Esta es la historia de un hombre que lo perdió todo un día lluvioso de abril. Deambuló en el atardecer hasta que le sorprendió la noche, una noche sin luna en la que buscó una razón. En procesión por bares turbios de nostalgia su cabeza se preguntaba una y otra vez por qué la había vuelto a perder y su corazón latía fuerte como el ruido de fondo de tambores en otra procesión distinta. Intentó adivinar una solución para recuperarla, inventó millones de mensajes que nunca envió y escribió centenares de cartas que acabaron en la misma basura que su poesía. Otro trago más en la barra del olvido, otro martini... es demasiado dulce ahora.
"Cierra los ojos,preciosa y sueña. Mañana abrirás esas brillantes luces a un nuevo día y verás que te sientes mejor. Te has liberado de una gran carga que, durante mucho tiempo, te apartó de la felicidad sin quererlo. Tú mereces recibir la felicidad que sueles dar, esa felicidad que a mi lado no es fácil encontrar. Sólo te pido que olvides los malos momentos y mis peores recuerdos de la misma forma que olvidaste todo lo bueno que una vez hubo en mi."
Aquél hombre abrió los ojos. De fondo se escuchaba una melancólica canción de Los Secretos titulada "Hoy no". Una bonita dedicatoria para ese punto final. Irónicamente advirtió que había perdido el tiempo bebiendo preocupado por encontrar una solución para recuperarla. Porque la solución ya la había dado ella. Debía sentirse contento por ella ya que, al fin, se había librado de él. Ella iba a ser feliz. Levantó la copa y brindó con aquél camarero por esa bonita noche sin luna y sin estrellas ... sin brillos en sus ojos.