lunes, 31 de octubre de 2011

39 Estaciones, de Alfredo Moreno (Ed. Eclipsados 2011) PRESENTACIÓN: 3 de noviembre


Para todos los que hemos tenido la suerte de conocerlo, para todos aquellos que han ascendido los 39 escalones (más de un millón y subiendo...), para todos los que alguna vez han asistido al ciclo de Libros filmados, que cada mes se realiza en la FNAC, para los que han escuchado sus intervenciones radiofónicas en Distrito cine de TEA FM o, en definitiva, para todos aquellos que hemos podido aprender un poquito más sobre el maravilloso mundo del cine gracias a sus palabras, este momento era algo muy esperado. Al fin, Alfredo Moreno publica su primer libro titulado, 39 Estaciones (Ed. Eclipsados 2011) y más que estaciones este libro es un tren que nos lleva a través de inolvidables paisajes del celuloide, pasajes que perduran en el recuerdo de todo cinéfilo y personajes que forman parte ya de la historia de la expresión artística más importante del siglo XX. Como subraya el subtítulo del libro, será un placer para todo lector profundizar en las 39 estaciones de este viaje entre el cine y la vida. En él podemos encontrar cineastas desde Buster Keaton  a Wong Kar-Wai pasando por Nicholas Ray, temas tan interesantes como las distintas apariciones del diablo en la historia del cine o puro amor declarado al séptimo arte como en los relatos-artículos dedicados a Marty o a El hombre tranquilo.  El próximo jueves, 3 de noviembre, a las 20:00, Miguel Ángel Yusta presentará 39 Estaciones en la FNAC Plaza España de Zaragoza junto al escritor Roberto Malo, el editor Nacho Escuín y el autor del libro Alfredo Moreno. Una cita imprescindible que no se debe pasar por alto.
Cartel presentación

viernes, 28 de octubre de 2011

Bulevar de otoño (Para una noche de difuntos)


Bulevar de otoño

Se sofocó el incendio en tu mirada,
oscureció el bulevar de las llamas;
como las farolas, la flor raptada,
las hojas que desnudan las ramas.


Oscureció el bulevar de las llamas
y arrojó luz en la piel suspirada.
Cuánto vértigo en incógnitas camas,
en la nada de esta pasión crispada.


Arrojó luz en la piel suspirada,
las horas muertas, el tiempo fugado;
de esta pasión crispada es la nada,
la luz real del estanque dorado.


Las horas muertas, el tiempo fugado.
Cuando el viento brama, silba el dolor;
la luz real del estanque dorado
no reflejará en mi tumba tu amor.


Cuando tiembla octubre 

La ciudad despierta gris, empañada
y el cierzo, veteando en los rincones
cincelando tu recuerdo; mirada
cincelada entre nuestros corazones.


El viento es maestro de pincelada
cierta, para esbozar de tus tacones
el eco de tu escapada; alejada
ya del asfalto que en mi alma impones.

Te has convertido en la sombra alargada
de los cipreses que cubren mi tumba
en vida levantada y diseñada


para que siga sonando tu rumba
fúnebre, que en mis oídos retumba
hasta que, al fin, seas brisa callada.

martes, 25 de octubre de 2011

Recital de Narrativa, día 28. Recital de poesía, día 29


El día 28 de octubre, próximo viernes, a las 21:30 comienza el ciclo de Relatos breves en el Interferencias (C/ Jacinto Benavente, 11 Este ciclo está organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores, presentado por Fran Picón y coordinado por Pilar Aguarón y Anabel Consejo. Participaremos en esta apertura de ciclo Roberto Malo, Inmaculada Marqueta, Eugenio Mateo, Angélica Morales y un servidor. Os esperamos!




El diablo viaja en autobús


El aullido de nuestra sirena rebotaba entre los edificios y las ráfagas del rotativo azul otorgaban a cada calle atravesada un fugaz resplandor neón que vestía de gala a toda la ciudad. Juan, a mi lado, como en cada emergencia, resoplaba pero conducía rápido, directo y seguro, esquivando la circulación. Los vehículos se apartaban a nuestro paso, como las aguas ante Moisés y es que cada segundo es un agónico suspiro donde la víctima de un navajazo, durante un atraco, puede perder la vida. Pero, en una calle estrecha y cercana al suceso, un viejo y gordo autobús decidió ser el protagonista no invitado. Divisó nuestras luces, escuchó el grito agudo de nuestra sirena y sin embargo, permaneció inmóvil en mitad de la calzada. Aquel vehículo era una enorme mole siniestra, de un rojo desvaído, envejecido por el paso del tiempo. Al instante, sus cristales tintados y la ausencia de numeración ya no dejaron resquicio a las dudas. No se trataba de una autobús de línea. En algún tiempo pudo haberlo sido pero no ahora. Sin dudarlo, Juan bajó del auto para obligar al supuesto conductor a mover el autobús. Justo cuando alcanzó la ventanilla, el maligno vehículo estalló en mil pedazos acabando, al momento, con la vida de mi compañero. La víctima del atraco que debíamos auxiliar, murió antes de ser atendida y yo hoy, desde mis tinieblas, solo puedo ver el fuego, las llamas, la muerte y el  estallido de aquel autobús, antes de que las sombras me envolvieran para siempre. Desde entonces nunca he olvidado que el diablo, una vez, viajó en autobús.


El día 29, sábado, en la localidad de Trasmoz se celebra la noche Luz de las ánimas 2011, donde se celebran diversos actos para preparar la noche de difuntos. Entre estos actos está el recital de poesía a partir de la medianoche en el que tendré el placer de formar parte. Gracias a Rafael Luna por su organización y por invitarme a tan hermoso evento.

domingo, 23 de octubre de 2011

Laura (Otto Preminger. 1944)

Laura (Gene Tierney)



Tantas veces que hablo de esta película, como una de mis preferidas y nunca he escrito aquí ni una pequeña reseña. Este texto fue publicado en el número catorce de la revista Eclipse, dedicada a los sueños:

Dana Andrews y Gene Tierney

Laura es solo un sueño

Se suele decir que el cine es la mayor fábrica de sueños que existe, quizá la única y puede que sea esta la razón por la que tanto nos entusiasma el séptimo arte, porque el ser humano necesita soñar y nutrirse de historias que lo alejen de la realidad o que lo aproximen a ella de una manera distinta. Mientras la literatura brinda al lector la posibilidad de crear las imágenes en ese otro mundo al que nos transporta, el cine ya nos evita esa labor y los sueños son los fotogramas apabullantes, como si el espectador, en definitiva, pudiera soñar despierto. En 1944 Otto Preminger dirigió probablemente una de las películas más oníricas de la historia del cine. Sin llegar a la fantasía romántica de Portrait of Jennie (William Dieterle. 1948), Preminger nos ofrece un objeto evanescente de deseo, un amor que navega entre la realidad y el mundo de los sueños con la insalvable frontera de la muerte. En The quiet man (John Ford. 1952) se nos ofrece un paraíso de ensueño, todo un poema de amor hacia Irlanda y a un pueblo que, por otra parte, no existe en el mundo real a la manera del Shangri-La de Horizontes perdidos (Frank Capra. 1937) Sin embargo, el mundo onírico que se muestra en Laura es despiadadamente real, duro y lleno de crudeza, rodeado de todas las bajas pasiones que existen en la vida real. Preminger se basa en la novela homónima de Vera Caspary para trasladarnos a una sociedad visiblemente corrompida, a una intriga de puro cine noir, pero también a un amor soñado que puede llegar a tener infinitas lecturas. Dana Andrews encarna al detective Mark McPherson encargado de investigar el asesinato de Laura Hunt (Gene Tierney), una joven publicitaria, soltera y emprendedora que mantenía un confuso compromiso matrimonial con Shelby Carpenter (Vincent Price) y una relación aparentemente amistosa con el crítico literario Waldo Lydecker (Clifton Webb). McPherson comienza la investigación del asesinato interrogando a las personas más allegadas, descubriendo la enfermiza pasión que Waldo sentía hacia Laura y el profundo enamoramiento de su prometido Shelby Carpenter e incluso de su amiga Ann Treadwell (Judith Anderson) . El detective, al mismo tiempo que el espectador, llega a saber cómo es Laura a través de las descripciones y las pasiones de dos hombres enamorados y de dos mujeres que la admiraban, como si realmente la hubiera conocido en la vida real. Tanto es así que McPherson llega a enamorarse de la víctima y el espectador, a la vez que el personaje, es conducido hasta ese estado de fascinación y confusión en la investigación que está llevando a cabo. El espíritu de Laura es tan presente como el de Rebeca en la película de Hitchcock pero con un sentido completamente distinto. En Laura todos los espectadores desean que la protagonista esté viva mientras que en Rebeca el efecto es precisamente el contrario. La escena culminante llegará en el apartamento de Laura, mientras McPherson está buscando entre sus cajones, entre sus ropas, y entre sus cartas alguna pista que le lleve a resolver el caso o, al menos, a mitigar la pena por la muerte de esa mujer de la que él mismo se podría haber enamorado. McPherson queda fascinado por la contemplación del retrato de Laura mientras, auxiliado por el whiskey y cansado por las largas horas de insomnio, quedará adormilado en el sillón. Al despertar, Laura aparece ante McPherson, viva, después de haber pasado unos días retirada en el campo. El asesino que quiso acabar con la vida de Laura disparó contra el rostro de su compañera de piso, muy semejante físicamente. Laura está viva. Esta escena es el punto de inflexión que cambiará el desarrollo de la investigación. Este maestro giro narrativo supone el momento culminante de esta situación onírica en la que Preminger nos ha embarcado desde el comienzo de la película. Bien sea por el ambiente diseñado entre flashbacks y diferentes planos de cámara, bien por la acertada y mágica música de David Raksin, el espectador se ha sentido también víctima de ese hechizo, de ese encanto que el personaje de Dana Andrews ha sentido por el de Gene Tierney. Por eso, la primera mitad de esta película es como un sueño, una pesadilla con un final feliz porque Laura está viva, pero un sueño que debe continuar hasta terminar la investigación.
Gene Tierney y Vincent Price

miércoles, 19 de octubre de 2011

Mañana, Uni-versos para Somalia


Mañana, a las 19:00 en El pequeño teatro de los libros se presentará el poemario Uni-versos para somalia. Este proyecto solidario se ha hecho realidad gracias a los cien autores que participan en el libro y a la Editorial Quadrivium que, del mismo modo que los autores, han cedido todos los derechos. El acto solidario será presentado por la escritora Genoveva Rodea y participarán en él los músicos de O' Carolan, el cantautor GranBob, los grupos Deep in blue y Aruna, y el cantautor Ángel Petisme. También recitará poemas de Uni-versos,el escritor Ricardo Díez de Colectivo Espoleta. Como entrada al evento se ha establecido un precio OPCIONAL y simbólico de tres euros que irán directamente destinados a incrementar el donativo a Médicos sin fronteras. El libro Uni-versos para Somalia estará disponible por catorce euros, precio que íntegramente es donado para el plan de ayuda que Médicos sin fronteras desarrolla en Somalia. O'Carolan han cedido algunos de sus discos también para incrementar el mismo donativo y se venderán en la presentación por diez euros. También contaremos con la presencia del pintor Eddy García que donará dos obras para la ocasión y cederá el cincuenta por ciento de la venta. Les esperamos en El pequeño teatro de los libros.

lunes, 17 de octubre de 2011

"El sueño de la razón produce monstruos" (Francisco de Goya y Lucientes)

Grabado de Francisco Goya

La pesadilla es la realidad.


Yo que siempre intenté unir
la fantasía con la razón,
encuentro ahora en el camino unos monstruos
que me indican la dirección
hacia el lugar y la época
donde todo es irremediablemente una estafa.


Estafa, como el café de máquina
a las siete de la mañana;
o tu voz, desde las sábanas,
a medianoche.
Estafa, el amor de neón;
el abrazo del vino,
el que proclama igualdad
desde ropas hiladas de oro
y pedestal de mármol.
Estafa es la cuna mecida 
por niñeras de alquiler,
la caricia en un mensaje de texto
o esa luna diluida y sucia
en el charco del asfalto.


Afortunadamente, esta mañana desperté
ante un mundo de cartón
y el claro presagio
de una torrencial lluvia inminente

jueves, 13 de octubre de 2011

Kilómetro 124


Ya las montañas no recortaban su grotesco perfil en el caótico entretejido nocturno que caía sobre el kilómetro 124, en la carretera de Monrepós. Bajo la tibia luz de una luna llena de tristeza, al ritmo fúnebre y monótono del lejano sonido de algún ave nocturna, Álvaro Ramírez Yáñez seguía aferrándose al pasado, precisamente, para librarse de él. El rostro desencajado por un esfuerzo sobrehumano, las manos a cada momento más fuertes; entre ellas, su presa, intentando en vano capturar una brizna del escaso viento en una noche tan quieta. Dicen que una orquídea, a pesar de parecer demasiado humana, no deja sentir ningún latido al ser apalstada. Sin embargo, entre las manos de Álvaro, los latidos de Laura, aunque más intensos, iban disminuyendo al ritmo que la vida se convertía en un fino hilo que escapaba por una mueca terrible. Álvaro no quería mirar el rostro agonizante de su amada víctima, prefería recordarla más bella mientras seguía apretando, cada vez un poco más fuerte, hasta escuchar ese ansiado chasquido que anunciaría la ruptura de la tráquea. Laura ya era un pez fuera del agua, boqueando y haciendo aspavientos sin senido con brazos y piernas hasta que, al fin, la quietud, los labios subidos de tono y los ojos que observan como sólo observan los muertos, dejaron claro que Álvaro debía soltar el cuello de su víctima. Era su primer asesinato. Separó las manos del cuello y el cuerpo de Laura se desplomó en el suelo dejando al descubierto sus preciosos muslos y el comienzo, un poco más arriba, de ese tanga rosa que tantas veces había retirado. Buñuel tenía razón -pensó Álvaro- la muerte es bella. Para advertirlo sólo había que observar el cuerpo inerte de Laura. Ante ella, Álvaro se agachó para embriagarse por última vez del perfume siempre húmedo en sus cabellos. Besó su cuello, que aún conservaba la huella de sus dedos y después rasgó el vestido para dejar al descubierto sus espléndidos, inhiestos y endurecidos senos. No pudo resistir la tentación y los mordió por última vez, a modo de despedida. Seguro que Laura, después de todo, había disfrutado del momento. Siempre había preferido el sexo violento. Cuanto más duro, mejor, solía decir. Así que Álvaro sentía que había cumplido uno de sus deseos más bajos, aunque con ello hubiera acabado también con su vida. Después de observar el cadáver poco más de media hora, terminó introduciendo el cuerpo en el maletero de su coche y a varios kilómetros del lugar, en un anónimo descampado, le prendió fuego.

Se cumplía un año del asesinato de Laura, en el kilómetro 124 de la carretera de Monrepós. Al pie de la misma cuneta en la que fue estrangulada, un camionero que intentaba descansar sus horas necesarias, creyó ver repentinamente cómo la luna se avalanzaba sobre él; al mismo tiempo, un deportivo rojo perdió el control, pasó fugaz por su lado y cayó terraplén abajo. Con el coche destrozado en el abismo, el camionero pudo observar que la supuesta luna ascendía de nuevo al cielo pero, esta vez, convertida en una sombra blanca con silueta de mujer. A la mañana siguiente los periódicos identificaban a Álvaro Ramírez Yáñez como la única víctima de un accidente de tráfico en el kilómetro 124 de la carretera hacia Monrepós. Días más tarde, el testimonio de un camionero anónimo, resucitó el antiguo misterio conocido como la mujer de la curva.

sábado, 8 de octubre de 2011

Fuegos fátuos (poema y entrevistas)



La noche comienza como una protesta,
indomable
y se inflama como la luz de neón
que no parpadea.
Es una furia eléctrica, de estrella,
o de labios que no encuentran su aliento;
es una agónico folclore
que danza y danza y danza
como un fuego fatuo
que quisiera incendiar esta ciudad.

La soledad
es una fiebre lapidaria
cuando el verso tiende un puente
que se ahoga bajo el mar.



Quiero agradecer al escritor Francisco Bermejo la entrevista que me ha realizado y la publicación en su blog. Es la primera vez que he sido objeto de una entrevista gracias a la poesía. Gracias Fran! Aprovecho la circunstancia para recordar aquí la entrevista que Miguel Mena y Eva Hinojosa me hicieron en junio para la Cadena Ser. Fue un placer compartir ondas junto a ellos y hablar de Sinatra y de los blogs. También en ella podemos escuchar a Nekane y el blog Knitting dependencia

jueves, 6 de octubre de 2011

Grito

El grito (Edward Munch. 1893)

Vomitado de las calles
y expulsado de la suave espuma
que náusea la noche,
lanzo ese grito ondulante,
con las manos en mis oídos,
sólo para no escuchar
la risa que cada esquina
me estalla en el rostro.


Son ya demasiadas
las barras habitadas
o las huellas como alcantarillas
levantadas sobre mi piel.
Son ya demasiadas madrugadas
para recordar olvidar
que una noche,
como si fuera otra vida,
tú fuiste Eros
abrazando a Thánatos
sobre nuestros cuerpos.


Es importante gritar, está claro. Un grito largo, agudo, potente como una protesta. Pero, ahora, ¿quién grita más fuerte?

The Wall, del fluído rosa



Parodia de los Simpsons

lunes, 3 de octubre de 2011

Duel (Steven Spielberg. 1971)

Los dos protagonistas de la película (camión y coche) dispuestos a enfrentarse al duelo en la carretra

Sería injusto por mi parte no reconocer la importancia que tuvo el cine de Steven Spielberg en mi infancia. Crecí con E.T., Encuentros en la tercera fase, Tiburón o las aventuras de Indiana Jones y ya en mi adolescencia, me sorprendió gratamente con Jurassic Park. Todas estas películas están irremediablemente en la memoria de mi infancia. No obstante, aparte de este recuerdo sentimentaloide sobre este tipo de cine, no he visto Super ocho y es que, según creo, toda esa magia de los ochenta no se puede resucitar ni trasladar a estos tiempos. Prefiero mantener el grato recuerdo de todos aquelllos títulos que me acompañaron las tardes de cine en los desaparecidos Cine Mola, Fleta, o Don Quilote. Pero para ser sinceros, si tuviera que elegir una película en la extensa y variopinta filmografía de Steven Spielberg, me quedo con El diablo sobre ruedas (Duel) filmada para la televisión y que descubrí en el programa Qué grande es el cine de José Luis Garci. El diablo sobre ruedas es la tercera película en la filmografía de Spielberg y además de ser un homenaje a Alfred Hitchcock, según las propias palabras del director, es una magnífica conversión en celuloide de otro gran relato de Richard Matheson.

Como único escenario, una larga y polvorienta carretera interminable. Una road movie en la que David Mann (Dennis Weaver), un tipo normal con problemas en su matrimonio y un largo viaje de negocios que realizar, conduce su Plymouth Valiant del 71 a través del desierto. Desde el principio, David, debe soportar la amenaza de un sucio y viejo tráiler oxidado que le hará el viaje imposible durante toda la carretera e incluso, estará a punto de terminar con su vida. La clave de la película es que el tráiler es un personaje más, el villano que siempre se siente presente; un camión que incluso, según se nos muestra en casi todo el metraje, carece de conductor o simplemente, no importa. Una de las escenas preferidas es la que acontece en un restaurante de carretera en el que se han detenido los dos vehículos. En el establecmiento, David intenta localizar al conductor del tráiler sin éxito. El miedo, la presión de David, llega a niveles desesperados y los espectadores le acompañamos en esta sensación de soledad y peligro que un hombre amenazado, en mitad de una carretera casi desierta, puede llegar a soportar.

Realmente el tráiler es mucho más que esto. Es el predecesor del tiburón en Jaws, el del T-Rex en Jurassic Park y la bola que persigue, aunque sea un instante, a Indiana Jones. Y el hecho de que su conductor sea anónimo es un hallazgo para que, precisamente, el peligro se centre en ese monstruo que, contemplado desde un túnel y con las luces encendidas, parece este camión.

El tráiler, la amenaza, tiene vida propia sin necesidad de ser conducido. Prueba de ello es el contínuo chirríar de suy oxidada carrocería, los rugidos del motor que más parecen un estertor de una bestia lanzando el aliento sobre el cogote de David, su presa. A continuación veremos la primera aparición del tráiler en la carretera: