miércoles, 25 de noviembre de 2009

Yo Confieso (Alfred Hitchcock. 1953)



Últimamente sé que las entradas se han sucedido demasiado rápido pero ayer volví a ver "Yo confieso" y no puedo evitar hablar de ella.
Un hombre que no se puede deshacer del pasado, tan pesado que le hace caminar encorvado, con un gran secreto que ocultar y sin un futuro claro al que mirar es un hombre apesadumbrado. Si algún día alguien se siente así es mejor que le de un repaso a la joya de Alfred Hitchcock "Yo confieso". Después de verla se sentirá mejor. ¡Qué bien le sentaba el blanco y negro a Alfred Hitchcock!. Aprovechaba al máximo sus posibilidades y oscurecía aún más, si cabe, lo más negro de su cine. He de admitir que lo eché de menos cuando Hitchcock pasó al color. En "Yo confieso" estamos ante una de sus películas más negras, con guiños inconfundibles al expresionismo alemán y con un derroche de técnica a la hora de recrearse en los planos perfectos difícil de alcanzar. Hitchcock lo hace. Hace lo complicado tremendamente sencillo. Enseña en cada plano lo que tiene que enseñar, contando perfectamente la historia y dándose un gusto en los geniales primeros planos que sacan todo el partido a las capacidades intepretativas de Montgomery Clift. La historia siempre bañada por una música majestuosa y enredada de Dimitri Tiomkin. Con éste película estamos ante otra obra de arte del genio británico y una historia que aún hoy en día sigue agobiando e intrigando al espectador tan efectivamente como en los años cincuenta. Como ya sabremos se nos cuenta la historia del padre Logan que recibe una confesión de un trabajador de su rectoría, exiliado alemán, llamado Otto Keller. La confesión versa sobre su culpabilidad en el asesinato de un abogado llamado Villett. El sacerdote, que a su vez era chantajeado por el abogado asesinado, aparece como el presunto culpable del homicidio. La razón del chantaje era desvelar una presunta relación entre el padre Logan y una antigua novia suya (antes de ser sacerdote) que ahora está casada. El padre Logan no puede faltar al secreto de confesión por el que se rigen los sacerdotes. Más o menos la historia es ésta. Podría parecer anticuada pero Alfred Hitchcock hace que hoy en día siga siendo una obra de arte. La interpretación agustiosa y angustiada, sin histerismos, de Montgomery Clift es una de las más brillantes que recuerdo. Ann Baxter también realiza un buen papel como la amiga del sacerdote pero, eso sí, inferior al de Clift. El inspector Larrue, que lleva el escabroso asunto del asesinato de Villett, es interpretado majestuosamente por Karl Malden,un actor siempre correcto que aquí lo borda. La película nos regala imágenes inolvidables como el paso del Padre Logan bajo una escultura en sombra que representa la Pasión de Cristo. También inconfundibles huellas del expresionismo alemás, luces y sombras como ésta imágen:



Un regalo para la vista, para los cinéfilos y adictos a la intriga y al blanco y negro.

13 comentarios:

Francisco Ortiz dijo...

Adelanto su revisión gracias a tu entrada. Recuerdo al gran Monty y sus miradas que lo expresan todo, absolutamente todo. Y quiero volver a ver al Karl Malden de entonces, actor al que siempre le he tenido mucho aprecio. Y volver a recrearme con ese blanco y negro que tan bien describes con tus palabras blancas y apasionadas.

pepa mas gisbert dijo...

En una palabra todo HITCHCOCK.

Un abrazo

Marcos Callau dijo...

Gracias Francisco. Me alegro de adelantar la revisión. Recréate, merece la pena. Bueno, Alma...creo que tengo un problema contigo: mi contador de comentarios no cuenta tus comentarios. Espero que sea momentáneo.

Crowley dijo...

Una obra maestra más de Sir Alfred. Qué genio más genial (valga la redundancia)!!!
Saludos

Marcos Callau dijo...

Valga, valga Crowley...vaya si vale. Gracias.

Arvikis dijo...

Qué gran película, es que los actores y directores de esa época rompieron el molde.
Un saludo
Arvikis

Anónimo dijo...

Es una de las mejores plasmaciones de todo lo que Hitchcock aprendió cuando trabajó en la UFA alemana y conoció a Murnau o Wienne.
Por otro lado, Anne Baxter no le convencía en absoluto como intérprete y su papel se halla un poco devaluado. Sin embargo, la dimensión de la película crece exponencialmente cuando reparamos en un detalle: leamos con otros ojos las frases que pronuncia Otto Keller cuando actúa con su mujer alcanzan otro aire si nos fijamos en que el personaje de ella se llama como la mujer de Hitchcock: Alma.
Atentos, pues, a las palabras de Keller hacia su mujer: habla Sir Alfred.
Saludos.

Marcos Callau dijo...

Ya lo creo que rompieron el molde, Arvikis. Ya no se vuelven a hacer éste tipo de maravillas, gracias. Bueno, 39escalones, la verdad es que es una maravilla éste tipo de comentarios que haces. Son detalles de los que no tenía ni la más remota idea. Ahora reparo en que Alma también es el nombre de la mujer de Hitchcock. Todo encaja. "Yo no soportaba verla trabajar...". Muchas gracias por tus comentarios. Un placer.

Vivian dijo...

¡Qué bien le sentaba el blanco y negro a mi Monty!
Sin negar el mérito del maestro Hitchcock, que tan bien relatas en esta entrada, esta película no sería lo mismo sin Montgomery Clifft.

Una joya del cine, cien por cien recomendable.

Amaya dijo...

Muy apetecible, tomo nota (aunque no debo tener tanto tiempo como tú... siempre se puede sacar un poquito, para ver buen cine).
Montgomery Clift no lo tengo entre los actores más vistos pero, gracias a tí, espero cambiar de parecer (al contrario que con Hitchcock, claro).
Un saludo,

Marcos Callau dijo...

Cierto Vivian, gracias. Es uno de los actores que mejor transmiten las emociones con perfecta y pulcra economía gestual. Gracias Amaya. De Clift basta cn ver "De aquí a la eternidad" y ésta para darse cuenta que estámos ante uno de los más grandes.

Anónimo dijo...

Monty....

Esa cara en perpetuo sufrimiento. Un prodigio.

Feliz fin de semana.

Marcos Callau dijo...

Gracias, qué buena definición, Bogart. Igualmente, buen fin de semana también.