"La mañana amaneció lluviosa enjuagando los recuerdos, la pena enjugando la mirada llorosa
La mañana se despertó serena limpiando con su llanto tu hermosura llorando lo que mi alma almacena
La mañana llovió con tu ternura distrayendo lágrimas de ausencia diluyendo en el café tu figura
Pero ya es Mañana sin tu presencia y Ayer en otoño fue olvidado cuando recuerdo en tu evanescencia que la mañana es Hoy sin pasado."
Las primeras luces de la mañana iluminaron unas pequeñas lágrimas brillantes que lloraba el cielo. Parecía una lluvia diferente, limpia y nada triste. Al contemplar la lluvia recordé la fotografía de Cary Grant que encabeza el texto. Siempre me ha encantado ésta fotografía en la que Cary parece ver otro sentido a la lluvia, muy lejos de la nostalgia del recuerdo. Hasta hoy no le había puesto palabras aunque lo había intentado en más de una ocasión. Hoy, al fin, he quedado más satisfecho del resultado final.
¡Cómo pasa el tiempo!. Hace muy poco que estábamos dando la bienvenida al otoño, al dorarse de los paisajes y a las hojas muertas y ahora no le quedan tan siquiera ni veinte días. El otoño se nos va, eso es lo que dice el gélido viento blanco del invierno que se aproxima a pasos agigantados cubriéndolo todo de una pureza que renueva y borra las viejas y perdidas pasiones. A mí me gustaría alargar su final, como el borracho en la barra del bar que espera alargar su último trago. Así que me parece bastante apropiado para éste tiempo volver a recordar la poesía hecha música, la balada del perdedor por excelencia. Frank Sinatra dijo que Tony Benett, Dean Martin y él eran los últimos tres supervivientes de esa rara tribu llamada "cantantes de bar". Esto es una breve muestra de lo que quería decir.
Frank Sinatra interpreta "one for my baby" mientras la niebla londinense cubre las últimas farolas en apagarse. Se revuelve por los callejones olvidados enrevesándose en los portales del recuerdo. Londres calla y Frank canta:
Letra traducida de ésta versión de "One for my baby": "Son las tres menos cuarto no hay nadie aquí excepto tú y yo Así que, sírvete algo Joe tengo una pequeña historia que pienso deberías conocer Estamos bebiendo, amigo mío por el final de un breve episodio Sirve una por mi chica y otra más para el camino
- Enciende el cigarrillo -
Conozco la rutina echa otra moneda en la máquina me siento un poco mal ¿no puedes poner algo de música sencilla y triste? Te podría contar un montón de cosas pero no resulta digno de caballeros Una por mi chica y otra más para el camino
Tú nunca lo has sabido pero, Buster, soy un tipo de poeta y tengo un montón de cosas que me gustaría decir Mmmm... si estoy tristón, por favor, escúchame hasta que lo haya soltado...
Bueno, esto es todo Y, Joe, se que empiezas a estar ansioso por cerrar Gracias por la cerveza espero no te importe que te soltara el rollo... Pero ésta angustia que albergo pronto debe ser sofocada o explotará Sirve una por mi chica y otra más para el camino Es largo, es largo... ¡Dios, es muy largo...!"
El clip de video está extraído del DVD de Frank Sinatra en directo desde Londres (1970) Sigamos disfrutando lo que queda de otoño.
Últimamente sé que las entradas se han sucedido demasiado rápido pero ayer volví a ver "Yo confieso" y no puedo evitar hablar de ella. Un hombre que no se puede deshacer del pasado, tan pesado que le hace caminar encorvado, con un gran secreto que ocultar y sin un futuro claro al que mirar es un hombre apesadumbrado. Si algún día alguien se siente así es mejor que le de un repaso a la joya de Alfred Hitchcock "Yo confieso". Después de verla se sentirá mejor. ¡Qué bien le sentaba el blanco y negro a Alfred Hitchcock!. Aprovechaba al máximo sus posibilidades y oscurecía aún más, si cabe, lo más negro de su cine. He de admitir que lo eché de menos cuando Hitchcock pasó al color. En "Yo confieso" estamos ante una de sus películas más negras, con guiños inconfundibles al expresionismo alemán y con un derroche de técnica a la hora de recrearse en los planos perfectos difícil de alcanzar. Hitchcock lo hace. Hace lo complicado tremendamente sencillo. Enseña en cada plano lo que tiene que enseñar, contando perfectamente la historia y dándose un gusto en los geniales primeros planos que sacan todo el partido a las capacidades intepretativas de Montgomery Clift. La historia siempre bañada por una música majestuosa y enredada de Dimitri Tiomkin. Con éste película estamos ante otra obra de arte del genio británico y una historia que aún hoy en día sigue agobiando e intrigando al espectador tan efectivamente como en los años cincuenta. Como ya sabremos se nos cuenta la historia del padre Logan que recibe una confesión de un trabajador de su rectoría, exiliado alemán, llamado Otto Keller. La confesión versa sobre su culpabilidad en el asesinato de un abogado llamado Villett. El sacerdote, que a su vez era chantajeado por el abogado asesinado, aparece como el presunto culpable del homicidio. La razón del chantaje era desvelar una presunta relación entre el padre Logan y una antigua novia suya (antes de ser sacerdote) que ahora está casada. El padre Logan no puede faltar al secreto de confesión por el que se rigen los sacerdotes. Más o menos la historia es ésta. Podría parecer anticuada pero Alfred Hitchcock hace que hoy en día siga siendo una obra de arte. La interpretación agustiosa y angustiada, sin histerismos, de Montgomery Clift es una de las más brillantes que recuerdo. Ann Baxter también realiza un buen papel como la amiga del sacerdote pero, eso sí, inferior al de Clift. El inspector Larrue, que lleva el escabroso asunto del asesinato de Villett, es interpretado majestuosamente por Karl Malden,un actor siempre correcto que aquí lo borda. La película nos regala imágenes inolvidables como el paso del Padre Logan bajo una escultura en sombra que representa la Pasión de Cristo. También inconfundibles huellas del expresionismo alemás, luces y sombras como ésta imágen:
Un regalo para la vista, para los cinéfilos y adictos a la intriga y al blanco y negro.
Aquí doy comienzo a un nuevo apartado dentro del mundo del cine en éste blog... y es que también hay que tener un pequeño rinconcito para reconocer y admirar esas pequeñas joyas que dieron de sí nuestro cine. Para empezar éste apartado con una sonrisa he elegido la última comedia española que he tenido el gusto de revisar: "Usted puede ser un asesino", del director zaragozano José María Forqué basado en una obra teatral de Alfonso Paso. El guión es muy sencillo y quizás inesperado en plena época franquista pues se nos cuenta la historia de dos maridos parisinos que, después de enviar a sus respectivas mujeres al campo, deciden correrse una juerguecilla con dos amigas a las que apodan "las prójimas". Todo se complica cuando el hermano de una de esas prójimas, que quería chantajear a uno de los maridos, es asesinado por equivocación. El planteamiento de la historia es genial y la comedia le arranca al espectador más de una risa (a mí, muchas). Pero yo creo que lo fundamental de que la fórmula funcione está en los cuatro grandes actores que llevan el peso de la historia. Uno es mi actor español favorito, quizás de todos los tiempos, y se llama Alberto Closas. La verdad es que casi todo el peso de la película recae sobre él. Alberto Closas en la comedia funcionaba de maravilla... y eso que casi nunca sonreía. Salvando las distancias creo que sería el Cary Grant español. El otro marido es el eterno compañero de Closas y recientemente desaparecido José Luis López Vázquez que hace, como siempre, un papel muy entrañable dejándose convencer y manejar todo el tiempo al antojo de Alberto Closas. Las mujeres, inmejorables. Por un lado tenemos a una guapísima y muy graciosa Amaparo Soler que da el pego como francesa alocada a la perfección. Como pareja de José Luis López Vázquez está, una vez más, Julia Guitiérrez Caba en un papel de mujer misteriosa que borda casi hasta la perfección. El cóctel está salpicado muy acertadamente por la música jazzística de Augusto Algueró, aquí con tremenda influencia americana. Hasta la banda sonora es genial. El resultado una película con unos golpes de humor muy buenos, un cine inolvidable.
“El dulce y melancólico manto del otoño cubre ya con su abrazo el corazón de los solitarios que se revuelve en la tumba del desamor. Allí, donde encuentra su hogar la yedra enredada en el pasado, parece real el sueño olvidado y es entonces cuando hay que saber delimitar el quicio que separa a la pesadilla de la razón. Bailando en esa línea casi imperceptible y, en ocasiones, mezclada y diluida en alcohol se encuentran los infelices felices de serlo, de espíritu masoquista y sádico que buscan en el fondo de un vaso la luz del reflejo que les devuelva la mirada extrañada en forma de ilusión alcohólica. Esta es la breve pero eterna historia de uno de esos expertos bailarines.
Recuerdo que mi amigo Agustín solía contarme con todo lujo de detalles las horas que pasaba amando a su amor imposible en el oscuro rincón de un bar, en una solitaria pérgola de cualquier parque o en uno de esos lugares inusuales que sólo hayan los amantes fugados, hambrientos desesperados. Solía narrarme sus breves encuentros centrándose en la fugacidad del tiempo junto a ella, en su piel, y en lo que la echaba de menos cuando su barco partía desde la costa de la pasión hasta el océano del desengaño que, en su tempestad, siempre devoraba a las embarcaciones más débiles.
“Su ausencia –decía- es como un suave dolor pasajero que nunca pasa…como un fuego fatuo”
Recuerdo que solían encontrarse en un bohemio y oscuro Café de sabor añejo, que estaba emplazado en una olvidada calle de la zona antigua de la ciudad donde los señores apuran su vida en un vaso de ron contando historias, unas vividas, otras muertas y las que más soñadas. Allí siempre compartían el cóctel favorito de Eva, el clásico quemadillo de ron ante el que pasaban horas besándose y esperando a que se enfriara la copa. En ese Café es el sitio donde preparan el mejor quemadillo de ron de toda la ciudad. Lo sirven deliberadamente ardiendo porque es la forma de servirlo y para que los clientes pasen un tiempo contemplando la belleza del humo de un cigarrillo enredándose en la luz tenue de una lamparita o apreciando las fotografías antiguas que decoran las paredes de éste histórico Café. Allí, Eva y Agustín solían gastar las horas de una tarde cualquiera de domingo hasta que algún duendecillo maléfico instalado en el destino de Agustín hizo que Eva encontrase a otra persona. Desde aquél momento Agustín ya nunca fue el mismo.
Ayer lo encontré en aquél mismo Café, sentado en la misma mesa que ocupaba junto a Eva, frente a una copa intacta de quemadillo de ron. Su mirada se perdía entre la cristalera empavonada de la puerta de entrada mientras su mano acariciaba la copa y su mente acariciaba los recuerdos. Me acerqué a él, lo saludé y comenzamos a charlar. Al saber que llevaba tres horas en la misma mesa y con la misma consumición le pregunté si esperaba algo. Entonces su mirada empañada de abril se encontró con la mía y me respondió que esperaba a que se enfriara. Yo acerqué mi mano a su copa y comprobé que estaba helada.
- No, amigo. La copa hace tiempo que se enfrió. Sólo estoy esperando a que se enfríen las huellas de los besos de Eva sobre mis labios ...
Yo pagué mi café y pedí un taxi que me llevara de vuelta al insulso mundo de la razón.
Es curioso como en otoño se puede recordar de forma tan real aquél despiadado abril. Es muy curioso como un recuerdo puede quemar más que un quemadillo de ron.”
Éste relato está inspirado en el histórico Café Trapalas de Zaragoza (C/ Mayor, 51). Aunque la fotografía de la recóndita barra de bar no es de ese establecimiento.
“La ciudad duerme Solos tú y yo en el mundo La ciudad eterna si me hundo en lo profundo de tus pupilas, mi eternidad En las mías, tu luz.”
Hoy:
“Regalo me hizo la vida que no supe aprovechar Sangré por mortal herida al querer recuperar mi partida ya perdida y no dejo de sangrar...”
Mañana:
“¿Qué es mañana? Sin ti, no es nada Hoy es mañana de un ayer mejor Mañana es futuro de la palabra olvidada mañana oscuro de la pasión ahogada.”
“Retrato otoñal”
“Pintor, sé que no puedes imitar a pesar de que seas un artista su sonrisa de brillante amatista pero intenta sus labios colorear
Un lienzo de otoño puedes pintar pues ya hace tiempo la perdí de vista ¿Cómo dibujarla sin una pista? ¿Cómo su ausencia vas a retratar?
Pinta una playa vacía de huellas atardecer de un rincón segoviano o un cielo difuminado de estrellas
Retrata la luz del sol sevillano la huella del último verano o la soledad del dolor insano
Pon luz de luna que escapa a mi mano o fragancia de las flores más bellas Dibuja el sonido del dulce piano
Plasma aquí la salitre de éste mar o el brillo de sus ojos al mirar Si pudieras todo eso expresar a mi amor entonces podrás dibujar.”
La historia del cine se ha visto entrelazada en numerosas ocasiones con el arte de la pintura, dos expresiones artísticas que indudablemente tienen mucho en común. Sin ir más lejos, la colaboración de Hitchcock con Dalí (Spellbound, 1945) fue un inmejorable ejemplo de lo que estoy hablando. Pero adentrándonos en el cine negro podemos encontrarnos con obras maestras que giran alrededor de determinadas obras pictóricas. El primer caso que me viene a la cabeza es "Portrait of Jennie" en el que William Dieterle nos sorprende con un final donde admiramos el retrato de Jennie en technicolor, cuando el espectador ha asistido a un film en blanco y negro. Otra película es "Laura". Aquí el protagonista teniente McPherson (Dana Andrews) se enamora perdidamente de Laura mediante un retrato que cuelga de la pared. Otros dos magníficos ejemplos los expuso Fritz Lang con "Sacarlet Street" y "Woman in the window", en el que Edward G. Robinson es un artista enamorado de una mujer fatal a la que retrata. En homenaje a todas esas obras maestras del cine donde coinciden las dos formas de expresión artística he querido redactar ésta entrada y permitirme escribir esos versos. La primera imágen es el retrato de Jennie. La segunda, es el retrato de Laura. Ésta útlima imágen pertenece a "Woman in the window" y vemos a Edward G. Robinson paseando por delante de un retrato que reclama toda su atención. Para terminar con un bonito broche, la colaboración de Salvador Dalí con Alfred Hitchcock en "Spellbound" (1945), diseñando el sueño de Gregory Peck.
Aquéllos tiempos en los que pasaba por la fugaz etapa de la adolescencia, una profesora de inglés nos encargó leer en ese idioma la novela de Daphne du Maurier "Rebecca". Fue el mejor trabajo que me encargaron en el instituto. La novela me encantó. Pero hoy estoy aquí para reconocer que el mejor paisaje para poner imágenes a las palabras de Du Maurier no estuvo en mi imaginación sino en la diestra mano del maestro británico del misterio, Alfred Hitchcock. En 1940 Hitchcock realizó su primera obra maestra en Estados Unidos contratado por David O. Selznick adaptando la novela de Daphne du Maurier con su inconfundible toque mágico. Escogió a Laurence Olivier para interpretar al adinerado viudo de Rebeca Maxim de Winter, un aristócrata que parece no haberse recuperado de la pérdida de su esposa. Maxim, pasando unas vacaciones en Montecarlo, conoce a la humilde criada de una gran dama de la sociedad, interpretada por Joan Fontaine, con la que termina casándose convirtiéndola en la segunda señora de Winter. La relación entre Laurence Olivier y Joan Fontaine durante el rodaje fue desastrosa ya que Olivier era partidario de que su esposa Vivien Leigh intepretara el papel. El ambiente creado por Hitchcock de la mansión de Manderley es extremadamente hechizante y siniestro convirtiéndolo a cada momento que transcurre en un panteón donde descansa el espíritu errante de Rebeca sobrevolando las vidas de la nueva pareja. Judith Anderson encarna magistralmente a la perturbada ama de llaves de la mansión, Sra. Danvers, que está enamorada y obsesionada del recuerdo de Rebeca y es contraria a la idea de que una nueva señora de Winter sea la dueña de la mansión. La señora Danvers representa la sombra de Rebecca convertida en ser humano. Una película inolvidable y magistral de sir Alfred Hitchcock. En las primeras fotografías vemos a Judith Anderson encarnando a la señora Danvers y a Joan Fontaine. En las fotografías del final vemos a Joan Fontaine con Laurence Olivier. La última foto corresponde al rodaje y vemos a Alfred Hitchcock con Joan Fontaine.
"Hoy me dictan las voces más modernas que en la poesía está prohibido rimar No es de extrañar, pues, parecer antiguo si yo intento éstas sílabas casar Así que, dejo la rima aparcada junto a un difunto, olvidado soneto y me convierto en Lorca viajando a Nueva York
- ¡Surrealismo, Federico, Surrealismo! -
Me empapo de Buñuel e intento imaginar cómo es por dentro el ojo de mi huracán ¿Por qué Salvador no dibuja mi salvación? ¿Por qué rima mis versos con la basura? Así, veo en una paloma mi guerra y en la paz, un abismo imposible tan lejano como el cielo de Nueva York
- ¡Surrealismo, Federico, Surrealismo! -
Pero pienso en Paris y pienso en tí... pienso en tí y pienso en rimar...
Pero si pienso en Paris desde éste bar se despierta mi alma realista condenada a la muerte del artista Su lejanía, yo no la puedo alcanzar
No me queda otra solución que rimar lo que de mi amor Nueva York dista y dejar mi corazón a la vista y otro verso de recuerdo emborronar
Yo apuesto que aquí ya no hay poesía que los lirios en otoño murieron como mis rimas en tu lejanía
Pero mis musas contigo se fueron para pasar de mi noche a tu día que ésta ciudad... de tu olvido la construyeron.
- ¡Realismo, Salvador, Realismo!"
Federico García Lorca seguía enamorado de Salvador Dalí cuando éste "despreció" su obra por ser demasiado realista. Lo que no sabía Dalí, probablemente, es que estaba dedicada a él...y si lo sabía le daba igual. En cualquier caso, Lorca viajó a Nueva York y escribió el surrealismo de "Poeta en Nueva York". Dalí seguía en Paris con Buñuel. Hoy en día, en la poesía, parece que no está de moda rimar...
Esta tarde rebusqué en un viejo armario que había en la habitación de mis abuelos. Allí enocontré tres EPs de vinilo de 45 revoluciones. El primero se titulaba "El día que me quieras", Carlos Gardel. Escuché el viejo y pequeño disco con rayones. Después escribí éste soneto:
"El día que me quieras dibujaré un cielo de un amargo bandoneón guiño azul neón de un triste acordeón El día que me quieras retrataré
El día que me quieras te enseñaré con la lágrima de un ronco saxofón con el tango de una amarga pasión que el día que me quieras te odiaré
Por todo lo que me has hecho sufrir éste poema llegué a componer esta llama que no se quiere consumir
Fuiste fiebre sin poderme reponer cielo azul que no se llegó a abrir El infierno que me quiso retener."
dedicado a Carlos Gardel, a mi abuelo (admirador de Gardel), en definitiva a todos nuestros abuelos que vivieron esa época y al Café "El día que me quieras" (C/La Paz, 10. Zaragoza)... donde te empecé a querer.
Para estos últimos besos de otoño en los labios del cercano invierno, un último poema (soneto alterado) que podría ser narrado...por ejemplo, por un árbol ... desnudo. "Huellas de tu pelo en otoño"
"Como se enreda el viento en los árboles despeinando sus hojas con furor mis dedos lo hicieron en tus albores liados en tu noche de mi amor
Como gimen, sollozan los ramajes gritos desesperados de dolor tu pelo es un suave y dulce quejido incomprensible al sonar su canción
Como cae al suelo la hoja dorada sin rozar tu cara empapada en sol así cae mi lágrima olvidada sin rozar tu maltrecho corazón
Hoja muerta de imborrable huella herido el árbol, desnudo sin tí Lágrima seca, el dolor hace mella herido de amor me enfrento a mi fin."
Acabo de regresar del Candy Warhol (C/ Bolonia, 28), de una maravillosa velada poética a cargo de Loli Bernal y José Antonio Conde. Para uno, que humildemente hace poquito se ha iniciado en el hábito de escribir poesía, ha sido todo un regalo de noche. Con José Antonio Conde repasamos su obra poética y su útlimo poeamario "El ángulo y la llaga". Como bien definió él mismo su poesía fueron como relámpagos en la noche del Candy, aforismos que nos dejaron a todos pensativos y maravillados con una sensación muy agradable de una noche tremendamente mágica. Lo de Loli Bernal fue para mí un gran descubrimiento. Sus versos nos acariciaron de manera suave, sensual y muy dulce a lo largo de la velada y sus poemas fueron presentados con una innata ironía que amenizaron la noche de forma muy natural. Vamos que fue una delicia con un ambiente muy propicio en el Candy Warhol donde antes y después del recital poético nos obsequiaron y deleitaron con la música de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. No pudo ser más apropiado. Mis felicitaciones al entorno, y a los dos poetas. Magnífico.
Podemos visitar el blog de la poetisa Loli Bernal: doberka.blogspot.com
Ahora que el invierno parace haberse adelantado en el pirineo, después de haber soportado una copiosa nevada en las inmediaciones de Astún, he vuelto a Zaragoza con ganas de ver una película de esas que me hagan sentir bien ante un café con leche calentito y no he podido elegir a otro que a Frank Capra. La película elegida es "Pocketful of miracles", "Un gángster para un milagro" para el público español. "Pocketfull of miracles" es la segunda versión que hizo Capra sobre el mismo tema después de rodar en 1933 "Lady for a day". Personalmente prefiero la película de 1961, quizás por los actores que la interpretan. Así en "Pocketful of miracles" estamos ante la comedia típica de Capra que, lejos de quedarse simplemente ahí, transciende el género de comedia para convertirse en un ejemplo aleccionador entrañable y emocionante de la correcta forma de ser y de lo importante que es ayudar al prójimo aun no recibiendo nada a cambio. En ésta película vemos al gángster Dave "el dandy" (inmenso Glenn Ford) que valiéndose de la Ley Seca para hacer negocio va ascendiendo a la cima donde le espera la conquista de la ciudad de Nueva York. Para tener suerte en los "negocios" Dave compra sus manzanas de la suerte a una pordiosera apodada Annie manzanas interpretada por la inmejorable Bette Davis. Justo cuando Dave "el dandy" va a cerrar el trato más importante no puede dar con la vieja Annie ni con sus manzanas y, sin su ayuda, se encuentra desnudo ante el negocio que le podría valer la ciudad de Nueva York. El caso es que Annie tiene una hija en España que está a punto de casarse con un conde y que supone que su madre es una alta figura de la aristocracia neoyorkina. Pero a Dave "el dandy" todo eso le da igual, lo único que quiere es su manzana de la suerte. Se la compra y la abandona. Pero, gracias a los consejos de su novia (Ann-Margret), Dave cambia de opinión y decide "hacer algo bueno" por una vez sin pensar en él mismo. Ayuda a "la vieja de las manzanas" convirtiéndola de un día para otro en toda una señora para no defraudar a su hija y que así pueda contraer matrimonio. La transformación de pordiosera en señora aristocrática es increíble sobretodo teniendo en cuenta la gran actuación de Bette Davis. Por otra parte, el papel de Glenn Ford como Dave "el dandy" es digno del Óscar al mejor actor. Glenn Ford tenía facilidad para la comedia y aquí lo demuestra con creces. Nunca he podido parar de reír ante la escena en que le explica todo el embrollo al comisario de la Policía de Nueva York. Peter Falk aporta toda esa inconfundible ironía de la que rodeaba a sus personajes y también está magistral. Como curiosidad hay que aportar que en la versión doblada en castellano el Conde Rómulo que se casará con la hija de Annie no es español sino italiano. Esto es un cambio provocado por la censura pues en la época de la película se habla de la República española e incluso podemos observar en una escena la bandera tricolor que se les pasó por alto a los censores. Política aparte creo que "Pocketful of miracles" es una obra maestra de la comedia con el sello inconfundible de Frank Capra. En la escena se ve la transformación de Annie manzanas en toda una señora:
La banda sonora de "Pocketful of miracles" no es interpretada en la película pero Frank Sinatra la cantó con Reprise Records el año que se estrenó el film.
Un actor inolvidable e irrepetible que aportó a todos sus personajes una ternura inusual y única. Desde "El pisito", pasando por su gran interpretación de "Atraco a las tres" o "La gran familia", hasta su cameo en "Cuéntame" y su última aparición en la gran pantalla con la entrañable y melancólica "¿Y tú quién eres?" fue siempre un "Grande". Siempre te recordaremos. Aquí como Galindo, "el jefe" de la operación en "Atraco a las tres":
Chris Rea es un virtuoso guitarrista especializado en la técnica de "silde guitar" que consiste en deslizar una nota a través de los trastes ayudado por un tubo metálico. Primitivamente los músicos de country o blues utilizaban anillos o cuellos de botella para conseguir ésta técnica que, según parece, nació en Hawaii. Además de estar especializado en ésta técnica, como compositor de canciones y letras Chris Rea no tiene nada que envidiarle a ningún otro guitarrista. Chris Rea nació en Middlesbroguh, Inglaterra, en 1951 y desde sus comienzos siempre antepuso la libertad de su música a los ingresos que le proporcionaría una gran discográfica. Esto nos da una pista para saber ante qué gran artista estamos al hablar de Rea. Su primer trabajo data de 1978 ("Whatever happened to Benny Santini?") pero en nuestro país desgraciadamente no fue demasiado conocido hasta su éxito de 1986 "On the beach". Hoy quiero hablarles de "Auberge", el doceavo disco de su carrera publicado y grabado en 1991. "Auberge" es un disco irresistible que nos habla de la libertad al que todo ser humano aspira y que, a veces, se consigue con algo tan fácil como viajara un lejano lugar. Por esto es un disco perfecto para escuchar en carretera, ante el volante de un coche o mientras se observan los raíles por los que se desliza un tren. "Auberge" no sólo es un compendio de varias clases de blues, es mucho más. A través de ese blues y del sonido de las distintas guitarras empleadas aquí (dobro, española, nylon, eléctrica, acústica...) Chris Rea nos transporta a paisajes lejanos e incluso a épocas distintas en, por ejemplo, "Sing a song of love to me" (una balada encantadora) nos parece estar en mitad de un paisaje medieval. Chris Rea interpreta en éste disco la guitarra eléctrica, la española, la acústica, el órgano hammond y la armónica. El disco está repleto de grandes canciones. Hay sitio para las baladas maravillosas como "Heaven", donde podemos disfrutar del sonido del dobro de Anthony Drennan (guitarrista que acompaña normalmente a Chris Rea) o la intimísima "Gone fishing". También hay lugar para el blues más rítmico en la porpia "Auberge" o "Red shoes". En éste disco se incluye la joya "Winter song", una canción que va aumentando de ritmo a medida que avanza para terminar con un excelente solo de guitarra de Rea. Mención especial requiere "The mention of your name", que es la canción que cierra el disco. Aquí se puede disfrutar de la voz grave de Chris Rea en ausencia de ritmo con un fondo maravilloso de cuerda y piano. Un disco más que recomendable para otoño pero para disfrutar en cualquier época. Ahora "The mention of your name":
En paraquetuloentiendas.blogspot.com podemos ver "Winter song", traducida. Muy recomendable para ésta época.