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jueves, 26 de enero de 2012

Citas culturales


 El martes 31 de enero tendrá lugar la primera sesión del tercer ciclo Libros filmados, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores, la FNAC y coordinado por Alfredo Moreno. Para comenzar esta tercer asesión del ciclo veremos la obra maestra Strangers on a train (Alfred Hitchcock. 1951) Como siempre, el evento tendrá lugar en la FNAC Plaza España de Zaragoza, teniendo lugar la proyección a las 18:00 y el coloquio a las 19:45 con Miguel Ángel Yusta y Alfredo Moreno.




Pasando a otro tema, en la Biblioteca de Alagón, hasta el 29 de febrero, se podrá contemplar una exposición de los libros cartoneros de Cartonerita Niña Bonita en la que tengo el honor de estar incluido con Jazzmen. Más información aquí.

sábado, 7 de enero de 2012

In cold blood (Richard Brooks. 1967)

Robert Blake como el asesino Perry Smith, antes de ser ejcutado

A sangre fría... han terminado las frenéticas fiestas navideñas, el nuevo año llega desalentador pero, en contra de toda inclemencia, intentaremos retomar el ritmo asiduo de este blog y de paso, volver al cine, que había quedado un tanto relegado a los constantes devaneos poéticos. Y así llegamos a una de las pocas películas que no pude disfrutar en las sesiones que el año pasado se ofrecieron de Libros filmados, error que he podido solventar estas vacaciones invernales (vacaciones???) al leer la novela de Truman Capote que inspiró esta película dirigida por Richard Brooks un año más tarde que la publicación, en 1967. La novela de Capote es una densa historia periodística, casi un estudio, sobre un estremecedor hecho real: el asesinato de la respetable familia Clutter (padre, esposa y dos niños), granjeros adinerados de Holcomb, Kansas, sin un motivo aparente, mientras dormían en su casa. Al concluir la novela, el lector puede dibujar en su memoria, a la perfección, cada personaje con todos sus rasgos, su personalidad, sus problemas e incluso sus inquietudes. Así de detallado es el relato de Truman Capote sobre esta matanza ocurrida en 1959, siete años antes de la publicación.


Los asesinos reales, Richard "Dick" Hickcock y Perry Smith. Resulta sorprendente el parecido con los actores elegidos
Pero precisamente el reto al que se enfrenta en la película Richard Brooks es contar toda la historia y esbozar, igual que en la novela, la personalidad de cada personaje, intentando que los espectadores lleguen hasta el final, conociendo a los personajes del mismo modo que el lector, al final de la novela. Y Brooks lo consigue. Con un ritmo trepidante, enlazando escenas y secuencias de manera admirable, el director nos sitúa, en un momento, en la misma noche del crimen. Por poner un ejemplo del ritmo con que se suceden las escenas recordaré el momento en que la pequeña de los Clutter, Nancy, está hablando por teléfono con su amiga. En el cambio de escena el que sostiene el teléfono es Perry Smith (Robert Blake), en una terminal de autobúses. Al otro lado de la línea alguien pregunta el nombre a Perry pero quien responde es Dick Hickcock (Scott Wilson), en otra escena diferente, mientras está cargando de combustible el vehículo en una estación de servicio. Estas escenas están enlazadas casi sin dejar tiempo para que el espectador reaccione y en un abrir y cerrar de ojos, se han presentado los personajes. La película discurre con el mismo ritmo y así se suceden de manera trepidante, la noche del asesinato, el viaje a Méjico, las constantes alucinanciones de Perry, pero también sus miedos y sus complejos; la vuelta a Kansas, las compras con cheques falsos para hacerse con dinero fácil y rápido, el cambio de matrícula en un vehículo robado e incluso el fallido intento de asesinato contra un conductor que les recoge en la carretera. En resúmen, Richad Brooks lo cuenta todo y esboza a la perfección los retratos de cada personaje. Dick Hickock y Perry Smith son , al fin, detenidos por Alvin Dewey (un estupendo John Forsythe, con algún "ramalazo Bogart") por el asesinato de cuatro personas y en principio, tan solo asesinadas por el mísero botín de 40 dólares y una radio. Sí incluye Brooks a un nuevo personaje que no está en la novela, el reportero interpretado por Paul Stewart, en el que podemos adivinar una suerte de Truman Capote, la voz que en la novela va narrando todos los pormenores de la investigación.
Robert Blake (Perry Smith), Alvin Dewey (John Forsythe) y Scott Wilson (Dick Hickcock). Apresados
Al igual que Capote, Brooks deja hábilmente hasta el final la duda de quién empuñó la escopeta que arrebató la vida de los Clutter y en conclusiónm, tanto en obra literaria como cinematográfica, el espectador-lector se preguntará si la sangre fría que tuvieron Smith y Hickock la noche del asesinato no es la misma sangre fría que tiene los hombres que condenaron y ejecutaron en la horca a estos dos sangrientos asesinos. Si bien es cierto, que la novela profundiza más en el problema de la pena de muerte, debo decir que en ningún momento decepciona en ese aspecto la película sino que este hecho acompaña perfectamente al resto de la historia y la completa, redondeando un film sobresaliente salpicado de manera perfecta por el jazz insuperable del majestuoso Quincy Jones. Y ahora les dejo con el trailer:



Smith y Hickock, entre rejas

Y ya que hablamos de asesinos, el próximo número de La Caja de Pandora, dedicado `precisamente a los asesinos, verá la luz el día 9, lunes. Estaremos pendientes.

martes, 15 de noviembre de 2011

Entrega de premios "Raíces de papel" 2011


El próximo viernes 18 de noviembre, a las 18:30 en la Cultural Telefónica de Madrid (Plaza Cristino Martos) se entregarán los premios literarios otorgados por la plataforma cultural Raíces de papel y se presentará la Antología poética Raíces de papel (Ed. Cardeñoso 2011) reseñada aquí en el diario Hoy por Manuel Pellecín, miembro de la Real Academia de Extremadura.Se presentarán los libros Deseos humanos (Ed. Cardeñoso 2011), microrrelatos de cine y Por el envés del tiempo (Ed. Cardeñoso 2011) de Raquel Vázquez, ganadora del primer premio de poesía.


Agradezco a Juan Calderón Matador y a Javier Bueno su constante promoción de la creación literaria tanto con estos premios como con la revista digital en la que tengo el placer de participar. También agradezco al jurado que hayan elegido mi relato Deseos humanos como el ganador del II Certamen de Microrrelatos de cine Arvikis-Dragonfly 2011. Este relato quiero compartirlo con todos vosotros, cinéfilos:

Deseos humanos

Don Ambrosio Vidal Romero, natural de Madrid, es un señor mayor siempre vestido con traje gris que, en el metro, cede su asiento a las señoras porque es todo un caballero. Cada mañana toma un cafelito en Vergara y cada tarde una copita en el Gijón, antes de quedar con su amada Gloria. Después, cuenta la gente, que se le ve deambular siempre por las mismas calles, en soledad, y que termina sentándose todos los días en un banco frente al antiguo cine Salamanca, hoy desaparecido.


Su amigo Pedro, cansado de murmuraciones, se dispuso a hablar con él. Ambrosio insistió en que Gloria, más tarde o más temprano, habría de acudir a la cita, pues hacía ya unos años que habían quedado en verse allí todas las tardes.


Pasados unos meses don Ambrosio murió pero, un día después de su fallecimiento, Pedro recibió una carta suya. En su interior había un poema de amor dedicado a Gloria, un antiguo ticket del cine Salamanca para ver la película Deseos humanos y na foto dedicada de la actriz Gloria Grahame.


Pedro sonrió melancólico, levantó la vista al cielo y exclamó: Amigo, ahora debes estar en la Gloria.

*********

En el libro Deseos humanos, que se podrá adquirir el día 18 al igual que Por el envés del tiempo y la Antología poética Raíces de papel, en la presentación, consta de 51 relatos breves cinéfilos seleccionados para publicación, entre los que se encuentra mi amigo Roberto Malo con su relato ¿El futuro está en 3D?. La portada de Deseos humanos cuenta con la participación de Antonio Callau y su retrato de Gloria Grahame:
Retrato a lápiz de Gloria Grahame (Autor: Antonio Callau)

domingo, 6 de noviembre de 2011

Nueva sesión de libros filmados: El resplandor (Stanley Kubrick-Stephen King)

Jack Nicholson como Jack Torrance

El próximo martes 8 de noviembre a las 18:00 tendrá lugar en la FNAC de Plaza España la última sesión de Libros filmados en 2011 Alfredo Moreno (no necesita presentación) y el aspirante que escribe estas líneas resplandecerán y esplenderán juntos, mano a mano, divagando sobre la película que en 1980 dirigió Stanley Kubrick y la novela que en 1977 supuso el primer best seller de Stephen King: The shining (El resplandor) Intentaremos iluminar todas las diferencias, que no son pocas, entre un resplandor y otro. Jack Nicholson no acudirá a la cita porque, según comentan las autoridades de Los Angeles, permanece sentado en el palco del Staples Center esperando que comience la NBA. Como lleva siendo ya la costumbre durante las últimas sesiones, a las 18:00 se proyectará la película y a las 20:30 tendrá lugar la charla-coloquio-divagación. Nos vemos resplandeciendo todos juntos el próximo martes.



lunes, 31 de octubre de 2011

39 Estaciones, de Alfredo Moreno (Ed. Eclipsados 2011) PRESENTACIÓN: 3 de noviembre


Para todos los que hemos tenido la suerte de conocerlo, para todos aquellos que han ascendido los 39 escalones (más de un millón y subiendo...), para todos los que alguna vez han asistido al ciclo de Libros filmados, que cada mes se realiza en la FNAC, para los que han escuchado sus intervenciones radiofónicas en Distrito cine de TEA FM o, en definitiva, para todos aquellos que hemos podido aprender un poquito más sobre el maravilloso mundo del cine gracias a sus palabras, este momento era algo muy esperado. Al fin, Alfredo Moreno publica su primer libro titulado, 39 Estaciones (Ed. Eclipsados 2011) y más que estaciones este libro es un tren que nos lleva a través de inolvidables paisajes del celuloide, pasajes que perduran en el recuerdo de todo cinéfilo y personajes que forman parte ya de la historia de la expresión artística más importante del siglo XX. Como subraya el subtítulo del libro, será un placer para todo lector profundizar en las 39 estaciones de este viaje entre el cine y la vida. En él podemos encontrar cineastas desde Buster Keaton  a Wong Kar-Wai pasando por Nicholas Ray, temas tan interesantes como las distintas apariciones del diablo en la historia del cine o puro amor declarado al séptimo arte como en los relatos-artículos dedicados a Marty o a El hombre tranquilo.  El próximo jueves, 3 de noviembre, a las 20:00, Miguel Ángel Yusta presentará 39 Estaciones en la FNAC Plaza España de Zaragoza junto al escritor Roberto Malo, el editor Nacho Escuín y el autor del libro Alfredo Moreno. Una cita imprescindible que no se debe pasar por alto.
Cartel presentación

domingo, 23 de octubre de 2011

Laura (Otto Preminger. 1944)

Laura (Gene Tierney)



Tantas veces que hablo de esta película, como una de mis preferidas y nunca he escrito aquí ni una pequeña reseña. Este texto fue publicado en el número catorce de la revista Eclipse, dedicada a los sueños:

Dana Andrews y Gene Tierney

Laura es solo un sueño

Se suele decir que el cine es la mayor fábrica de sueños que existe, quizá la única y puede que sea esta la razón por la que tanto nos entusiasma el séptimo arte, porque el ser humano necesita soñar y nutrirse de historias que lo alejen de la realidad o que lo aproximen a ella de una manera distinta. Mientras la literatura brinda al lector la posibilidad de crear las imágenes en ese otro mundo al que nos transporta, el cine ya nos evita esa labor y los sueños son los fotogramas apabullantes, como si el espectador, en definitiva, pudiera soñar despierto. En 1944 Otto Preminger dirigió probablemente una de las películas más oníricas de la historia del cine. Sin llegar a la fantasía romántica de Portrait of Jennie (William Dieterle. 1948), Preminger nos ofrece un objeto evanescente de deseo, un amor que navega entre la realidad y el mundo de los sueños con la insalvable frontera de la muerte. En The quiet man (John Ford. 1952) se nos ofrece un paraíso de ensueño, todo un poema de amor hacia Irlanda y a un pueblo que, por otra parte, no existe en el mundo real a la manera del Shangri-La de Horizontes perdidos (Frank Capra. 1937) Sin embargo, el mundo onírico que se muestra en Laura es despiadadamente real, duro y lleno de crudeza, rodeado de todas las bajas pasiones que existen en la vida real. Preminger se basa en la novela homónima de Vera Caspary para trasladarnos a una sociedad visiblemente corrompida, a una intriga de puro cine noir, pero también a un amor soñado que puede llegar a tener infinitas lecturas. Dana Andrews encarna al detective Mark McPherson encargado de investigar el asesinato de Laura Hunt (Gene Tierney), una joven publicitaria, soltera y emprendedora que mantenía un confuso compromiso matrimonial con Shelby Carpenter (Vincent Price) y una relación aparentemente amistosa con el crítico literario Waldo Lydecker (Clifton Webb). McPherson comienza la investigación del asesinato interrogando a las personas más allegadas, descubriendo la enfermiza pasión que Waldo sentía hacia Laura y el profundo enamoramiento de su prometido Shelby Carpenter e incluso de su amiga Ann Treadwell (Judith Anderson) . El detective, al mismo tiempo que el espectador, llega a saber cómo es Laura a través de las descripciones y las pasiones de dos hombres enamorados y de dos mujeres que la admiraban, como si realmente la hubiera conocido en la vida real. Tanto es así que McPherson llega a enamorarse de la víctima y el espectador, a la vez que el personaje, es conducido hasta ese estado de fascinación y confusión en la investigación que está llevando a cabo. El espíritu de Laura es tan presente como el de Rebeca en la película de Hitchcock pero con un sentido completamente distinto. En Laura todos los espectadores desean que la protagonista esté viva mientras que en Rebeca el efecto es precisamente el contrario. La escena culminante llegará en el apartamento de Laura, mientras McPherson está buscando entre sus cajones, entre sus ropas, y entre sus cartas alguna pista que le lleve a resolver el caso o, al menos, a mitigar la pena por la muerte de esa mujer de la que él mismo se podría haber enamorado. McPherson queda fascinado por la contemplación del retrato de Laura mientras, auxiliado por el whiskey y cansado por las largas horas de insomnio, quedará adormilado en el sillón. Al despertar, Laura aparece ante McPherson, viva, después de haber pasado unos días retirada en el campo. El asesino que quiso acabar con la vida de Laura disparó contra el rostro de su compañera de piso, muy semejante físicamente. Laura está viva. Esta escena es el punto de inflexión que cambiará el desarrollo de la investigación. Este maestro giro narrativo supone el momento culminante de esta situación onírica en la que Preminger nos ha embarcado desde el comienzo de la película. Bien sea por el ambiente diseñado entre flashbacks y diferentes planos de cámara, bien por la acertada y mágica música de David Raksin, el espectador se ha sentido también víctima de ese hechizo, de ese encanto que el personaje de Dana Andrews ha sentido por el de Gene Tierney. Por eso, la primera mitad de esta película es como un sueño, una pesadilla con un final feliz porque Laura está viva, pero un sueño que debe continuar hasta terminar la investigación.
Gene Tierney y Vincent Price

lunes, 3 de octubre de 2011

Duel (Steven Spielberg. 1971)

Los dos protagonistas de la película (camión y coche) dispuestos a enfrentarse al duelo en la carretra

Sería injusto por mi parte no reconocer la importancia que tuvo el cine de Steven Spielberg en mi infancia. Crecí con E.T., Encuentros en la tercera fase, Tiburón o las aventuras de Indiana Jones y ya en mi adolescencia, me sorprendió gratamente con Jurassic Park. Todas estas películas están irremediablemente en la memoria de mi infancia. No obstante, aparte de este recuerdo sentimentaloide sobre este tipo de cine, no he visto Super ocho y es que, según creo, toda esa magia de los ochenta no se puede resucitar ni trasladar a estos tiempos. Prefiero mantener el grato recuerdo de todos aquelllos títulos que me acompañaron las tardes de cine en los desaparecidos Cine Mola, Fleta, o Don Quilote. Pero para ser sinceros, si tuviera que elegir una película en la extensa y variopinta filmografía de Steven Spielberg, me quedo con El diablo sobre ruedas (Duel) filmada para la televisión y que descubrí en el programa Qué grande es el cine de José Luis Garci. El diablo sobre ruedas es la tercera película en la filmografía de Spielberg y además de ser un homenaje a Alfred Hitchcock, según las propias palabras del director, es una magnífica conversión en celuloide de otro gran relato de Richard Matheson.

Como único escenario, una larga y polvorienta carretera interminable. Una road movie en la que David Mann (Dennis Weaver), un tipo normal con problemas en su matrimonio y un largo viaje de negocios que realizar, conduce su Plymouth Valiant del 71 a través del desierto. Desde el principio, David, debe soportar la amenaza de un sucio y viejo tráiler oxidado que le hará el viaje imposible durante toda la carretera e incluso, estará a punto de terminar con su vida. La clave de la película es que el tráiler es un personaje más, el villano que siempre se siente presente; un camión que incluso, según se nos muestra en casi todo el metraje, carece de conductor o simplemente, no importa. Una de las escenas preferidas es la que acontece en un restaurante de carretera en el que se han detenido los dos vehículos. En el establecmiento, David intenta localizar al conductor del tráiler sin éxito. El miedo, la presión de David, llega a niveles desesperados y los espectadores le acompañamos en esta sensación de soledad y peligro que un hombre amenazado, en mitad de una carretera casi desierta, puede llegar a soportar.

Realmente el tráiler es mucho más que esto. Es el predecesor del tiburón en Jaws, el del T-Rex en Jurassic Park y la bola que persigue, aunque sea un instante, a Indiana Jones. Y el hecho de que su conductor sea anónimo es un hallazgo para que, precisamente, el peligro se centre en ese monstruo que, contemplado desde un túnel y con las luces encendidas, parece este camión.

El tráiler, la amenaza, tiene vida propia sin necesidad de ser conducido. Prueba de ello es el contínuo chirríar de suy oxidada carrocería, los rugidos del motor que más parecen un estertor de una bestia lanzando el aliento sobre el cogote de David, su presa. A continuación veremos la primera aparición del tráiler en la carretera:

viernes, 30 de septiembre de 2011

El planeta de las cápsulas (Microrrelato cinéfilo)

Adorada y vieja cafetera...

Una multitud de cápsulas multicolor rodean al último grano de café que, de rodillas y exacerbado, grita ante una vieja cafetera medio enterrada en la arena: "¡Maniáticos, sois unos maniáticos!"

FIN


Reflexión post-relato:


Sí, amigos. El mundo es diferente a las siete de la mañana, contemplado desde una máquina de café. Esos polvillos de capuchino, café con leche, chocolate, té e incluso caldo, guardan en su interior algo de sub-infierno. Nadie toma café ya como antes. Como dice un buen amigo mío, el mundo está obsesionado por las prisas y el café también es víctima de ese gusto por la rapidez. De hecho, esto ha sido un microrrelato, porque tenía mucha prisa. Ya nadie calienta café en el fuego, ya no huelen las casas a café recién hecho ni sale humo de las cafeteras. Ahora solo hay cápsulas y trenexpressos. Sí amigos, a las siete de la mañana, ante una fría máquina de café, el mundo adquiere un abismo extraterrestre si de fondo suena, en el hilo musical del trabajo, la banda sonora de "El planeta de los simios".

lunes, 26 de septiembre de 2011

Arranca el tercer año de "Libros filmados"


El próximo martes 27 de septiembre (mañana) arrancará el terce año del ciclo Libros filmados coordinado por Alfredo Moreno y organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores. A las 18:00 se poryectará la película A sangre fría de Richard Brooks sobre la novela de Truman Capote. A las 20:00 tendrá lugar el coloquio con Alfredo Moreno y Fernando Gracia Guía. Como siempre, la cita cultural tendrá lugar en la FNAC Plaza España (C/ Coso 25-27)

A disfrutar del cine!

jueves, 15 de septiembre de 2011

La Caja de Pandora, Nº2: Drogas

Frank Sinatra en El hombre del brazo de oro

Al fin ha llegado el segundo y esperado número de La Caja de Pandora , dirigida por Crowley, que pueden descargar aquí o leer directamente en este otro enlace. En él se aborda el siempre difícil tema de las drogas y las adicciones. Este número está dedicado por completo al siempre añorado An-ro con una muy acertada dedicatoria de Mucipa. Las ilustraciones de este número son de Tomás Serrano, Miquel Zueras , Antonio Callau. A continuación, los contenidos:

DVD nos habla en su artículo "Esas sustancias entre nosotros" del problema de las drogas, en general y de la película Teniente corrupto
Pablo de Blas Andrada aborda el tema de las adicciones en el cómic (Popeye, Robert Crumb, Spiderman, Charle Burns, Tintín...) con su artículo "Una breve historia general de las drogas"
Lula Fortune realiza una entrevista al escritor Niccoló Ammaniti, autor de Io e te , todavía inédita en nuestro peís de la que Lula nos ofrece su traducción de algunos fragmentos. Io e te se publicará próximamente en Anagrama.
La mujer escarlata nos dejas seis impactos en fotogramas y palabras.
Mucipa con su Sinfonía fantástica de Berlioz trata el tema del consumo de drogas en el proceso creativo.
Crowley nos habla de Edward Alexander Crowley, su particular visión sobre la cocaína y de William Burroughs y su adicción a la heroína. En otro artículo también aborda Genesis P Orridge, El placer de experimentar y finalmente Trainspotting.
Servidor que escribe estas líneas tiene el placer de participar en este número hablando del papel de Frank Sinatra en El hombre del brazo de oro (Otto Preminger. 1955), cómo llegó hasta él y cómo lo rodó. También, en otro artículo, abordo una de mis películas favoritas sobre adicciones con Días de vino y rosas (Blake Edwards. 1962) y finlamente con un poema titulado La frontera de la libertad.
Ramón Monedero  aborda el artículo La sangre como droga para hablar de la adicción que los vampiros experimentan hacia la sangre. En este artículo trata la película Drácula de Terence Fisher.
Kinezoe habla de su admirado y siempre simpático Dean Martin y su magistral interpretación en la película Rio Bravo. Kine abre el artículo con una frase de Martin que dice así: "Si la gente quiere pensar que me emborracho y paso fuera toda la noche, allá ellos, ya sabes, así es como llegué hasta aquí"
Babel nos habla de The trip (Roger Corman) y el LSD. En otor artículo aborda Clockers de Spike Lee, sangre y drogas en las calles.
Nicolás Ruíz nos habla de la película Arrebato (Iván Zulueta)
Aarón Rodríguez analiza la amarga Christiane F
Cinemagnific también se centra en otra película de nuestro cine con El pico
Miguel Ángel Villalobos nos devuelve al mundo del cómic para hablarnos del autor Grant Morrison y su obra Invisibles
Licantropunk nos ofrece dos artículos sobre dos visiones completamente diferentes. Por un lado la polémica Kids de Larry Clarck. Después aborda Miedo y asco en Las Vegas de Terry Gilliam.
Dialoguista  se centra en el tratamiento de las drogas en el corto hablándonos de Paraísos artificiales, que podemos ver aquí.
Astrum X  nos habla de las drogas satánicas, en el film Belcebú
Para terminar Pabela aborda el tema de las adicciones con A scanner darkly (Richard Linklater. 2006)

Espero que la disfruten!

lunes, 5 de septiembre de 2011

La grandeza de una miniatura (Relato)



Cuando el sol parece derramarse por todo el cielo, en esa precisa hora en que todas las conversaciones del mundo caen en silencio, para contemplar un nuevo atardecer como si fuera el último, el ocaso atrapó también el semblante de Pablo. Lo vi en sus ojos. Embutido frente a mí, sentado a la mesa de mi despacho, nunca lo había visto tan hundido, tan insignificante. Realmente era un hombre derrotado. Tal era su lealtad, tan acusada su empatía, que al haberme apabullado con todas aquellas nefastas noticias, en lugar de quedar aliviado, su aspecto se tornó tan apesadumbrado que me sentí el hombre más ruin de este mundo. Si hubiera podido, en aquel instante, le hubiera entregado cualquier cosa que necesitara, pero lo malo es que ya no me quedaba nada para poder dar. De tal manera, sintiéndolo mucho, me despedí de él y su figura desapareció con las últimas notas de color que interpretó el atardecer.

Las sombras me abrazaron y quedé solo, en silencio, en ese gran caserón que al día siguiente ya no sería de mi propiedad. Por las paredes parecían entonces desparramarse los primeros besos de mi amada, sus te quiero incomparables y aquellos nomeolvides recién regados, justo antes de olvidarnos. Dentro de una vieja televisión apagada, en algún rincón de su armazón, se reproducía el recuerdo de los fotogramas eternos, para siempre en mi memoria, de todas aquellas películas que veíamos juntos, cada noche después de cenar. En las esquinas del largo pasillo que conduce a la sala, aún tropezaba el recuerdo de los primeros pasos que dieron por él mis hijos y de aquella última fiesta de cumpleaños ahora quedaba solo un pequeño hilo de humo, de una vela que tardó demasiado en apagarse. Me pregunto dónde estarán ahora todos ellos, mi mujer, mis hijos; todos olvidados de mí. Seguramente lo merezco pero tan solo quisiera saber cómo reaccionarían ahora que lo he perdido todo y desde la ruina, ya no conozco mi orgullo. Ahora, después de no haber cenado, tampoco me gusta el guión de esta última película que tendré que ver en soledad.
Es muy duro pero así es la realidad. Sacrificas todo por hacer una fortuna y de un día para otro, encuentras la difícil tarea de tener que luchar para sobrevivir. Se acabaron las largas estancias en Montecarlo, los viajes a París o las entrevistas para las revistas importantes. De un plumazo la vida me robó lo que antes me había regalado sin esfuerzo. Ahora solo podré vivir con lo que obtenga en la venta de la última propiedad que me queda. Esta noche promete ser larga y en estas horas es cuando realmente añoro la existencia de alguien que me espere con los brazos abiertos. Pero todo es inútil. Creo que la mejor opción será no despertar mañana.




Efectivamente. El hombre rico, arruinado, había llegado a la conclusión de que, antes de cambiar de vida, era mucho más conveniente abandonar, terminar con la tortura que se avecinaba. Lo tenía todo cuidadosamente preparado. Sobre el escritorio yacía una nota con sus últimas voluntades pues las deudas nuncas las quiso declarar. Para la ocasión vestía un elegante esmóquin y un pañuelo rojo sobresaliendo por el bolsillo. Al menos, se dijo, moriría elegante. Solemnemente y sin titubear abrió el falso fondo del armario e introdujo la combinación de la caja fuerte. Un Astra del 43 esperaba en el interior con el tambor lleno, preparado para las emergencias. Nunca supuso que fuera así la primera situación para utilizarlo. Pero al coger el revólver, en un descuido, tiró al suelo una vieja bolsita que lo acompañaba en ese triste reducto de la caja fuerte. Era un saquito de lana blanco, sucio y bien anudado, que aquel hombre casi había olvidado. Cuidadosamente dejó el revólver en el suelo y abrió la bolsa. En su interior encontró un pequeño coche de miniatura a escala 1:64 con el que, en su infancia, había jugado en innumerables ocasiones. Se trataba del primer coche que obtuvo de la que, con los años, sería una gran colección de miniaturas. Era un pequeño Renault 18 al que casi ya no le quedaba ni rastro de la pintura roja que lo cubría. De rodillas, con aquel juguete entre sus manos, recordó un día en que el mundo era joven y los abrazos de su madre aún conseguían conservar intactos todos los sueños. Su mirada se nubló cuando decidió ponerse en pie, tomar el revólver y dirigirse al escritorio. 


En madrugadas como aquella, las sombras suelen acosar de tal manera que parecen aferrarse al cuello de su víctima hasta ahogarla. En ese momento tan solo hay que buscar un cabo atado a la realidad, un señuelo en nuestra historia que nos deje continuar. Nuestro hombre arruinado rompió en pedazos sus últimas voluntades y destrozó el revólver contra las paredes de su habitación. Al amanecer de aquella siniestra noche, con aquel juguete entre las manos, miró al cielo con una irónica expresión y pensó que sería buena idea poner una de esas películas que tantas veces había disfrutado. Pero tan solo al ver la introducción, después de que salieran las grandes letras del título, detuvo la reproducción. Se levantó del sillón y cogió el pequeño juguete que aquella noche había sido su salvación. Lo situó en un expositor y a sus pies colocó un pequeño cartelito donde se podía leer solo un nombre: Rosebud. Recordó entonces que el cine también era una buena razón para vivir, una constante lección para aprender.

Pues eso, un relato dedicado al cine y a Orson Welles...¿cómo no? Sí, las fotografías son caseras. Ese pequeño Renault 18 reproducción Majorette fue el primer regalo cuando cumplí tres años, en 1984, según me contaron.

The Promise (Bruce Springsteen) Una canción sobre las promesas rotas y las promesas importantes:

sábado, 20 de agosto de 2011

My personal jukebox (8)

Luois Armstrong fue quien popularizó con mayor difusión esta canción popular procedente de Nueva Orleans con raíces gospel que se utilizaba principalmente como marcha fúnebre. Nada que ver con el resultado que se obtuvo al ser interpretada por bandas de jazz y dixie en la primer amitad del siglo XX. Hasta esta sección titulada My personal jukebox, un poco ya olvidada, traigo hoy el dueto formado por Danny Kaye y Louis Armstrong interpretando esta canción en una delirante escena de la comedia biográfica titulada The five pennies (Tu mano en la mía) dirigida por Melville Shavelson en 1959. En ella Danny Kaye interpreta el papel del trompetista Red Nichols.



Siguiente video, la canción Lullaby in Ragtime (compuesta por Syilvia Fine, esposa de Kaye) intepretada por Danny Kaye y Barbara Bel Geddes en la misma película:



The five pennies (Melville Shavelson. 1959)
Lullaby in Ragtime (Sylvia Fine. 1959) 

Y lo mejor que podemos hacer es escuchar a la orquesta de Louis Armstrong interpretando When the saints go marching in, de verdad y sin chistes como en el caso anterior:

jueves, 18 de agosto de 2011

Kiss of Death (Henry Hathaway. 1947)

Richard Widmark en el papel de Tommy Udo
Como quien estudia la Historia Universal en antiguos libros de texto y recuerda ciertos párrafos inolvidables, también en mi memoria resistía un fotograma de Richard Widmark arrojando escaleras abajo a una pobre vieja inválida amordazada a su silla de ruedas. Es ya una de las escenas míticas del cine negro y al fin logré encontrar Kiss of Death, la película a la que pertenece y disfrutar de una buena revisión, repitiendo el fotograma mencionado unas cuantas veces.
Y es que el gran hallazgo de Kiss of Death es este Richard Widmark en la piel de villano despiadado, asesino sanguinario, con brotes psicóticos acompañados por siniestros ataques de risa nerviosa justo antes de cometer un nuevo crimen. De hecho, en lugar de Kiss of death bien podría haberse llamado Laugh of Death porque esa expresión sonriente del asesino y esos pequeños ataques de risa, consigue helar la sangre a cualquiera. Sobrertodo a Victor Mature, protagonista de esta historia en la que encarna a un vulgar ladrón llamado Nick Bianco que se ve obligado a robar para alimentar a su familia (dos hijas y una esposa). El comienzo de la película es soberbio, con una panorámica neoyorkina envidiable que presenta a la ciudad que nunca duerme, en nochebuena y la voz en off de Nettie ("la chica", Coleen Gray) narrando el prólogo. Posteriormente la acción nos sitúa en el atraco de una joyería organizado por Nick Bianco junto a tres rateros más. Pero antes de abandonar el edificio, la policía consigue reducir a Nick. Una vez detenido, su destino se cruza con el del asesino Tommy Udo (Richard Widmark) que también está detenido, auque este último por mucho menos tiempo.
Tommy Udo (Richard Widmark) y Nick Bianco (Victor Mature)

El fiscal Louis D'Angelo (Brian Donlevy) intenta convencer a Bianco para que delate a sus acompañantes en el atraco a la joyería y de esa manera, librarse de una condena más larga. Nick rechaza la oferta de D'Angelo alegando que él no es ningún chivato y es enviado a la prisión de Sing-Sing para una condena de veinte años. Pero a los tres años de estar preso recibe la noticia del suicidio de su esposa y el ingreso de sus dos hijas en un orfanato. A los días recibe la visita de Nettie (Coleen Gray), que solía ejercer de niñera, para contarle que su esposa le fue infiel en los últimos años. Nick decide cambiar de actitud, reuinirse con D'Angelo y delatar a los rateros que iban con él la noche del atraco para, de esa manera, obtener libertad provisional y ver a las niñas.
D'Angelo (Brian Dolevy) intenta persuadir a Bianco
 Después de unos días más de libertad Nick se enamora de Nettie y contrae matrimonio. Aunque Nick queda absuelto y liberado de la cárcel, su colaboración con la policía llega cada día más lejos y el destino volverá a cruzar en su camino al asesino Tommy Udo. El fiscal D'Angelo solicita la colaboración de Nick para atraparlo definitivamente. Nick declara contra Udo en el juicio pero el acusado consigue salir inocente. Como resultado, cuando Nick ha conseguido librarse de la cárcel por su colaboración con la policía y su buena conducta, se encuentra en libertad mucho más atrapado que en la prisión pues sabe que, más tarde o más temprano, Tommy Udo le ajustará las cuentas. Al fin y al cabo, otra película imprescindible para los amantes del cine negro y excepcional alternativa para quedarse en casa y mitigar los calores de este agosto que se eterniza.
Último encuentro entre Tommy Udo y Nick Bianco
Pero lo que realmente me hiela la sangre es el sospechoso parecido entre Richard Widmark y Frank Sinatra. Miren, miren...
Richard Widmark como Udo
Frank Sinatra en "Suddenly"
Y ahora la escena comentada que ocupa la cabecera de este post:




martes, 2 de agosto de 2011

Angel face (Otto Preminger. 1952)




Robert Mitchum y Jean Simmons en un fotograma de la película
El director de orígen austriaco Otto Preminger (nacido en Wiznitz, una ciudad de la actual Ucrania) dirgió esta película con una pareja protagonista explosiva, la formada por Robert Mitchum y Jean Simmons, en 1952. Con una rápida escena de introducción Preminger nos traslada a una noche de Beverly Hills (perfectamente reconocible la imagen nocturna de Los Ángeles que se nos ofrece detrás de una ambulancia que corre, calle arriba) en la que un escape de gas, accidental o no, ha estado apunto de terminar con la vida de la señora adinerada Catherine Tremayne (Barbara O'Neil) Frank Jessup (Robert Mitchum) es el enfermero encargado de conducir la ambulancia que acude a casa de los Tremayne y el azar es quien propicia el primer encuentro entre este y Diane Tremayne (Jean Simmons), hijastra de Catherine. En ese primer encuentro, Diane parece estar visiblemente histérica a causa del incidente, así que Frank le propina un bofetón que, de inmediato, le es devuelto por Diane. Sin embargo, Frank alude que su acción ha sido por prescripción facultativa. Indudablemente este primer encuentro es explosivo y prepara ya, al espectador, para una intensa relación entre estos dos personajes.

Jean Simmons es una mujer fatal a la usanza del cine negro que, poco a poco, va absorbiendo la vida y la mente de un hombre normal que, hasta ese momento, tenía una vida normal, con planes de futuro junto a una mujer, Mary Wilton (Mona Freeman), que desaparecerá en cuanto aparece una rival a la que nunca podrá hacer frente. Diane arrastrará a Frank a un mundo de perdición y crimen del que ya nunca podrá regresar. Las dudas que Frank tiene sobre Diane, después de la primera visita de la ambulancia a casa de los Tremayne, se aclararánn al comprobar el odio que esta mantiene hacia su madrastra y por otro lado, la pasión ciega que le lleva a confiar en el hombre acabado que es su padre, Charles Tremayne (Herbert Marshall)
Robert Mitchum (Frank Jessup) y Mona Freeman (Mary Wilton)
A pesar de todo Diane consigue que Frank deje su trabajo como conductor de la ambulancia y se emplee como chófer de la familia. Frank no tiene dudas acerca de la personalidad de Diane pero, aún así, existe una atracción fatal que le une a ella y le impide abandonarla. Finalmente, la muerte de los dos señores Tremayne, cuando conducían un coche con la marcha atrás manipulada, condenan a Frank y Diane a un juicio por asesinato premeditado.
Frank conduce el Jaguar deportivo de Diane
Aunque el abogado defensor Fred Barrett (Leon Ames) consigue demostrar, o hacer creer al jurado, que los acusados son inocentes el peso de la culpa planea sobre Diane y es entonces cuando se consigue hacer dudar al espectador con un falso arrepentimiento de la asesina. A partir de ese momento la película toma un giro drástico hasta el desenlace final que, por otra parte, puede resultar esperado.
Jean Simmons maquinando...



La intriga en la que se mantiene al espectador ante la personalidad y culpabilidad real del personaje encarnado por Jean Simmons transcurre al mismo tiempo que la duda que se mantiene en el personaje de Robert Mitchum, por lo que este espectador se identifica con el protagonista. Otro acierto de esta más que recomendable obra del cine noir es la música de Dimitri Tiomkin, que contribuye sobremanera a acrecentar el confuso ambiente de esta relación y este drama freudiano, como se le calificó en su momento.
El Jaguar XK 120 que conduce Jean Simmons en esta película fue un clásico en las carreras de Le Mans

Otro fotograma del Jaguar XK 120, frente al Harry's, lugar de encuentro de los dos personajes protagonistas
Diane vigila desde la ventana

jueves, 28 de julio de 2011

La mirada de Loretta Young


Es una calle que nunca caminamos
en esta ciudad que conoce nuestros pasos.
Es un leve rencuentro pasajero
con aquella noche que abrazamos
como se abraza a un incendio.


Puede ser solo una percepción
sugerida por el lastre de la añoranza
pero juraría que, cuanto más se acerca el verano,
más potente me golpea tu recuerdo
en el centro de la resignación.


Y es que
el verano es rojo, como tus labios
La pasión es un rubor de tus mejillas
que encarna al amor
y las cerezas son solo un fruto
prohibido y alejado,
olvidado del invierno.


Puede ser solo un espejismo
pero juraría que las calles del verano
en esta maldita ciudad
están impregnadas de tu esencia
-Tan solo una bocanada y vuelvo a sentirte,
vuelvo a sentirme joven-


Tu recuerdo, desde hoy, es loco y desenfrenado
sugerente y desinhibido
como todas aquellas actrices
que, en los años treinta,
prescindían de la ropa interior
para todas sus fiestas.
Tu recuerdo es persistente
al paso de los años,
vivo y límpido
en cualquier cosa intangible
pero vital.


Pero ahora, en la quietud de la noche,
por despistar a la memoria,
he decidido embriagarme una vez más
con el buen cine, de las sombras y los grises,
del blanco y el negro.
He intentado enamorarme otra vez
con un primer plano
de la bella protagonista,
con un beso inesperado
o con el ritmo en sus caderas
bailando cualquier pieza de jazz


Sin embargo, una vez más,
aquí, en la oscuridad de mi sala de estar,
brillaron fulgurantes los inmensos ojos
de Loretta Young.
Esta noche hablaban de sinceridad,
de juventud y eternidad,
de lo fugaces que se pierden
algunas oportunidades
y lo rápido que pasan ciertos trenes.


Y en el fondo de aquellos
claros ojos sinceros
advertí que todo aquello que me decían
ya lo había escuchado antes
 y aprendí también que aquella noche tan aciaga,
al menos Loretta Young
me miraba por ti.


Este poema fue inspirado, en parte, por una entrada del recordado Antonio (AN-RO), que se puede leer aquí. También de su blog saqué la primera fotografía de Loretta Young.

viernes, 15 de julio de 2011

No way out (Joseph L. Mankiewicz. 1950) y nuevo número de Cineuá

Sidney Poitier (como el doctor Brooks) encañonado por Richard Widmark (como el delincuente Ray Biddle)

Muy gratamente me ha sorprendido esta película que he visto por primera vez y que significa el debut ante las cámaras del estupendo actor Sidney Poitier, después de unos pequeños trabajos como extra. En Un rayo de luz (título de No way out para el público español, aunque más parezca una peli de Marisol) Poitier es el Doctor Luther Brooks, encargado de la sección de presidiarios, en uno de los más importantes hospitales de la ciudad donde, además, destaca por ser el único médico afroamericano (con lo que ello significa en plenos años cincuenta). Hasta este hospital llegarán con una superficial herida de bala, tras una tentativa de atraco en una gasolinera, los hermanos Johnny (Dick Paxton) y Ray Biddle (Richard Widmark), un par de rateros que intentaban escapar de la policía. Lamentablemente Johnny llega hasta el hospital moribundo a causa de un tumor cerebral que nunca ha sido tratado. En un intento desesperado, el doctor Brooks intenta salvarle la vida pero Johnny muere en sus brazos. Ray Biddle ha presenciado todo, desde la cama de al lado y decide que el doctor Brooks ha asesinado a su hermano. Para aclarar los hechos Brooks pide a su superior, el doctor Wharton (Stephen McNally), la autopsia del cadáver para la cual se necesita el consentimiento familiar. Pero Ray prefiere dar por hecho que el doctor Brooks es el asesino de su hermano, no autorizar la autopsia y de esta manera acrecentar su odio hacia él y hacia todas las personas de su misma raza.
Richard Widmark y Sidney Poitier en un momento de tensión durante la película
El doctor Brooks y el doctor Wharton recurren entonces a la viuda de Johnny Biddle, Edie Johnson (Linda Darnell), que resulta estar divorciada legalmente de su marido desde hace más de un año y además, haber sido amante de Ray Biddle. La historia se complica cuando Ray Biddle decide poner en marcha un plan de venganza, convocando a los matones de la barriada donde nació, para llevar a cabo una emboscada en el barrio negro de donde el doctor Brooks procede. Los hechos se desencadenarán una noche fatal en que los heridos llegan en oleadas al hospital mientras el doctor Brooks decide entregarse a la policía como asesino de Johnny Biddle para así obligar a que se realice la autopsia.
Edie Johnson (Linda Darnell), acompañada por el Doctor Wharton (Stephen McNally) en la noche de la emboscada, ante la siempre comprensiva mirada de Gladys (Amanda Randolph), que trabaja en la casa del doctor.

Joseph L. Mankiewicz se sirve de esta historia para criticar abiertamente la sociedad norteamericana, el racismo que se vivía en los años cincuenta (y que lamentablemente se prolongaría durante décadas) y para ofrecer una historia que nos muestra las tensiones, las luchas entre el bien y el mal. Edie Johnson, en una excelente interpretación de Linda Darnell, representa a esa persona que se mueve entre dos aguas y a esa pequeña parte de la sociedad que quiere despojarse de ridículos prejuicios, abandonar el oscuro pasado y abordar un cambio de actitud. Creo que, como casi todas las películas de Mankiewicz, no fue valorada en su justa medida durante su lanzamiento ni fue acogida por el público norteamericano de manera adecuada. No obstante se trata de una excelente película, sin los densos diálogos por los que Mankiewicz muchas veces es criticado y con un excelente plantel de actores. Cabe destacar el papel de Amanda Randolph como Gladys, criada en la casa del doctor Wharton, sobretodo en una escena en la que mantiene una conversación matinal, durante el desayuno, con Edie Johnson. Mildred Joanne Smith es la actriz que encarna a la esposa del doctor Brooks, que nunca pierde la esperanza en esa sociedad inhóspita, mientras que la madre está representada por Maude Simmons en un papel también muy emotivo.
El doctor Brooks (Sidney Poitier) y su esposa Cora (Mildred Joanne Smith)
Y para seguir con el mundo del cine anunciar que ya ha salido el nuevo número de Cineuá dedicado a las sagas con los siguientes artículos:

· Editorial: que todo cambie para que siga igual

· La trilogía de los muertos: la historia de Occidente, por Vicente Rodrigo

· El homicidio como evasión: Tom Ripley según el cine, por Carlos Abascal Peiró

· Screen test: la saga infinita, por Vicente Rodrigo

· Platillos volantes, ranchos y lirismo barroco. La Tempestad de William Shakespeare en seis películas, por José Ángel de Dios

· Fantasma: la saga imposible, por Vicente Rodrigo

· Su nombre era Antoine Doinel, Por Aarón Rodríguez Serrano

· Mad Max: salvajes del subdesarrollo, por David Tejero

· Jackass: tiempos modernos, por Nicolás Ruiz

· C’était un rendez-vous 2, por Nicolás Ruiz


lunes, 4 de julio de 2011

The stranger (Orson Welles. 1946)

Orson Welles en su ambiguo papel de The stranger
Desde que se celebró la última sesión anual de Libros filmados, a la que lamentablemente no pude acudir, esta obra maestra del señor Welles quedó pendiente en mi haber pues la había visto hacía tanto tiempo que no la recordaba con claridad. De hecho, solía confundirla con The third man (Carol Reed. 1949). Así que, en estos días, he tenido que ver las dos para aclararme un poquito. No obstante, hoy hablaré de The stranger y si queda alguien que no la haya visto todavía, podrá seguir leyendo tranquilamente porque nada importante sobre su final será revelado aquí.
La sombra de Kindler se alarga hastas la cama donde le espera su esposa
 Esta película resulta trepidante desde el ritmo que se establece en su comienzo, cuando vemos a un hombre aparentemente insignificante, huyendo a un país extranjero al que entrará alegando que viaja por motivos de salud. Este hombre llamado Konrad Meinike (Konstantin Shayne), en una secuencia que es un torbellino de luces y sombras, es perseguido por varias personas que le acechan. Meinike consigue llegar hasta Harper, un apartado pueblo de Connecticut, donde al parecer, desea encontrarse con un antiguo camarada. Aparentemente ha conseguido despistar a todos sus persecutores excepto al detective Wilson (Edward G. Robinson) que todavía está sobre su pista. Pero, al entrar en un recinto universitario vacío, Meinike consigue agredir a Wilson y dejarlo fuera de combate. Una vez liberado de su persecutor, se encuentra con Franz Kindler (Orson Welles), antiguo compañero de las SS alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, que vive tranquilamente en Harper, habiendo cambiado su identidad por la de un amable profesor llamado Charles Rankin.
Konstantin Shayne en el papel de Konrad Meinike
Meinike aparece en escena justo el día en que Kindler, bajo la identidad falsa de Dr. Charles Rankin, se dispone a contraer matrimonio con la hija de un juez de la Corte suprema de los Estados Unidos, Mary Longstreet (Loretta Young), para seguir aparentando así una vida normal. En ese primer encuentro y justo antes de la boda, Kindler asesina a Meinike al comprender que este solo ha servido de señuelo para que la comisión de crímenes de guerra, encarnada en el detective Wilson, de con su paradero.
Escena del asesinato de Meinike. Ambos individuos se encuentran rezando y Kindler, mientras implora la piedad de dios, estrangula a su antiguo colega
 Una vez recuperado de la agresión, Wilson decide realizar sus primeras pesquisas empezando por el curioso bar de la ciudad. Wilson sabe que Kindler es un aficionado a los relojes antiguos por lo que decide presentarse en la casa del juez Adam Longstreet (Philip Merivale) aparentando ser otro coleccionista de antiguedades. Invitado a cenar en la casa del juez, Wilson coincidirá en la mesa con Kindler quien aparenta ser el profesor normal por el que se hace pasar. Sin embargo, la charla de sobremesa deriva a la política nazi y es en este punto donde Kindler comete una imprudencia al defender que Karl Marx es judío y no alemán. Esa distinción, que solo sería capaz de hacer un nazi y una actitud cada vez más sospechosa, es la excusa para que Wilson comience a investigar todos los movimientos de Kindler.
Aquí Wilson, sospechando
Loretta Young interpreta perfectamente a una esposa recién casada, enamorada e ilusionada que, a pesar de unas sospechas cada vez más claras, no quiere afrontar la realidad. La tensión de su mirada, en esos grandes ojos claros, va aumentando a medida que avanza la película de forma espectacular. Orson Welles, uno de mis intérpretes favoritos de todos los tiempos, es aquí el asesino cruel que ideó el genocidio y enloquecido por el paso del tiempo, aún confía en el resurgimiento del nazismo. Quizá sea por esta razón que Welles realiza aquí una interpretación más teatral que lo acostumbrado, aunque siempre su manera de actuar es más cercana al teatro. Pero el personaje que más me gusta de toda la película es, sin duda, el detective Wilson. El actor todoterreno, Edward G. Robinson, vuelve a dar con el papel más creíble de toda la cinta. Ya pudiera ser un gángster sanguinario, un detective inteligente o un incauto pintor enamorado de una mujer fatal, Robinson siempre estaba perfecto en cualquier papel que afrontase. Mi admiración por él crece día a día.
El desarrollo de la escena final tiene lugar en el campanario de la torre del reloj
Fotografía publicitaria
Kindler, dentro de una cabina telefónica, está apunto de delatarse