
Hoy el día ha sido lluvioso y extremadamente gris en Zaragoza. En la mañana intenté condensar un poquito de calor alrededor de una taza de café pero el cortado fue, efectivamente, corto y el cielo se encapotó apelmazándose sobre la ciudad para no desperezarse ya en todo el día. Más tarde, fui a trabajar. Trabajar un domingo en un centro comercial cerrado es parecido a visitar un parque de atracciones abandonado, cono todo por el suelo, sucio, con poca luz... Sobreviví a la plomiza tarde que ví transcurrir a través de frías cámaras de seguridad. Al aproximarse la medianoche, ya fuera del lugar donde había gastado ocho largas horas , por costumbre comencé a sentirme más vivo que ningún otro momento del día. Para ver cómo cambia de número el día mientras se apaga el rojo neón de Coca-Cola que está situado frente a mi casa elegí "The woman in the wondow" ("La mujer del cuadro") de Fritz Lang, 1944. En el mes de octubre ya tuvímos ocasión de comentar "Scarlett Street" ("Perversidad") que, también dirigida por Lang, en 1945 podía parecer una continuación de ésta que nos ocupa hoy. No obstante, después de refrescar el recuerdo que tenía de "The woman in the window" puedo afirmar que no es para tanto la similitud a pesar de la coincidencia en el reparto, la pintura y el tema principal.
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En esta película Fritz Lang nos explica cómo la simple pero mágica aparición de una bella mujer sin ganas de dormir en plena madrugada puede alterar vertiginosamente la apacible vida de un hombre casado, padre de familia. Edward G. Robinson (otra vez, glorioso) encarna al Profesor Wanley de la Universidad de Gotham, cabeza de familia ejemplar con una vida exquisitamente ordenada. El profesor Wanley rechaza la invitación de dos colegas que insisten en llevárselo de fiesta a un cabaret en su primera noche que pasa sin su familia, que se ha ido de vacaciones. Sus pretensiones son tan simples como tomar un par de copas en el club con sus amigos y después marcharse tranquilamente paseando hasta su casa, guardando así la ausencia de su familia. No obstante, sus amigos le advierten en el club que aquéllos que pretenden llevar una vida demasiado ordenada son los que, en definitiva, se enredan en los peores peligros. El profesor Wanley, sin hacer caso a sus amigos, se marcha paseando a su casa cuando se detiene ante un escaparate que exhibe un hermoso retrato de una mujer por la que se siente idílica, casi oníricamente atraído. En ese momento el rostro de "la mujer del cuadro" (Joan Bennett) se refleja en el cristal del escaparate al lado justo del retrato, causándole al profesor lo que parece al principio una visión y a la postre se convertirá en el fatal detonante del mayor problema de su vida. La modelo que posó para el retrato está frente a él, en plena noche, sonriéndole y ofreciéndole una copa en un tranquilo bar cercano. El profesor Wanley, que había rechazado la invitación de sus amigos, sin embargo no duda a la hora de acompañar a esa señorita soltera a su apartamento... para ver más cuadros del autor. En ese apartamento la chica en cuestión había quedado con otro hombre, pero esa información la había ocultado ante el bueno del profesor. Así que, ante la aparición del otro hombre, se desencadenan unos trágicos hechos que convertirán la tranquila vida del profesor en una auténtica pesadilla con nombre de mujer. La película está muy bien y las interpretaciones, una vez más, están a la mayor altura. Edward G. Robinson, en fin...¿qué puedo decir?; todavía no le he visto una interpretación mala. Joan Bennett, como en "Scarlett Street", es esa mujer que con una mirada te puede convencer de cualquier cosa en una noche. La aparición de Dan Duryea como "el malvado pesetero" es genial. Ver con qué chulería se mueve por el apartamento de la chica sobornándole para sacarle hasta el último céntimo es una delicia. Para terminar, el papel de Raymond Massey como policía y amigo de el profesor Wanley es sobresaliente. Otro actorazo al que no he podido verle en una mala interpretación.

Pero si hubiera que ponerle alguna pega a esta gran obra de Fritz Lang sería, en mi opinión, el increíble final con que se nos obsequia. Siempre que he visto este final creo que es el alternativo y que el que se sugiere, justo en la escena anterior, sería el correcto... mucho más lógico. Por eso el final de "Sacarlett Street" se me antojó mucho más creíble que éste. No obstante estamos ante un guión genial y una dirección impecable. Ahora les dejo con la hechizada aparición de "La mujer del cuadro" y el incidente del apartamento que desencadena la pesadilla: