Este es mi pequeño y humilde homenaje a Luis García Berlanga que, aunque llega con retraso, nunca es tarde ni está de más volver a los grandes clásicos en la historia de nuestro cine. Siempre he tenido un cariño especial a esta película que se encuentra entre mis favoritas de Berlanga y del cine, en general, porque creo que no solo se trata de un estupendo retrato de un pueblo costero español (Peñíscola), anclado en el tiempo; esta película va mucho más allá y termina siendo un estupendo reflejo de lo que en realidad es la vida. En Calabuch no es extraño encontrar un claro recuerdo del Shangri-La que James Hilton crea en su novela "Horizontes perdidos" y que posteriormente Frank Capra llevaría al cine, quizá retratado desde un plano mucho más decadente, menos fantástico, realista por una parte y entrañable por otra. La imagen que encabeza esta entrada es un ejemplo que define a la perfección esta historia. El profesor George Hamilton (Edmund Gwenn) es un afamado científico que ha conseguido ya todos sus objetivos en la vida, todos los objetivos que realmente no importan porque, al llegar la vejez, encuentra que su vida está vacía. De esta manera el profesor Hamilton decide huir a un lugar perdido en el mapa, donde la gente disfrute con las pequeñas cosas de la vida y pueda respirar y vivir en paz. Los descubrimientos del profesor Hamilton no han ayudado al avance del ser humano sino a su destrucción y ésto es algo que entristece gravemente su vida. Por eso nuestro científico decide refugiarse en Calabuch, lejos del mundo, lejos de las guerras que con sus inventos destrozan el planeta y lejos de las riquezas materiales. Allí, nada más llegar, el profesor es apresado en la cárcel del pueblo, por una equivocación, y curiosamente detrás de esos barrotes se halla más libre que en su vida anterior. Allí también encontrará la amistad de los distintos personajes del pueblo (Pepe Isbert, el farero. Franco Fabrizi, el contrabandista. Manuel Alexandre, el pintor de "eses". Valentina Cortese, la maestra.). Porque la cárcel de Calabuch no es como las del resto del mundo, pues de ella se puede salir siempre que a uno le de la gana para volver puntualmente antes de las diez de la noche y así tener un lugar donde dormir. Jorge, como conocen en el pueblo al profesor Hamilton, cada día se integra más en la vida del pueblo hasta que decide poner sus conocimientos al servicio de las próximas fiestas. De esta manera creará un cohete que convertirá por primera vez a Calabuch en ganador del concurso que valora los mejores fuegos artificiales del año. Como la noticia del cohete aparece en la prensa, acompañado de fotografía, el profesor Hamilton (al que se consideraba desaparecido) es descubierto y la aventura en Calabuch, como todo sueño, también llega al final. De una manera irónica Berlanga nos ofrece una feroz crítica de la evolución política internacional y de la miseria nacional a mitad del siglo XX, sin situar claramente ni el lugar de orígen del profesor ni en lugar donde se encuentra Calabuch. Al igual que en "Horizontes perdidos", "Calabuch" es una situación utópica que lamentablemente no puede prosperar en un mundo ya demasiado estropeado. Una de esas películas que, aunque parezcan un cuento, reconfortan sin duda.
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El profesor Hamilton debe dejar atrás un sueño y volver a su realidad |
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Las partidas de ajedrez que mantiene por teléfono el farero (José Isbert) con el cura del pueblo |
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"La 's' le ha salido muy bien". Manuel Alexandre es un presunto pescador que dedica su vida a pintar barcas para la gente del pueblo. |
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Esta imagen es la del sueño llamado "Calabuch" |
AÑADIDO NECESARIO:
Para poder disfrutar de otra joya del cine español pinchen enEl blog de Scotty. Me ha encantado esta entrada.