas tú nuestra vida
sólo eres tú testigo de nuestro amar
y al llegar el día llega tu huída
que es el momento de su partida


Ella deja la taza de café y levanta su mirada hasta encontrar a la de su amante. Los dos comienzan a hablarse, casi a susurrarse:

Él: - ¡Qué mirada tan brillante!
cómo lucen tus pupilas
Eres un fuego ardiente
y yo... sólo soy tu amante

Ella:- Tú eres mi estrella fulgurante
Me abrasas mientras me vigilas
con tu palabra valiente
con tu beso susurrante

Él: - Enciendes un cigarro, radiante
y entre tus labios el humo destilas
Me envenenas como una serpiente
me ciegas con tu blanco semblante

Ella:- Bájame del cielo un diamante
mientras en mi humareda tus sueños mutilas
mientras confías en mí tu simiente
Mírame, me tienes aquí delante

Él: - Verás... yo albergo la soledad constante
y al marcharte mis deseos afilas
Soy un solitario penitente
con momentos de gloria que duran un instante
Déjame declarar lo que yo siento en verdad:

El humo en tus labios es buena señal
pues tú eres lumbre de noche
que se apaga al amanecer
El humo en tus labios es lo que queda
humo en mis labios, humo en tu ausencia

El humo en tus labios es sino fatal
Humo en los labios de mi derroche
Humo dejas al desaparecer
En la silla vacía tu humareda
Humo en el vacío sin tu presencia

Calla, pues, y bésame entonces
Bésame ya y bésame hasta el final



Al amanecer, en el mismo bar, aquél mismo hombre levanta la copa para brindar con su silla vacía llena de humo de la cofradía del recordar, recordar y nunca poder olvidar".

sábado, 10 de octubre de 2009

"Portrait of Jennie" (William Dieterle. 1948)



Bienvenidos a la historia de amor más fantástica, romántica e imposible jamás contada. Un sueño que discurre entre los caprichos de cámara de William Dieterle, creando unos paisajes de Nueva York como nunca antes lo habíamos visto, las luces y sombras de una ensoñación romántica através de las farolas en la niebla de Central Park y de la niebla en la mente de un artista sufriendo por un amor imposible, el amor de Jennie. Joseph Cotten es el artista Eben Adams, un pintor mediocre que no consigue vender un cuadro y en cuyas obras no existe el menor rastro de luz, ni brillo, ni amor. Eben Admas sólo retrata la oscuridad, la pena, la soledad que él mismo siente durante toda su vida hasta el momento en que conoce a Jennie (Jennifer Jones). Jennie es, al principio, una jovencita que viste con ropa de otro tiempo a la que se encuentra una noche en un banco de Central Park. Jennie es una chica mágica, "con enormes ojos tristes" pero brillantes y sinceros que habla de situaciones, lugares y cosas que pertenecen a otro tiempo. En éste primer encuentro la jovencita pide a Eben Admas que la espere hasta que ella crezca. En el siguiente encuentro la jovencita ya ha crecido y es toda una mujer enamorada del pintor y por la que él también se encuentra fascinado y locamente enamorado. Aquí William Dieterle nos presenta a Jennie como una mujer que más que mujer es sueño, una ensoñación imposible para el hombre enamorado de algo que parece irreal. Es en éste punto donde yo comparo ésta sensación a la que siente Dana Andrews por Gene Tierney en "Laura", cuando él todavía cree que está muerta. En cualquier caso, las dos son obras maestras. Eben Adams persigue ése sueño que es el amor de su vida (y que ni él mismo sabe si es sueño o realidad) en cualquier lugar o pista que ella le haya dejado. Los encuentros entre los dos amantes en el tiempo son de una intensidad muy palpable pero cortos y perecederos, sólo confiados y confiando en lo imperecedero de su amor eterno. Una mujer, un amor, sobre la que es imposible trazar cualquier tipo de plan de futuro porque, como dice Jennie, "¿Qué es el mañana?...el hoy es un mañana de un ayer mejor. Mañana es futuro de la palabra olvidada". Cuando Eben Adams está con ella viviendo un momento íntimo, derepente, ella desaparece. El final de la película es idílico, genial y tan mágico como toda la cinta. Además, William Dieterle realiza un homenaje al cine mudo coloreando las partes finales con filtros verdes, rojos y morados (era la forma de colorear antiguamente las películas). La sorpresa final está en el último fotograma de la película en el que sale el cuadro que Eben Adams pintó a Jennie y que está expuesto en el museo de Nueva York. El cuadro lo vemos en maravilloso Technicolor. Sin palabras. Mención especial a la aparición de la estrella del cine mudo Lillian Gish y al gran papel que, como siempre, realiza Ethel Barrymore como la solterona Spinney. Otra obra maestra para disfrutar de un tirón, en silencio, una noche de otoño. EL video recoge el comienzo de la película donde la ciudad de Nueva York parece sacada de un lienzo y supone la primera aparición de Jennie.


Existe una canción llamada "Portrait of Jennie" cantada por Nat King Cole pero no se incluyó en la película. Es una gran balada pero tampoco la encontré por internet. ¡Feliz Pilar a todos!

jueves, 8 de octubre de 2009

"Mañana en la ciudad"


Cuando una mañana otoñal, a principios de octubre
caminas perdido por la ciudad con la única costumbre
de pensar y ponerte a recordar
es fácil que el alma se acostumbre a terminar en un triste bar...

Café sólo para no soñar
demasiado orgulloso para llorar
demasiado pobre para poderse emborrachar
siempre acabas por añorar
lo que ahora sólo sabes poetizar
Nadie te va a escuchar
pero, ante un folio en blanco, te dispones a relatar
aquéllo que nunca podrás olvidar.


"Café Las Glorias"

En el Café Las Glorias
frente al Teatro Principal
esculpo el destino fatal
que no se lleva el vendaval
andanzas de un carcamal
escritas desde el ventanal
con vistas a mis memorias

Diseño mis historias
con mi ojo de cristal
testigo de un mal temporal
cegado ante tu umbral
Ésta noche actúa Amaral
y yo canto otro recital
escupiendo al beso mortal
que terminó en La Colonial
rosa del mal sin euforias."




En ésta historia se nombran dos bares típicos de Zaragoza: El "Café Las Glorias" está situado en la calle del Coso, frente al Teatro Principal de Zaragoza cuya entrada se puede ver desde su gran ventanal. El café "La Colonial" está situado en la calle La Cadena, perteneciente al Coso bajo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Mis discos favoritos: Mark Knopfler & Chet Atkins: "Neck and Neck"

Irremediablemente éste blog siempre ha estado, de un modo u otro, unido a la música. Hoy quiero empezar un nuevo apartado que se llama "Mis discos favoritos", donde iré publicando los LPs que han marcado mi vida, la música que vengo escuchando desde que tengo uso de razón. De hecho ésta página se titula "El Sueño Eterno" pero su dirección ya habla de la música así que habrá que hacer honor al nombre. Aunque ya tengo dos blogs más de música aquí se hablará únicamente de "discos redondos" o, simplemente, que fueron especiales para mí. Para empezar hablaré de un LP grabado y publicado en 1990, no muy conocido, que supuso el encuentro de dos grandes e históricos guitarristas: Mark Knopfler y Chet Atkins. El álbum fue grabado en los estudios de la CBS de Londres y producido por el mismo Mark Knopfler. Es un disco que recupera el mejor sonido de los guitarristas de los años treinta, el jazz, el swing pero con un inconfundible sabor country, sin ayuda de viento...todo guitarra. Así, podemos disfrutar de la clásica balada de Django Reindhardt y Stephan Grappelli titulada "Tears" con las inconfundibles guitarras de Knopfler y Atkins. Los dos guitarristas repasan clásicos de Don Gibson como "Sweet dreams" o "Just one more time", destacan cantando a dúo la marchosa "Yakety Axe" y "There'll be some changes made" y emocionan con la brillante, melancólica y dulce "So soft, your goodbye". También podemos escuchar una composición de Mark Knopfler especial para éste disco titulada "The next time I'm in town" y cantada a dúo junto a Chet Atkins. En definitiva es un compendio de diez canciones maravillosas, alternando musicales y cantadas a dúo, ideales para cerrar los ojos y trasladarte a los años treinta, para recordar y añorar el amor pasado y soñar con uno futuro. En el video podemos ver a los dos artistas interpretando "I'll see you in my dreams", de Gus Kahn, e "Imagine" de John Lennon.



Si queréis visitar los otros blogs:
paraquetuloentiendas.blogspot.com
francescoalbertosinatra.blogspot.com

viernes, 2 de octubre de 2009

EBRO




Si de un rio orgullosa está tu ciudad, ante sus orillas te lanzarás a pasear
y sus aguas no podrás dejar de mirar, tristes aguas que te van a acompañar
en ese triste navegar en que sólo puedes recordar
lo malo que eres en el arte de amar.

Curioso cómo el rio te puede llevar hasta el dulce amor que viste pasar,
ése que no supiste conservar o ni siquiera realizar,
ése que está en el fondo de un mar imposible de alcanzar.


"Ebro"

"Paseo a las orillas de tristeza
bulevar de los sueños ahogados
en éste rio negro están varados
y el sol no sale de entre la maleza

Un rio que discurre con pereza
por respeto a los abandonados
el rumor de los besos robados
despertando en la noche con destreza

Rio nocturno, playas olvidadas
mojas mis labios, no te puedo besar
bañas mis orillas erosionadas

Me arrastras, me matas, me haces recordar
pesadillas cada noche soñadas
pesadillas de no volverla a amar."


La primera fotografía del Ebro en la Zaragoza antigua es de José Antonio Duce

jueves, 1 de octubre de 2009

"Scarlet Street" (Fritz Lang. 1945)



Para el público español se tituló "Perversidad". Otra vez mi predilecto (uno de ellos) en el arte de retratar y dejarnos admirar la belleza sugerida en una sombra o el horror brillando en un reflejo de la oscuridad. Después de dirigir en 1944 "La mujer del cuadro", un año más tarde realiza una película en el mismo ambiente, muy parecida pero tan indispensable como la anterior. Ésta vez, también en la maravillosa e irrepetible década de los cuarenta, nos ofrece un cine negro apoteósico con la inestimable ayuda del gran intérprete Edward G. Robinson que, lejos de su papel de gángster capo maléfico, interpreta aquí a un pobre y buen hombre que se enamora perdidamente de una mala mujer interpretada por la guapa Joan Bennett. Total que Christopher Cross (Edward G. Robinson) le da a Kitty (Joan Bennett) todos los caprichos que quiere y se deja sacar hasta la entretela. La película comienza con una cena en honor a Christopher Cross de la Entidad bancaria donde trabaja, en reconocimientro a su trabajo. Más tarde, por la influencia de Kitty realizará un desfalco por el que, finalmente, es descubierto por la Policía. Este hombre gris de vida mediocre, con una esposa posesiva que lo maltrata psicológicamente, ve en Kitty la única luz que ha tenido en toda su vida, ese sueño hecho mujer que acaba siendo el engaño más amargo por el que un hombre puede pasar a riesgo de perder su vida en el intento. ¿Quien no lo ha experimentado?. Bien, el caso es que Christopher Cross es un aburrido cajero que, en sus ratos libres, resulta ser un gran pintor que nunca se ha atrevido a enseñar ni uno de sus cuadros. Aquí aparece Johnny (Dan Duryea), el malvado amante de Kitty, que descubre en los cuadros de Chris las obras de arte que realmente son. Los cuadros son firmados por Kitty y consiguen venderlos a buen precio entre los amantes del arte en algunas galerías de New York. Christopher descubre el fraude pero, al estar enamorado y creer que Kitty también lo está, decide dejarlo pasar hasta el genial desenlace final que, por otra parte, no podía ser ningún otro. Mención especial a los tres actores principales que están inconmensurables. Dan Duryea nunca fue tan malo. Edward G. Robinson nunca fue tan bueno. Joan Bennett nunca fue tan z... tan, ... encantadora...GENIAL. Obra maestra. Destaca en mi opinión de forma magistral el final de la película. La escena que se reproduce pertenece a la impresionante parte final de la película en la que Christopher Cross está atormentado por la culpa del asesinato de Kitty. La próxima será "La mujer del cuadro".