Catedral
Una flecha clavada contra el cielo ,
un faro que ilumina el desconsuelo.
Un pájaro vigilante desde lo alto,
una lágrima roja de espanto.
Un yugo que pende de un hilo,
un río de piedra desembocado,
a la inversa.
Primero eres ese cáliz de sangre,
desde el refugio de un caminante,
que solo consigue soñarte.
Más tarde te conviertes
en ese llanto vertido en riadas
por San Gil,
pues sin ti no hay descanso,
ni mes de abril.
Febril es el fuego eterno,
interior en una mujer,
y también el infierno, aquí en mi pecho,
en esa flecha clavada contra el cielo.
Este poema está dedicado a las distintas perspectivas que ofrece Zaragoza de la cúpula roja de La Seo. Otro poema dedicado a La Seo aquí