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jueves, 27 de mayo de 2010

El reloj, no marca las horas...y un bolero


Ayer conocí a un amigo de toda la vida que encontré una noche a las diez de la mañana y que iba buscando el eco de una voz eterna que quedó grabada para siempre en su mente. Nunca había visitado Zaragoza pero, cuando lo hizo, le pregunté si había estado en mi calle favorita. Me respondió que en ella había encontrado algo que le llamaba poderosamente la atención, algo que ni yo mismo había descubierto tras veintiocho años de patear estas calles. Después de escucharle me di cuenta que estaba ante un verdadero poeta al que ni siquiera le hacía falta escribir. Esos son los verdaderos poetas, a los que no les hace falta escribir nada para sentir esas pequeñas cosas de la vida tan especiales. Cuando este tipo de gente, finalmente, escribe un libro es el mejor poemario que se pueda leer. Intentaré contarles más o menos en unos versos cómo fue nuestra conversación. Dedicado a mi amigo poeta que aún no sabe que lo es.

“En numerosas ocasiones he escrito versos
dedicados a esta calle que guarda mi memoria
Bajo sus baldosas empedradas hay grabadas algunas rimas
que se despeñaron en cierto lugar del olvido
pero que persistirán allí eternas
donde la ciudad palpita.

Bajo cada una de sus farolas he imaginado,
a veces soñado, con un beso distinto de un nuevo amor
y encendidas por la noche han iluminado
mi soledad, diluyendo la oscuridad, apaciguando el dolor

Pero hoy no le escribo a tus esquinas
mordidas de cierzo, de desamor, del paso del tiempo
ni a esa estatua que es ya parte de nosotros
y de nuestros paseos horadando los recuerdos

Tampoco dedicaré mis versos a la sempiterna visión
de la cúpula Regina Martyrum, al final del camino.
Hoy quiero ser mucho más sencillo.

Hoy dedicaré el tiempo al Café
Desde el que te escribí mis primeros versos

El Café de Zaragoza es un lugar de más sombras que luces
quizás porque está olvidado, quizás porque en él vive el pasado
Hay veces que veo la vida pasar a través de su ventanal
y creo estar en un barco al ayer siempre anclado.

Pero tuvo que ser un buen amigo quien me recordara
un detalle en el que yo apenas había reparado
Y es que bajo su antigua y artesonada marquesina
destaca un reloj que siempre permanece parado
como si no quisiera haber llegado a este futuro incomprensible
como si se hubiera quedado en el tiempo estancado
Se diría que tras pasar su umbral puedes viajar
a un espléndido lugar ya demasiado olvidado
que algunos aún soñamos con poder recuperar
Y allí, donde esos sueños se convierten en realidad
te invitará a una copa tu añorada segunda oportunidad”.




Como no podía ser de otra forma, "El reloj", cantada por el gran Lucho Gatica:


*En las fotografías se puede apreciar que el reloj, detenido en el tiempo, marca una hora diferente a cada lado. Las fotografías, cortesía de Amaya.