¿Cuántas veces hemos deseado haber nacido en una época anterior? ¿En cuántas ocasiones hemos soñado con vivir durante unos años determinados, en los que se dieron ciertas circunstancias con las que nos identificamos mucho mejor que con nuestro presente? Midnight in Paris es un sueño creado para todos aquellos que se creen perdidos en una época que no les corresponde. Todo tiempo pasado fue mejor o quizás esto solo es lo que nosotros creemos y añoramos, una idealización desde nuestas vidas vacías, carentes de cualquier motivación. Pero esta última película de Woody Allen también es una comedia romántica, una declaración de amor hacia una ciudad y sobretodo, un establecimiento donde se vende nostalgia.
Gil (Owen Wilson) y Ines (Rachel McAdams)
Gil (Owen Wilson) es un escritor que trabaja, como él mismo comenta, en una cadena de montaje de guiones para Hollywood. Pero su sueño es terminar su novela inconclusa y vivir en Paris, añorando la Edad de Oro en los años veinte. Escucha a Cole Porter, añora la bohemia y sostiene que la vida era mucho más atractiva en aquellos años del Charleston que en el siglo XXI. En cuanto a su vida sentimental, está comprometido con Ines (Rachel McAdams) una mujer que no satisface sus verdaderos deseos ni comprende sus raros sueños de un hombre trasnochado que quisiera haber nacido en otra época. Ines, por supuesto, tampoco comparte su loca y bohemia idea de vivir en Paris y prefiere, por el contrario, pasar su vida en Malibu. La pareja se encuentra pasando unos días en la capital francesa con los padres de ella. Mientras Gil intenta perderse por las calles lluviosas de Paris para buscar la inspiración, Ines prefiere ir de fiesta a los locales más chic de la actualidad con una pareja de amigos comunes. Es entonces, mientras Gil está perdido por algún lugar cercano a Montmartre y suenan las campanadas de la medianoche en Sacre Coeur, cuando llegan varias personas en un viejo coche de los años veinte para llevarle a una fiesta. Entonces se produce el milagro, el sueño o lo que el espectador quiera creer. De repente Gil está en mitad de una fiesta de los años veinte, junto a Cole Porter, Zelda (Alison Pill) y Scott Fitzgerald (Tom Hiddleston). Pero esto es solo el principio, pues los Fitzgerald le llevarán a conocer a Ernest Hemingway (Corey Stolle) con quien mantendrá una interesantísima conversación sobre el amor. Hemingway pregunta a Gil sobre su angustia de vivir, sobre el temor a morir, para concluir que ese temor es algo que le ocurre a todo el mundo y que solo se puede olvidar mientras haces el amor con una buena mujer. En el amor está la inmortalidad. Ya por esta conversación mantenida dentro del coche merece la pena acudir a ver esta película. Posteriormente también conoce a Pablo Picasso y a su amante Adriana (Marion Cottilard) que robará el corazón de Gil nada más conocerle. Adriana, que también fue amante de Modigliani, le llevará de la mano a conocer mejor Paris en los años veinte, y de paso, a Salvador Dalí (absolutamente genial la actuación de Adrien Brody) y también a Buñuel y Man Ray. Adriana es una mujer de Bordeaux que ha llegado a Paris para estudiar moda con Coco Chanel pero ella también añora otra época, la Belle Epoque. Es entonces cuando somos testigos de otro salto temporal para conocer también a Toulouse Lautrec y Paul Gaugin. La conclusión a la que llega Gil es que nadie está contento con la época en la que vive y tendemos a idealizar el pasado al no estar a gusto con nuestro presente.
Scott Fitzgerald (Tom Hiddleston), Gil (Owen Wilson) y Zelda Fitzgerald (Alison Pill)
Desde el apabullante comienzo a ritmo de jazz con unos planos enamorados de todas las luces de Paris, los paseos por Monmartre y esa ironía típica de Allen, recomiendo vivamente el visionado de esta película que tenemos actualmente en cartelera y también, si puede ser antes, el texto que sobre ella escribió Francisco Machuca.
Reconozco como un error (y lo digo aquí para que quede constancia) que últimamente acudir a las salas de cine no está entre las actividades que ocupan la mayor parte de mi tiempo. De hecho, cada vez voy menos al cine y sé que es algo que debo remediar sobretodo teniendo en cuenta que es uno de los temas principales que se intenta abordar en este blog. Por eso hoy me he decidido a recordar la mejor de las últimas comedias divertidas que he visto en el cine: "Acordes y desacuerdos" de Woody Allen. En ella Allen realiza un claro homenaje a uno de mis músicos preferidos, Django Reindhardt, y en general a la música de jazz y el swing de los años treinta. Sean Penn encarna muy acertadamente (un papel genial) al guitarrista de jazz Emmet Ray, un excelente músico, todo un genio, que en la materia solo es superado por su idolatrado Django Reinhardt. Él mismo se considera "el segundo mejor guitarrista de todo el mundo". Pero al bajar del escenario Emmet pierde todo el encanto y se convierte en un adicto al alcohol, al juego y a las mujeres que, además, pasa las horas de la madrugada disparando con su revólver a las ratas de su barrio con las que, de alguna manera, se identifica. Emmet conoce realmente sus grandes aptitudes para alcanzar la cima, como su ídolo belga, pero su facilidad para caer en los peores enredos, su ludopatía y su incipiente alcoholismo terminan por quebrar su carrera musical. Aparentemente trágica esta película se convierte en una comedia socarrona con el humor típico de Allen (que aparece como narrador) flotando siempre en el ambiente y todo esto con el telón de fondo del mejor swing de los años treinta. Quizá por esta música yo guardo aún mejor recuerdo de ella. "Acordes y desacuerdos" también es un homenaje al cine mudo en el papel de Hattie (Samantha Morton), una chica muda que basa su intepretación, según el propio Allen, en el actor Harpo Marx. Emmet se enamorará perdidamente de Hattie con la que mantendrá una difícil relación.
Woody Allen recupera con "Sweet and lowdown" la tradición de "Zelig" en la que crea personajes supuestamente reales para desarrollar después una vida que va cambiando según quién la cuenta. Así, varios supuestos "entendidos" del jazz nos irán contando, bajo su punto de vista, las peripecias del guitarrista Emmet Ray creando situaciones completamente opuestas según el narrador. También me gustaría destacar el papel de Uma Thurman como la voluptuosa Blanche, aunque creo que el premio de esta película se lo tendría que haber llevado Sean Penn por su magfnífica actuación. No obstante en 1999 el premio al mejor actor fue para Kevin Spacey en "American beauty", así que Penn lo tenía muy difícil.
Ahora les dejo con un video de Sean Penn (Emmet Ray) interpretando la estupenda "I'll see you in my dreams", de Isham Jones y Gus Kahn
Por cierto que ya está en la calle el nuevo número de Cineuá que repasa el año 2010 cinematográficamente con el siguiente contenido:
Cine francés 2010: Parlez-vous français?, por David Tejero Cineuá Top Ten 2010, por VV.AA. Don Nadie, por Nicolás Ruiz El hombre es un zombie para el hombre, por Vicente Rodrigo Film Socialisme: la revolución en la era informática, por Vicente Rodrigo Monográfico Peter Weir, por Nicolás Ruiz Realidades circenses, por Daniel De La Cuesta Rumores y mentiras: vida inteligente en el cine teen, por Nacho Villalba Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas: el cine y sus revelaciones, por Nacho Villalba Up in the air: alienación 2.0, por Julio C. Piñeiro