Noches largas de ojos vacuos. Lluvia caliente sobre tu espalda nacida de tu cuerpo, resbalando por tu piel; bendita anatomía, sin embargo, de una noche fugaz.
He visto a Ava Gardner en el cine de mi barrio y juro que, aunque estoy en el siglo XXI, no lo he soñado. Su voz, su mirada, sus labios-luz de neón y su manera de caminar resultaron igual de inalcanzables hoy que ayer. He visto a Ava Gardner en el cine de mi barrio y esta vez, fuiste tú.
Ahora que la luna se diluye de igual manera que mi hielo en tu boca (tundra helada ante el infierno) quisiera probar a empaparme de ti, pero es imposible pues siempre se sentará el vacío en la butaca de al lado.
Y una vez más me acomodaré, en la soledad incógnita y tranquila, para comprobar con una lágrima de ron que el alcohol y el olvido son agua y aceite. La solución, de momento, es hacer de la escritura una pintura abstracta aproximada que te hable por todo aquello que mi voz nunca se atrevió a confesar.
The Killers (Robert Siodmak. 1946) es una de las películas que goza de mejor galería fotográfica. Es una auténtica delicia visual. Disfrutemos.
En esta ocasión, la tercera sesión del segundo ciclo de"Libros fimados", organizado por Alfredo Moreno y la Asociación Aragonesa de Escritores nos presenta "The killers" ("Forajidos"), la película que Robert Siodmak dirigió en 1946 con Ava Gardenr y Burt Lancaster. Jorge Cortés nos hablará del relato de Ernest Hemingway sobre la que se basa la obra de Siodmak y presentará Miguel Ángel Yusta. La proyección y el coloquio tendrán lugar, como siempre, en la FNAC Plaza España, a partir de las 18:00. Nos vemos!
Soy consciente amigos bloggeros de que al dedicarme al mundo del cine raramente deposito mi confianza en una película de finales de siglo XX y menos aún del siglo XXI. No obstante de vez en cuando suceden inesperadas sorpresas que le hacen a uno sonreír, recobrar la confianza y encontrarse en definitiva mucho mejor que ayer en el instante de irse a dormir. Nunca es tarde para dejarse convencer y volver a soñar con un mundo irreal más parecido al que nos gustaría vivir, ese planeta donde se pudiera recuperar el pasado que nos quedó pendiente en el tintero, pendiente de arreglar, ese pasado que en la realidad ya no existe. Al ver esta película, al fin bien traducida en su título español, debemos entender que se trata de algo mágico, realmente irreal y hay que estar predispuesto a mirarla con los mismos ojos que vimos "Retrato de Jennie", "El fantasma y la señora Miur", "¡Qué bello es vivir!" o "Horizontes perdidos". Se trata de creer, creer que la muerte no es muerte sino un pasaje a otra clase de existencia, creer en los sueños y luchar por ellos. "Campo de sueños" es un bálsamo en el que se nos ofrece una eternidad distinta a la que nos explicaron en el colegio, una eternidad que reside en los sueños, que aquí no parecen tan intangibles. Luchar por esos sueños precisamente es lo que hace Ray Kinsella (Kevin Costner), un padre de familia que vive con su mujer y su hija en una tranquila choza de Iowa donde cuida de una importante plantación de maíz. Un día cualquiera este sencillo granjero recibirá una señal, una voz que interrumpe la recogida de la siembra en una apacible tarde de verano. Esa voz, de la que se desconoce la procedencia, le dice que debe construir en mitad ("Si lo construyes, vendrá") de su plantación un campo de béisbol para "aliviar su dolor". Parece ridículo que un hombre deba destruir la mitad de su fuente de ingresos para llevar a cabo una empresa tan incoherente pero, después de todo, esa voz bien pudiera venir de su interior y bien pudiera tratarse de cumplir un sueño. Así Ray construye un campo donde rápidamente comienzan a suceder fenómenos muy extraños. La primera señal sucede en una tranquila noche de verano de un domingo cualquiera. Cuando el sol se ha ocultado tras la última montaña los focos del campo de béisbol iluminan a Joe "El descalzo" Jackson (Ray Liotta), un antiguo jugador que no pudo llegar a completar su sueño y fue retirado de la liga de béisbol. Pero Joe "el descalzo" aparece en ese campo, joven, con toda su vida por delante. La voz misteriosa vuelve a aparecer y va guiando a Ray por todo el país en busca de todo el mundo que tenga pendiente un sueño por cumplir. Así conoce en Indiana a Terence Mann (James Earl Jones), un famoso escritor que ha perdido la fe en todo lo que escribía. Ray convence a Terence para que le acompañe en busca de Moonlight Grahame (Burt Lancaster), otro jugador retirado que por la mala suerte del destino nunca llegó a batear y convertido después en un respetado doctor. Así, atando cabos, finalmente Ray Kingsella llega a comprender porqué tuvo que construir el campo. No fue por Moonlight Grahame ni por Joe Jackson. Tampoco fue por Terence Mann. Tan sólo fue por él mismo y por su padre al que perdió demasiado pronto como para demostrarle lo que hoy le echa de menos. El papel interpretado por James Earl Jones es genial, no menos que el desempeñado por Ray Liotta. Pero si hay un papel emocionante, que llega al corazón, es el de Burt Lancaster como Doc "moonlight" Grahame. Es un papel escueto pero digno de un Oscar. Kevin Costner hace un gran papel protagonista y, lo más difícil de todo, hace que te lo creas. "Campo de sueños" ("Field of dreams") es una joyita escondida a finales de los años ochenta. No comprendo cómo una película sobre béisbol me puede gustar tanto sin tener ni idea de béisbol. Es como si yo hiciera una película en la que construyo una nueva Romareda en mi casa para que vuelva a jugar Nayim con el paquete Higuera... Pero probablemente me gusta tanto esta película porque, en el fondo, no trata sólo de béisbol. Trailer:
En el interior de las cuatro paredes de un lujoso Hotel decorado a la manera antigüa se desarrollan las diferentes vidas de varios huéspedes que suelen coincidir a la hora de comer o cenar en el Gran salón. Cuando se cuenta con el talento de todas las estrellas que aquí coinciden el trabajo realizado por el director Delbert Mann se debe de convertir en un juego de niños maravilloso. David Niven fue premiado con el Oscar al mejor actor por su papel en la piel del Mayor Pollack, un militar retirado con una gloriosa hoja de servicios que teme por su pasado, una turbulenta historia que no debe salir a la luz. El Mayor Pollack busca algo de afecto en los bondadosos ojos de Sybill, una tímida huésped del hotel que vive dominada por la vigilante imágen de su madre y que protagoniza a la perfección Deborah Kerr. La atracción es mútua y quizá más intelectual y espiritual que física por el gran interés y admiración que el Mayor porvoca en la muchacha. Una muchacha solitaria de vida mediocre encuentra fascinación en un hombre que ha recorrido medio mundo con historias y aventuras de película. Al mismo tiempo que se nos ofrece esta historia también se desarrolla el mundo de los demás personajes. Burt Lancaster es John Malcolm, un hombre atormentado por una mujer fatal (su exmujer) que busca tranquilidad y soledad, busca recuperarse tras su adicción al alcohol entre las paredes del hotel. Pero un malogrado día aparece "Ella" para volver a enturbiar su mente. "Ella", cómo no, es Rita Hayworth y como siempre se le da genial el papel gildístico. Esta relación de amor-odio discurre a bofetadas y rayos de tormenta durante toda la película. Una relación destructiva que se desarrolla ante la resignada mirada de la dueña del hotel que, a su vez, mantiene una relación secreta con John. El papel de la dueña de Pat Cooper, la dueña del hotel, lo interpreta Wendy Hiller y le valió para ganarse un Oscar a la mejor actriz de reparto. El reparto se completa con el siempre correcto Rod Taylor, Gladys Cooper (en el papel de madre dominante), Cathleen Nesbitt, Felix Aylmer, Audrey Dalton, May Hallatt y Priscilla Morgan. Es una película maravillosa, llena de encanto desde el principio hasta el final y llena de actuaciones asombrosas de esas que te dejan clavado en el sofá deseando que nunca acabe la película. Burt Lancaster está perfecto en su papel de hombre atormentado. Rita Hayworth, como siempre... porque siempre le fue bien en este papel de mujer fatal. Gladys Cooper se hubiera merecido un Oscar en su papel de madre dominante que finalmente es vengativa al descubrir la historia oculta del Mayor Pollack. La escena final es estupenda, histórica, cuando el Mayor Pollack decide hacer frente a la realidad y quedarse definitivamente en el hotel a pesar de que su historia haya salido a la luz. El motivo para quedarse es simple y está en esa muchacha que, al parecer, ha defraudado pero para la que sigue siendo un modelo fundamental y una pieza básica en su vida. Cuando el Mayor Pollack atraviesa tímidamente y avergonzado el salón para sentarse a comer vemos a un David Niven insuperable. Es emocionante ver cómo todos los huéspedes, que conocen la historia, lo reciben amablemente dándole esa segunda oportunidad a la que todo el mundo tiene derecho. También es emocionante ver cómo la muchacha Sybill termina por superar la dominación de su madre gracias al Mayor Pollack. La escena del comienzo de la película, con una cámara introduciéndonos por la ventana al interior del hotel, es la misma escena con la que finaliza pero al revés. En definitiva creo que esta película es otra obra de arte y una gran muestra del actorazo que fue David Niven.