Mostrando entradas con la etiqueta Jean Heather. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jean Heather. Mostrar todas las entradas

martes, 1 de junio de 2010

Double Indemnity (Billy Wilder. 1944)


Esta madrugada de martes en que las luces de la ciudad se empiezan a apagar tímidamente alargando así las sombras de esta inmensa y calurosa noche de primavera, he esperado al momento en que el rojo neón de cierta bebida burbujeante dejara su rastro encarnado en el oscuro caos celestial tiñendo por completo mi skyline particular. En este preciso momento en que todo piensa en dormir yo me sumerjo en la placentera labor de reseñar una de las obras maestras del noir, por puro regocijo personal. En "Double indemnity" descubrimos al especialista en géneros Billy Wilder a merced del cine negro con la inestimable ayuda del novelista Raymond Chandler para adaptar la novela de James M. Cain del mismo título. En sus manos tenían una de la historias más sombrías y sexualmente turbulentas de las que hasta ese momento se habían llevado a la gran pantalla. Billy Wilder había llegado diez años atrás a Estados Unidos escapando de la persecución nazi y desde 1934 había rodado ya allí dos películas, sin contar su debut en Paris con "Curvas peligrosas". Igual que para Chandler fue "El sueño eterno" para Wilder fue "Double indemnity" en cuanto a estrenarse en un género ya que, hasta entonces, no había realizado ninguna incursión en el cine negro. Su estreno no pudo ser mejor. No sólo siguió sentando las bases de lo que debía ser la novela negra trasladada al cine sino que dirigió una de las películas más valoradas y respetadas de este género a lo largo de la historia. Para ello, desde luego, fue un acierto contar con Chandler para el guión después de desechar la idea del propio autor de la novela. Para esta película Wilder contó con Fred MacMurray quien, en mi opinión, desempeña aquí el mejor de todos los papeles que le he visto interpretar. A sus espaldas MacMurray ya llevaba más de cuarenta película y había demostrado su versatilidad para cualquier tipo de papel. Por eso, este protagonista cínico y malvado que no cae bien ni al espectador, le vino como anillo al dedo.

Desde el comienzo Wilder centra la atención del espectador en el personaje de MacMurray, Walter Neff, un vendedor de seguros de una compañía convencional que vuelve de madrugada a las oficinas en un estado lamentable. Con la cara magullada, herido y con el traje roto Neff accede al edificio pidiendo paso al Vigilante nocturno. Al llegar a su despacho comienza a grabar la narración de la historia. En mi opinión, es uno de los mejores comienzos de la historia del cine. Esa ciudad de Los Angeles sumida en la niebla, ese Dodge a toda velocidad que está a punto de chocar con un repartidor del Los Angeles Times y la forma de presentar al protagonista es ya una clara conquista al espectador.

Seguidamente a este prometedor comienzo, la película está contada en espléndida retrospectiva. Después de ver al protagonista machacado y perdido volvemos a los primeros días en que "la mujer fatal" todavía no se había cruzado en su camino. Fue una tarde como otra cualquiera en que Walter se disponía a visitar a uno de sus clientes para ofrecerle un nuevo tipo de seguro. Pero el cliente no está y en su lugar está su rubia y apetitosa esposa, Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck). Con la consabida insinuación que esta clase de mujeres tienen ya impresa en su personalidad de manera casi innata Phyllis intenta pervertir al vendedor de seguros para firmar por su marido una cláusula de "doble indemnización" por si éste fallece en "accidente". Walter, que parecía ser un hombre íntegro y con algún escrúpulo, no tarda en ser convencido por la mujer casada que rápidamente finge estar enamorada de él . Phyllis y Walter, después de conseguir la firma del señor Dietrichson, planean el asesinato de éste antes de coger un tren que el asegurado tomará en un par de días. Consumado el asesinato Phillys y Walter comienzan a vivir el peor calvario de sus vidas a lo largo de una lenta muerte anunciada. Y es en este momento cuando emerge la figura incombustible e imprescindible en esta película: Edward G. Robinson, jefe de Walter y experto en desenredar casos extremadamente complicados como éste en favor de la compañía aseguradora. Aceptar este papel secundario, aunque suclento, para un actor como él que ya estaba cansado de llevar todo el peso de decenas de películas de este género dice mucho en favor de Edward G. Robinson que, una vez más, con su papel redondea la película convirtiéndola en, simplemente, perfecta.

Para mí los mejores papeles son los que desempeñan MacMurray y Robinson. En cuanto a la "mala malísima" interpretada por Stanwyck se podría decir que está a la altura de lo que requería el guión. Uno de los mayores logros en esta historia y su originalidad puede que sea lograr tocar el género noir en ausencia de policías, gángsters y detectives privados. Si bien Edward G. Robinson jugaría aquí a hacer de detective y el dueño de la compañia de seguros de policía torpe, los "villanos" no son personas que se muevan fuera de la ley a excepción del personaje de Barbara Stanwych. Incluso el personaje de Fred MacMurray en el último momento inspira cierta compasión y los espectadores pensamos en el perdón, aspecto que no hubiera ocurrido de haberse podido estrenar el final alternativo que narra el suicidio de los dos personajes y que al final no se admitió. Otro toque mágico del señor Wilder, ese todoterreno que igualmente nos hacía reír con faldas y a lo loco o emocionarnos en ese apartamento esta vez nos sumerge en lo más oscuro del cine negro con la inestimable ayuda en la fotografía expresionista de John Seitz. Con diálogos en doble sentido Wilder consigue burlar a la censura sin quitar el encanto ni disminuir la potente carga sexual que ya tenía la novela. Hasta aquí mi experiencia nocturna con una de las imprescindibles del género que mejor acompaña las noches más aciagas (Hablo de cine).
Les dejo con uno de los mejores comienzos de la historia del film noir