Una vez de vuelta a la ciudad y a las noches, quiero volver también a hablar de CINE, así escrito, con mayúsculas. En 1941 George Cukor dirigió A woman's face (Rostro de mujer, en España), un remake de la película sueca Kvinnas Ansikte protagonizada por Ingrid Bergman y dirigida por Gustav Molander en 1938 que, a su vez, ya era una versión de la obra francesa Il Etait Une Fois (Francis Croisset. 1933). A woman's face supone otro claro ejemplo de cómo se debe utilizar el flashback para ir contando magistralmente la enrevesada trama de una historia de intriga. La acción comienza en un juicio por asesinato donde la acusada es Anna Holm (una joven y bella, a la par que misteriosa, Joan Crawford). A través de cada testigo Cukor va contando la difícil vida de Anna y con cuentagotas va desvelando, poco a poco, las pistas que el espectador deberá hilar para conocer profundamente a ese misterioso personaje principal y llegar así al desenlace fundamental de la trama. Anna Holm es una mujer prisionera en un mundo hostil que la desprecia por su aspecto físico. En su niñez, Anna sufrió en su rostro las fatales consecuencias de un incendio en su hogar, provocado por su borracho padre, dejándola para seimpre marcada física y moralmente. Al sentir el rechazo y el odio del mundo entero Anna decidió sacar partido de las flaquezas y debilidades humanas y así entró a formar parte de una asociación encargada de realizar extorsiones, ajustes de cuentas, amenazas y chantajes a cambio de cuantiosas sumas de dinero.
Anna Holm (Joan Crawford) con la cara marcada
Pero la vida de Anna cambió al conocer a uno de sus clientes, Torsten Barring (Conrad Veidt), el primer hombre que le demuestra un poco de cariño sin reparar en sus lesiones físicas. Anna, al encontrar por primera vez algo de amor, decide cambiar de vida y someterse a una operación de cirujía estética con el Doctor Gustaf Segert (Melvyn Douglas) quien le asegura un alto porcentaje de éxito. La operación resulta positiva y entonces Anna decide buscar a Torsten para comenzar una nueva vida junto a él y huir así del pasado. Pero Torsten es un hombre de muy buena familia que heredaría una gran fortuna de no ser por la existencia de un niño de cinco años, el primero en la línea de sucesión, que se hará con toda esa fortuna. Antes de olvidar el pasado y comenzar una nueva vida Torsten pide a Anna, como último trabajo, acabar con la vida del joven heredero. Anna acude a trabajar a la casa donde reside el niño como institutriz y comenzará a partir de este momento una lucha interna entre su cariño hacia el niño (cada vez más latente), sus deseos de cambiar de vida, alejarse del mal y sus deseos por conseguir al hombre que ama. La escena final, desarrollada durante una carrera de caballos, es apoteósica y acompañada con una fuerte carga de tensión pues está en peligro la vida del niño y esa nueva vida que Anna quería comenzar. Una escena magistral que solo un genio como Cukor pudo rodar. Estamos ante una gran película, muy recomendable y sin duda, ante un papel magistral e inolvidable de Joan Crawford.
Un fotograma que expresa perfectamente la lucha entre el bien y el mal. Anna (Joan Crawford, iluminada) quiere comenzar una nueva vida, alejada de la maldad. Torsten (Conrad Veidt, en sombra) desea impedirlo