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Río Guadiana, antes de ocultarse bajo la tierra |
y nubes negras se ciernen por la avenida.
El reloj no avanza horas, no.
Quema ojos, abre heridas,
amputa caricias, deshereda hojas,
cose ausencias frías a mis espaldas
pero nunca, nunca, avanza.
Porque el tiempo, el planeta, la vida,
en algún punto oscuro de tu mirada,
quedaron para siempre atrapados
y la saeta ya no quiere contar
cuentos amargos de soledad
sin poder contar contigo.
Es ahora, en este Guadiana otra vez invisible,
donde yo comienzo a soñar
con riberas al aire libre
y cauces a la luz del sol.