domingo, 17 de mayo de 2009

Historias desde El Callejón que me llevan al Revólver.


Pues sí, era madrugada anoche y a nadie le importaba. Era sábado noche y a mi me dio exactamente igual. Yo sólo sabía que regresaba a casa de un bautizo. Ayer bautizaron a la niña de unos buenos amigos míos que conocí en el Instituto... hace ya unos catorce años. La niña es preciosa, despertando nueva a la vida con esos ojazos claros y brillantes. Se llama Paola y mis amigos me recordaron durante toda la noche que a ver cuándo me animaba, que a mi ya se me estaba pasando el arroz... ¡qué exagerados!. Así que de trayecto a mi casa fui pensando en "mis cosas" que nunca son sólo mías sino también de ella... aunque ella no lo sepa. Miré el reloj, me medí el grado de alcohol y saqué como resultado que todavía era pronto para marcharme a casa. Aquélla tarde todas las veces que cogí en brazos a la niña Paola estaba deseándole que al crecer no cometiera los mismos errores que he cometido yo y, también, que se permitiera ser feliz de vez en cuando. Si no te permites ser feliz, de vez en cuando, puedes perder la costumbre y ya nunca volverás a serlo. Así que mis pasos me dirigieron a mi guarida favorita llamada "Callejón de la música". Pasé entre la gente y llegué a mi hogar convertido en barra de bar. Pedí un martini blanco y la camarera me respondió con ironía: "¿Le pongo aceituna Sr. Bond?... como vienes con traje... tendrá que ser agitado no revuelto ¿no?".. Después de la gracia, le dije que se dejara de aceitunas y que exprimiera algo de limón y le añadiera unas gotitas de ginebra. Poco a poco noté que Pedro me miraba de arriba a abajo como diciendo "¿qué hace este con traje?". Después se sentó a mi lado, se autoinvitó a algún chupito y estuvimos hablando. Al avanzar la madrugada noté que siempre avanza despiadada cuando ella no está y se pasa sin darte cuenta. Pero hay madrugadas que se pasan lentas, como si el reloj no avanzara, siempre que estás esperando a quedarte a solas con ella, o cuando estás de servicio nocturno. Debían de ser las cuatro y media de la madrugada cuando llegué a casa y, antes de dormir, escuché esta canción que pertenece al último disco de Revólver y se titula "Hay besos". Carlos Goñi, que ha hecho un gran disco, dice: "Hay besos que se dan tan por costumbre que al final ya no se sabe si son costumbre o son besos. Pero los que tú me das son besos y sólo besos porque aunque tú no lo sepas te los robo cuando quiero". Es preciosa la canción... preciosa para dedicar a esos besos que no consigues olvidar. Hay que dedicarla aunque sus besos ya no los consigas robar. Extraída de un acústico en el FNAC de Barcelona. Me encanta la presentación donde Carlos dice que lleva 47 años en primero de fe y no consigue aprobar. Yo ya llevo 27, Carlos... casi 28... y estoy para septiembre.

4 comentarios:

Vivian dijo...

Me encanta tu capacidad para transmitir estados de ánimo a través de las palabras.
Un placer leer este relato, interesante la canción.

Un beso

Diana_Guerrero dijo...

Me encanto, te imagino en todo lo que dices, en el bar, con tu traje, pensando en tus cosas. Es verdad todo lo que dices, es necesario permitirse ser feliz, no dejar que la vida se vuelva costumbre, amar, besar, escribir, vivir....me encanto....
Besos

PS: voy a buscar la canción...

Anónimo dijo...

Partamos de una verdad innegable: eso llamado felicidad no existe. No hay nada más que efímeros estados de ánimo que nos recuerdan a ella, a ese algo que no es más que un concepto inventado, una utopía íntima. Pero, aun así, tendemos a pensar que la felicidad radica en lo que nos falta, y ese es el error. De la misma manera que para ser premiado con la lotería hay que comprar el décimo, la felicidad parte de uno mismo. Si no, se convierte en mero ideal vacío, en postal, en apariencia, en humo imposible de solidificar.
Saludos.

Marcos Callau dijo...

Muy bueno 39escalones, y muy cierto. "Humo imposible de solidificar"... yo no lo hubiera explicado mejor.