lunes, 10 de agosto de 2009

"Beyond a reasonable doubt" (Fritz Lang. 1956)


Si no habéis visto esta película no me leáis. Disfrutadla primero y después leed esto porque no quiero destripar el encanto de su final. Otra vez Fritz Lang, otra vez Dana Andrews y otra joya del cine clásico. "Dana Andrews es un hombre jugando con la justicia y cubriendo su apuesta con su propia vida". Así rezaba el eslógan publicitario del cartel de 1956 que daba a conocer al público la nueva película de Fritz Lang, resumiéndola perfectamente. Una película corta, que avanza como una ametralladora, con un ritmo tan trepidante que cuando llega al sorprendente final te ha sabido a poco y quieres más. Dura ochenta minutos pero parece media hora. Dana Andrews es un novelista empleado en el periódico del que es propietario su futuro suegro, Austin Spencer (Sidney Blackmer). Austin Spencer, dueño de la editorial, es un periodista militante en contra de la pena de muerte y para presionar y avanzar en sus pretensiones decide tender una trampa para que condenen a un inocente a la silla eléctrica por un asesinato que, en teoría, no ha cometido. El "hombre utilizado" será su novelista Garrett (Dana Andrews) que, de este modo, se juega su propia vida. Los dos traman muy bien el asunto documentándolo con fotografías y datos que luego podrán demostrar que Garrett es inocente y que la pena de muerte es un método injusto que debe ser suprimido. Las complicaciones llegan cuando, tras el fallo del jurado condenando a Garrett, Austin Spencer se mata en un accidente de tráfico y todas las pruebas se queman dentro del coche. Entonces la prometida de Garret e hija del dueño del periódico (Joan Fontaine) intenta por todos los medios demostrar su inocencia. La película te conduce entre la desconfianza de Susan Spencer (Joan Fontaine) ante su prometido y tu propia confianza ante el papel de inocente que nos representa maravillosamente Dana Andrews. Es un papel insólito el representado aquí por Dana ya que termina siendo el "villano" de la historia aunque, como esto sólo se adivina al final, Fritz Lang consigue engañar al espectador varias veces, de forma magistral, como si estuviera jugando con tu mente. Joan Fontaine realiza un buen papel pero parece que, desde "Rebeca", los años le cayeron encima como losas despiadadas. Esta película fue precedida de "Mientras Nueva York duerme" y forma un gran tándem del cine de Lang en el mundo del periodismo. Ayer fue la primera vez que vi esta película y me sorprendió de tal manera su final que creo que es de lo mejor que he visto últimamente. Por cierto, que hace poco han realizado un remake de esta película protagonizado por ese actor que sólo tiene de bueno su apellido (Michael Douglas). Apesta. Sólo se puede ver la original. Desde aquí haré un llamamiento: "NO A LOS REMAKE, NO A LOS BODRIOS REFRITOS". Millones de graicas a la persona que me dejó esta joya del gran cine.

4 comentarios:

pepa mas gisbert dijo...

Y es que sin ninguna duda (razonable o no) Fritz Lang sabía hacer las cosas.

Saludos

Amaya dijo...

Es verdad que junto a "Mientras Nueva York Duerme" forman una pareja perfecta en género, protagonista, director...
Me alegra haberla visto al igual que tú. De casualidad que entre tanta buena película hayamos llegado en poco tiempo a la misma...
Y, obviamente ciertos remakes deberían no salir a la luz.
Sigue dándonos lecciones de cine. Gracias.

ethan dijo...

No ha habido actor tan ambiguo como Dana Andrews (en el mejor sentido de la palabra). Cuando hace de "bueno", parece el "malo", y cuando hace de malo prácticamente es el mejor de los personajes.
Fritz Lang fue el que mejor supo sacarle provecho a esa personalidad dedicada a pasear siempre por la delgada línea que separa el bien del mal. Bueno, Otto Preminger también...
Saludos!

Marcos Callau dijo...

Es verdad, Alma, Fritz Lang fue insuperable con ese toque inconfundiblemente europeo. A ti, Amaya... en fin, gracia spor darme a conocer esta película. ¡Ya es difícil que yo no hubiera visto una de Dana Andrews!. Ethan, un gran comentario el tuyo sobre el gran Dana. Un buen y justo recuerdo el de Otto Preminger y su eterna "Laura".