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sábado, 12 de marzo de 2011

Poema y película para el fin de semana. Suddenly (Lewis Allen. 1954) V.O.S.E.

Fotografía Estación de Canfranc nevada


Después de la bonita experiencia de este viernes en el Divino Amore he decidido pasar el fin de semana entre las montañas y otra vez volver a Jaca. Para el fin de semana les dejo un poema que leí ayer y que está dedicado precisamente a La Estación Internacional de Canfranc, lugar que visitaré en estos días. No sé cuántos poemas le he dedicado ya a este pueblo y a su estación. Quizá es mi manera de reivindicar que este gran monumento artístico vuelva a ponerse en marcha como la estación que fue hace y más de un siglo. Recordemos que es el paso natural y más indicado de España a Francia.

Entre las montañas

Incrustada en mitad del paisaje
pareces tan antigua
como las montañas que te rodean.
Pareces ser eterna,
todos tan acostumbrados a ti,
como si hubieras estado aquí
desde el principio de los tiempos,
mi vieja estación.

Hace ya muchos días
que no paseo por tu cementerio
de trenes y de vagones
tan destrozados como ese viejo del andén
esperando un tren que nunca viene a recogerlo.

Mi vieja estación 
de pasado glorioso y fugaz.
Tus vagones fantasmas
son la eterna promesa
que me llevará hasta algún lugar
donde se detenga el tiempo.

Pero un día mi viaje concluirá
en esa vía muerta
donde yacen hoy todos tus pasajeros.
Y entonces tú, mi vieja estación,
seguirás aquí, perpetua,
contemplando cómo pasa mi último tren.

Autora de la fotografía: Carme Roura de la siguiente web

Y ahora, un regalito. Suddenly es una película estupenda de 1954 dirigida por Lewis Allen
y protagonizada por Frank Sinatra, Sterling Hayden y James Gleason. En ella Frank Sinatra es un asesino a sueldo que debe acabar con la vida del Presidente de los Estados Unidos. La pueden ver en V.O.S.E. eso sí, sin subtítulos. Buen fin de semana!

lunes, 7 de marzo de 2011

Pequeñas joyas del cine español: "El andén" (Eduardo Manzanos. 1952)

Cartel de "El andén" (1952)
La mañana despierta como cualquier otro lunes que no quiere desperezarse. A través del humo de un café recién servido y por el gran ventanal de un antiguo Café de Gran Vía, el nuevo tranvía de Zaragoza realiza sus primeras pruebas. El sonido de su campanilla me obliga a recordar viejos tiempos, viejas vías pisoteadas por el Coso y fotografías en blanco y negro de sucios y difuntos tranvías por el Paseo de la Independencia. Seguramente este nuevo tranvía no pasará para todos igual y siempre habrá un viejo en el andén esperando ese convoy que nunca llega. De esta manera tan singular recordé una película que revisé hace poco tiempo, muy poco conocida por el gran público y que se encuentra entre lo mejor que he visto en nuestro cine. Filmada y dirigida en 1952 por Eduardo Manzanos, El andén narra la vida en el apacible y humilde pueblo de Villena desde la visión del Jefe de Estación (Jesús Tordesillas). La vida del pueblo se concentra en el andén de dicha estación, lugar al que la gente acude en su tiempo libre para pasear y para disfrutar de uno de los mayores alicientes del día: ver pasar el Talgo fugazmente, como una ráfaga, toda una modernidad a la que este pueblo no está acostumbrado. El Jefe de Estación, don Javier, es la persona más querida y respetada del pueblo; un hombre bueno y pacificador que cuida de su sobrina Pilar (Marisa de Leza) y de todo el vecino de Villena que necesite ayuda. El andén de la estación es el testigo mudo de todos los acontecimientos importantes y don Javier es esa persona que parece conocer bien a todos los habitantes de Villena, una figura paternalista mucho más importante, por ejemplo, que el Alcalde (Juan Calvo). Pero esta película también nos muestra el temor del desempleo en una época en que el progreso industrial echa por tierra la mano de obra trabajadora. Manuel (José Bódalo) es el cabecilla de estos trabajadores y el pretendiente de Pilar. Este carretero de profesión advierte el inminente peligro del desempleo ante la llegada de una empresa demasiado industrializada encabezada por un encargado llegado de la capital (Fernando Rey). Finalmente Manuel decide convencer a todos sus compañeros para abandonar Villena en busca de empleo, a un lugar donde aún se necesite la mano de obra. En una escena estupenda, don Javier (que ya ha recibido ese mismo día la inesperada carta de una jubilación no deseada, después de cuarenta años de servicio) logra convencer a todos esos muchachos, que ya se encuentran en ruta hacia otro lugar, de que no pueden abandonar su tierra, esa tierra que trabajaron sus antepasados. Finalmente don Javier consigue retener a los trabajadores en el pueblo, también afectados por la inesperada noticia de su jubilación. En ese momento todo el pueblo decide preparar una fiesta en honor de don Javier en el mismo andén de la estación. Como agradecimiento, don Javier detiene al Talgo con la clásica bandera roja para que todo la gente pueda admirar de cerca ese prodigio tecnológico que solo habían podido ver pasar cada día durante unas décimas de segundo. Como consecuencia la compañía sanciona a don Javier y lo expulsa antes aún de que llegue su relevo preparado para su jubilación.

Los hechos se suceden como la vida en Villena, sin prisa. La historia navega en las mismas aguas que Calabuch o Bienvenido Mister Marshall y se desarrolla preparando al espectador para un final absolutamente conmovedor. Una de esas pequeñas joyas del cine español que merece la pena revisar con un reparto inigualable: Jesús Tordesillas, José Bódalo, Fernando Rey, Marisa de Leza, José Luis Ozores (ayudante de don Javier) Miguel Pastor Mata (el cura) y Juan Calvo.



Algunas imágenes tomadas de la web Lady fils trup.

Cartel posterior

viernes, 18 de junio de 2010

Antología de relatos no premiados


He escuchado por ahí que se suelen publicar antologías con relatos que hayan sido premiados en diferentes concursos y que hay autores que pueden llenar un libro entero. Yo he preferido titular mi libro como "Antología de relatos no premiados" porque lo de relatos perdedores me parecía "demasiao tirao". Está editado con una elegante espiral negra y portada en blanco con título en negro cubierta por un finísimo y delicado plástico transparente. El tamaño es DIN-A4, porque por el cinco me pedían más dinero en la papelería, y su tirada es de un ejemplar destinado al rincón de mi carcomida biblioteca compartiendo estantería con el mismísimo Bruce Springsteen y todas sus canciones traducidas. Así que hoy les presento el último relato que ha llegado a formar parte de mi renombrada antología directamente desde las vías de un tren con destino desconocido. Fue elaborado para un concurso de Renfe cuya temática tenía que ser...¡los barcos!...,¡Pues no!. La temática eran los viajes en tren. Y allí que me fui viajando... y viajando...

Sin tiempo para escribir

Como antaño, el anciano esperaba en el andén de la estación, con una libreta vieja y un bolígrafo en sus temblorosas manos. Esperaba la llegada de ese tren que le devolvería al amor de su vida. Podía ser una estación nueva, más grande y mucho más moderna que la del Portillo, pero esos nervios que sentía en el estómago eran los mismos de siempre; era una sensación que, irónicamente, le hacía sentirse más joven. Irónico también era que ese amor nunca olvidado, dueño de sus tormentos más pasionales de juventud, ese amor que siempre fue imposible, pareciera resucitar ahora cuando su vida entraba en el ocaso. Recuerda que en los buenos tiempos, cansado ya de tomar trenes viejos, sucios y lentos que se despeñaban hacia el norte y arrastraban a su sucio, lento y viejo corazón hasta el olvido, decidió subirse a una línea que le llevó al sur. Allí encontró al amor de su vida. Aunque fuera un amor imposible, nunca amó de aquella manera a nadie. En esos viajes hacia el sur, aprovechaba las largas horas de traqueteo para escribir versos en una libreta. Cada viaje era un poemario que le regalaba a su amada y que corría a instalarse directamente al fondo de su corazón para toda la eternidad. Hoy se subía a un nuevo tren que prometía ser mucho más cómodo que los habitados en el pasado. Otra vez en su cabeza mil versos para regalar, otra vez un bolígrafo y una libreta entre sus manos. Comenzó a escribir…

“Pasado el tiempo aún te reconozco
En la suavidad de mi sueño
En la dulzura de tus labios
que nunca tuvieron dueño…”


Al llegar a la estación de destino el viajante poeta advirtió que había escrito sólo una estrofa pero al ver la sonrisa de su amada y su mirada supo que ese era el mejor poema que podía escribir. Tras besarla exclamó: “¡Qué gran invento esto de la alta velocidad!”
.

FIN


La verdad es que, al menos, agradezco que Renfe prepare estos concursos muy apropiados para los que nos gusta escribir. Anímense a participar al año que viene. Ah y no, no está permitido escribir la historia de "Breve encuentro". Espero que les haya gustado y prometo no escribir más de trenes en un largo tiempo, que llevo un empacho...

sábado, 12 de junio de 2010

De trenes y soledades


Quizá sea un bolsillo en mi jardín número veintiocho
o mil madrugadas agolpadas en tus ojos
asomados a los suyos, quemando a los míos,
hiriendo a "los tuyos"
O un tren furibundo que huye despavorido
ferrocarril fugado de la estación del campo-sepulcro
Hoy de tus memorias quieren hacer delicias
convertirte de primera cuando fuiste sólo oscura
triste portillo de cercanías, de hollín, de carbón
de sucios andenes despoblados y malditos
Hoy un ave de altos vuelos surca un cielo azul
demasiado azul para esta ciudad gris
un jueves entre el lunes brillante y el domingo prometedor

Quizá yo sea el ferrocarril moribundo
el tranvía sepultado o el imaginado
a golpe de talón construído
en mi Gran Vía derruída
Quizá yo sea el río ocultado bajo las piedras
que inunda las fétidas arterias de la ciudad inmunda
Quizá yo mismo sea esta ciudad
o ese andén despoblado
que busca en una viajera solitaria
la acompañante ideal
en fuga para un beso a vapor


Hace unos días un buen amigo me regaló un libro del poeta zaragozano Miguel Labordeta titulado "Transeúnte central y otros poemas" de la editorial Marenostrum, que ya se encuentra entre mis libros favoritos. En el surrealismo de su estilo Labordeta se refería a su vida cuando hablaba del jardín. Por ejemplo, "el jardín número veintiocho" sería al cumplir veintiocho años de edad. Otra de sus peculiaridades era ver su vida como un bolsillo roto por donde se escapaban los sueños. Pues bien, a Miguel Labordeta y a mi Zaragoza de los cambios va dedicado este poema que acaban de leer. Ahora me voy a dormir porque acabo de terminar la noche y me caigo de sueño. ¡Buenas noches!.

lunes, 6 de abril de 2009

La perdición de volver a viajar

Este tren que avanza entre la niebla densa
Soy yo intentando llegar a tu corazón
Con poca esperanza y carente de razón
Y todo mi amor guardado en la despensa

Si descarrilo nadie habrá en mi defensa
Tú te salvarás en el último vagón
Por no apostar fuerte perderás mi estación
Verás que otro viaje ya no te compensa

Lentamente me pierdo en el camino a ti
Desaparezco en un túnel de incomprensión
Túnel largo, túnel negro, no tiene fin

Parece imposible terminar mi misión
Parece triste tener que acabar así
Pero volver a viajar es mi perdición.