
Sí, es un tópico, pero no puedo evitar comentar este prodigio de película. Creo que ya sobrepaso la decena de veces que he visto esta obra y nunca me canso de hacerlo. John Huston despliega todas sus armas para demostrar cómo una película cuya mayor parte de rodaje transcurre en una misma habitación (o en una misma casa) no sólo carece de lentitud sino que resulta dinámica, ágil y los hechos se van sucediendo como golpes de evolución magistrales en todos los personajes que van calando hondo en el espectador. En esta obra maestra del cine, a la siempre eléctrica pareja Bogart-Bacall se le suman los gigantes interpretativos Lionel Barrymore, Edward G. Robinson y Claire Trevor. Es un placer observar el enfrentamiento cinematográfico de dos gigantes como Bogart y G. Robinson.

La película está basada en la obra de Maxwell Anderson (1939) adaptada para el cine con guión del propio John Huston y Richard Brooks. La música, una vez más, corre a cargo de Max Steiner que aquí (y...¿cuándo no?) desempeña un papel fundamental. John Huston comienza magistralmente la historia situándonos al lado de Frank McCloud (Humphrey Bogart), un veterano de guerra cuyo único propósito consiste en cumplir una promesa: visitar a la familia del compañero que murió a su lado en el campo de batalla. La única familia que le quedaba al desafortunado soldado era su padre, el señor Temple (Lionel Barrymore), y su esposa Nora (Lauren Bacall) que juntos regentan un pequeño hotel. Pero, al establecerse en el hotel, Frank McCloud se encuentra con la inesperada sorpresa de que la banda de Johnny Rocco ha decidido no sólo hospedarse allí sino también someter a la familia Temple y a él mismo a un secuestro. Johnny Rocco es un famoso gángster en la época de la ley seca y, tras pasar unos años en el exilio, ha llegado a Florida para realizar una operación de transacción de dinero falso. Johnny Rocco, en un soberbio papel de Edward G. Robinson (otro más), se nos presenta como una bestia sin sentimientos, enfurecido y rencoroso con todo el país que años atrás "le dio la patada". Pero la filosofía de Rocco es muy curiosa y no del todo irreal. Rocco, según él mismo cuenta, fue uno de los gángsters que más se aprovechó de la Ley Seca. Llegó a ser tan influyente que controló las votaciones de ciertas elecciones a presidente de los Estados Unidos y llegó a colocar a un hombre de su confianza en la Casa Blanca. Cuando terminó la Ley Seca la propia Casa Blanca, el propio presidente, le llamó "extranjero indeseable y criminal" y se vio obligado a abandonar el país y exiliarse a Cuba. Pues bien, esta historia ficticia que nos cuenta Johnny Rocco mientras le están afeitando, ocurrió más o menos en las elecciones de John Fitzgerald Kennedy, pero ésta vez el extranjero indeseable y criminal fue Sam Giancana. Así que al ver esta película estamos viendo algo más que cine.


Pero, centrándonos en la película, me gustaría señalar la devastadora entrada en escena de Johnny Rocco cambiando por completo desde ese momento hasta el final el ambiente de toda la película. Desde el instante en que Rocco se viste con un batín de seda y sale a la habitación las desesperadas horas de secuestro se pueden cortar con una navaja. El ambiente se hace más denso aún tras el asesinato a sangre fría que Rocco comete sobre un policía que mantenían como rehén. Momentos después del asesinato, se desata una fuerte tormenta de huracán y el viento se mantendrá constantemente hasta el final como telón de fondo para unos diálogos que, cada vez más, parecen fogonazos de un revólver. La intensidad en los enfrentamientos verbales entre Frank McCloud y Johnny Rocco, esto es entre Bogart y G. Robinson, se puede acariciar con la punta de los dedos... más densos que el humo del puro que siempre fuma Rocco. La tensión, como si de una obra musical se tratara, va en crescendo hasta el desenlace magistral dentro de un barquito llamado "Santana", nombre con el que años después bautizaría a su velero en la vida real el propio Bogart. En este final me gustaría resaltar la credibilidad de los hechos. Si hoy en día nos ofrecen en el cine un final así exclamaríamos: "¡vaya fantasmada!". Sin embargo ver al personaje de Humphrey Bogart, con el que el público ya se ha sentido durante toda la película totalmente identificado, resolver esa situación de un modo tan sencillo resulta totalmente creíble. Porque sí, porque está muy bien hecho. Porque Bogart representa al hombre normal y corriente que no había planeado nunca estar en esa situación, porque Bogart somos todos y porque, al final, es nuestro héroe. Esa es la magia de Bogart. Los que recuerden el final, lo entenderán. Sorprendentemente la película solo ganó un Oscar entregado a Claire Trevor como mejor actriz. Está genial como "la chica del gángster" totalmente acabada y alcohólica. En cualquier caso, si repasamos las películas de 1948 ("Portrait of Jennie", "The treasure of the Sierra Madre" del propio Huston, "Hamlet", "Juana de Arco", "The naked city", "Red river", "Easter Parade"...) podemos entender más los resultados. No sé cuánto tiempo aguantaré para volver a ver esta genialidad.
