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jueves, 18 de marzo de 2010

Irma, la douce (Billy Wilder. 1963). La visión de Moustache, desde la barra de un bar...


¿Han estado alguna vez en Paris?, ¿han llegado a ver el amanecer desde la torre Eiffel?, ¿han paseado a orillas del Sena?. Aunque lo hayan hecho, como turistas, no han podido conocer el Paris verdadero. Nunca podrán descubrir el Paris que yo habito, el canalla, "la ciudad del amor... amour perdido". Esta historia no trata el brillo de la ciudad de la luz sino la noche sin luna que a muchos les toca sufrir. No habla de los lujosos estanques del Palacio de Versalles sino de las putrefactas cañerías de la ciudad más grande del mundo. Este cuento no narra el apacible y romántico paseo del Bateau Mouche sobre el río Sena, más bien cuenta la vida que transcurre debajo de uno de sus olvidados puentes. Desde la barra de este Cafe la vista no me alcanza para ver los Campos Eliseos desde la Torre Eiffel sino para saber lo lejano que se eleva el cielo aún desde esa altura. Este relato comienza con un corazón de tiza dibujado sobre el asfalto. Un corazón borrado al amanecer por un barrendero parisino porque, después de todo, puede que el amor verdadero sólo exista una noche que algunos ni siquiera hemos vivido… pero eso es otra historia.

Detrás de la barra de mi humilde bar, situado en el estómago de Paris junto al mercado, les puedo asegurar que se sirven muchos más litros de absenta que burbujas de champagne, porque Paris no es como ustedes creen sino como yo lo veo desde mi privilegiado puesto. Paris es la muchedumbre. El pueblo es el corazón que mueve esta enorme ciudad, la gente que no suele asistir al Palacio de la Ópera ni va de cena a un restaurante parisino. Como les contaba, mi pequeño Café está situado en la esquina de una callecita que bien pudiera ser considerada un cielo abierto las veinticuatro horas del día aunque la lluvia arrecie. Aquí las señoritas de vida alegre, de compañía, de saldo y esquina… como quieran ustedes llamarlas, por un módico precio, le pueden convertir en el hombre más feliz del mundo por unas horas. Sólo tiene que dejarse llevar al Hotel Casanova, subir unos peldaños y olvidarse de su mujer. Aquí es donde todo el mundo viene a parar para consolar su absurda vida marital o para aliviar esa cruel soledad que nunca ha podido superar el solterón de turno. Hasta aquí viene el doctor que se quiere curar, el bombero que quiere apagar su fuego, el carnicero que nunca ha visto carne fresca, el clochard que ayer se quiso suicidar a orillas del Sena y que hoy quiere beber las aguas de su salvación, hasta el gendarme que quiere denunciar su propio delito. Todos vienen hasta la calle Casanova, incluso los jefes de la policía tienen arreglos especiales con las chicas. Después, al anochecer, un gendarme despistado se quita la gorra en la barra de mi bar y los chulos pasan por su lado deslizando en su interior algunos billetes. La policía calla, avisa de las redadas y todo el mundo vive en paz y contento. Cuando yo regresé de impartir mis clases en la Sorbona hasta yo me dejé tentar por Kiki “La Cosaca” para subir las escaleras que llevan hasta el cielo de Paris. Pero de todas las chicas hay una, en especial, que es la princesa de la calle. Sí amigos, ningún crack de la bolsa es comparable al vaivén de sus caderas. No hay noche que se pueda comparar con su pelo azabache, ni carmín que pueda acentuar más sus labios rojos ni luna llena tan blanca y brillante como su piel de porcelana. Ella es la reina de todas las abejitas que revolotean por la calle, ella es Irma la Dulce.

En ninguna de mis expediciones por la selva amazónica, en ninguno de mis viajes alrededor del mundo he conocido a una mujer tan bonita, tan dulce… por eso su apodo, amigos. Irma es la chica que más hombres se lleva a la habitación y, en consecuencia, “su hombre” de nombre Hipólito es el chulo más famoso y que mejor vive de todo Paris. Las demás aceptan la derrota, conocedoras de sus posibilidades, y al terminar la jornada todos ríen y pagan sus buenos tragos en la barra de mi bar. El problema viene cuando topas con un pequeño burgués, un gendarme decente y nuevo en la calle Casanova que quiere hacer las cosas bien… bien o mal sería discutible. Pues bien, Nestor Patou (así se llama el gendarme) conoció a Irma y así comenzó una de las mejores historias de amor que recuerdo. Al bueno de Nestor se le ocurrió hacer una redada sin avisar y llevarse a todas las prostitutas detenidas a la gendarmería, incluída Irma. La mala suerte fue que el comisario estaba pasando en el hotel una bonita noche así que Nestor Patou dejó de ser policía de la noche a la mañana.
Después cayó por mi bar, se emborrachó un poquito hablando con Irma y le propinó al chulo de Hipólito una paliza después de que éste intentara maltratar a la pobre Irma. Así Patou pasó de gendarme a chulo de Irma, pero eso no era bastante para él.
Como nuestro amigo es tan pequeño y tan burgués…y con algunos escrúpulos (todo hay que decirlo) resultaba estar molesto, pues no quería que Irma trabajara en la calle para él. Así que, sin que Irma lo supiera, se puso a trabajar en el mercado por la mañana mientras ella dormía. Pero mi amigo tampoco tuvo bastante con ésto. Además de trabajar en el mercado se hizo pasar por un adinerado Lord inglés que se convirtió en el cliente fijo de Irma. Con las propinas que el Lord le daba Irma ya no tenía necesidad de trabajar el resto de la semana. Por cierto que las propinas salían de mi bolsillo, pero esa es otra historia. El caso es que Nestor trabajaba de mañana en el mercado y las noches las pasaba disfrazado de Lord inglés junto a Irma. Entonces le sucedió algo con lo que no había contado: se cansó. Sí, amigos, el bueno de Nestor estaba muy cansado por tener que madrugar todos los días e ir al mercado. Por las noches tenía que representar al Lord ante Irma así que cuando llegaba la hora de ser otra vez el novio de Irma… se dormía. ¡Pobre Patou!, Irma se enamoró del Lord inglés porque su novio no le hacía caso… pero ella no sabía que su Lord inglés era su novio…En fin, Nestor Patou tuvo que “matar” al Lord inglés, hacerlo desaparecer, para recuperar a Irma pero la policía lo acusó de asesinato y terminó en la cárcel. Obviamente la policía no sabía que el tal Lord inglés no existía así que, mientras tanto, Nestor esperaba alguna solución desde la cárcel. Yo actué de abogado, gracias a mi elevada experiencia, pero no pude reducir su condena. Lo que sí pude es hacerle huir de la cárcel haciendo una cuerda con las medias de Irma para que bajara desde la ventana de la celda. Nestor se escapó y se presentó a la policía vestido de Lord inglés para así liberarse de los cargos. Después se casó con Irma, que la pobre esperaba un bebé del Lord inglés, y yo asistí al parto en la misma iglesia. Por cierto, después de asistir a Irma pude ver sentado en los bancos de la iglesia a… ¿saben quién?, pues al Lord inglés… ¡pero esa es otra historia!.

Esta ha sido mi manera de contar una de las películas que más me hace reír. Prefiero “El apartamento” pero “Irma la dulce” es tan tremendamente loca que es el Billy Wilder que más me hace reír. Para contarles esta película me he metido en la piel de uno de sus personajes, el simpático Moustache interpretado por Lou Jacobi. He intentado contarles esta disparatad historia tal y como él la hubiera contado. Me encanta Shirley Maclaine en este papel, está irresistible. Jack Lemmon está genial, como siempre. Si vemos la versión original podemos apreciar cómo habla con perfecto acento inglés cuando protagoniza el papel del Lord y, sin embargo, su manera de hablar como Nestor Patou es totalmente distinta. En fin, una ingeniosa película de genios.

Escena de la primera noche que pasan juntos Irma y Patou. Es mi escena favorita:


Ahora les dejo con unas simpáticas fotografías de Irma la dulce: