lunes, 15 de agosto de 2011

Bajo la lluvia (Relato)

Estatua-fuente en el Paseo de la Constitución de Zaragoza a la que le dediqué este relato

Esta ciudad donde nací no tiene mar y tampoco tiene puerto, sin embargo aquí todos somos marinos expertos; veleros que se pierden en un océano incierto para encallar en inciertas pasiones, ansiones que mueren en ese mar muerto. Algunos son poetas olvidados, otros son profetas exiliados y los que más intentamos pasar abandonados y desapercibidos dejándonos llevar por la corriente. Yo siempre fui barquita a la deriva hasta que una noche estalló una amarga tempestad que me quiso extraviar. Recuerdo un día gris en que el cierzo se detuvo por cortesía para dejar a las plomizas nubes descargar su mortal lluvia de plomo. Yo paseaba con mi chica por la Calle Alfonso cuando estalló la tormenta en su mirada, ese océano que hasta entonces había guiado mi travesía. En ese momento saqué un paraguas del bolsillo bajo el que nos resguardamos pero entonces ella olvidó proteger mi endeble corazón mientras sus frías olas brotaban de su boca y golpeaban sin remedio los arrecifes de sus labios. Así, bajo el paraguas y habiendo llegado al buen puerto de su barrio, me dio lo que ella bautizó “el último beso”. Salió de debajo del paraguas y se desvaneció en la cortina de humo de los coches, de los recuerdos y la lluvia. No recuerdo demasiado del resto de aquella lluviosa noche. Aunque la busqué no encontré luna alguna en el negro satén de la madrugada, tan sólo relucía en el recuerdo de sus pupilas. Recuerdo una botella, una última canción y una barra de bar que hacía las veces de astillero para barcos borrachos como yo. Tambaleándome volví a zarpar por el océano nocturno hacia el negro río que en su murmullo indiscreto parecía cantar su nombre y, como quien busca un lugar para descansar, recuerdo que navegué hacia la otra orilla. Entre las destartaladas casas del arrabal creí encontrarme perdido en ciudad extraña pero fue allí donde en esta misma ciudad de exiliados profetas y olvidados poetas decidí ser un descarriado escultor, forjador de sueños en lugar de palabras. Allí, clavado en mitad de la noche más aciaga, ví brillar la torre de La Seo como un faro en medio del caótico océano y su luz me guió en el viaje de vuelta a casa. A partir de entonces no esculpí nada bueno ni digno de rescatar aquí hasta que un buen día, recordando aquél último diluvio, se me ocurrió representar a dos amantes caminando abrazados bajo un paraguas resguardándose de sus propios peligros. Hoy mi obra está emplazada en un destacado lugar del Paseo de la Constitución y así, cada vez que mi amada lo vea, sabrá que aquél último beso nunca existió; comprenderá que no tengo cincel para esculpir un último momento con ella, que la lluvia borró esa penúltima tormenta que asomó a nuestros labios.

Este relato fue publicado por primera vez en La Biblioteca de Babel y está incluido en Jazzmen (Cartonerita Niña Bonita 2011)

21 comentarios:

Pepe Cahiers dijo...

Prosa poética de gran belleza y profunda melancolia.

Fernando dijo...

Marcos, amigo: un relato hermoso, tan bien escrito que se debe leer sin transición desde la primera hasta la última palabra. ¡Cuántas cosas te pueden suceder en tu fantástica ciudad, y con qué maestría dibujas las situaciones! Un fuerte abrazo.

Clementine dijo...

Qué maravilla de relato, Marcos. Vaya historia y qué bien contada. Precioso. Besos.

Marcos Callau dijo...

Me alegra tu punto de vista Sr. Cahiers. Creo que la prosa poética también tiene su encanto. Un abrazo.

Amigo Fernando, creo que que cada ciudad guarda para nosotros un rincón para la nostalgia. No solo París es una gran metáfora. Un fuerte abrazo.

Hola Clementine. La excusa de inventar una historia para una estatua. Mil gracias. Besos.

Marisa dijo...

No hay mar en tu ciudad
pero la recorren
las fértiles aguas
del Ebro.
Has hecho una preciosa
prosa para los amantes
de la plaza de la Constitución.

Un beso

Myra dijo...

Hola, Marcos. Precioso relato el que te ha inspirado esa estatua tan romántica. Tu imaginación rebosa sensibilidad. Me ha encantado.

Un beso

Princesa115 dijo...

Precioso relato y con mucho matiz de sensibilidad.
Bonito homenaje le dedicas a esa estatua que rezuma romanticismo.
No hay cincel para esculpir el último momento vivido con ella...magnífico.
Te felicito Marcos

Un beso

Marcos Callau dijo...

Las aguas del Ebro...es cierto, Marisa. Creo que es Zaragozafilia. Besos.

Cualquiera que se dedique a contemplar esta preciosa estatua-fuente que preside el Paseo desde 1973, Myra, a buen seguro se sentirá inspirada por ella. Muchas gracias. Besos.

Quizá sea el relato más sentimental de "Jazzmen" aunque todos se acercan al romanticismo. Besos Princesa.

roberto dijo...

Una de las joyas de Jazzmen. Muy hermoso.

Laura Caro Pardo dijo...

Qué bonito relato.
Lalluvia y el amor siempre hacen buena pareja y el hilo de tus palabras las convierte en una confección de lujo.
Felicidades, Marcos.
Un abrazo inmenso.

miquel zueras dijo...

Genial, Marcos. Me gustan siempre tus relatos porque sabes combinar el lenguaje narrativo con el poético de manera inigualable.
Una consulta: ayer hablaba con un amigo sobre la película "El gran halcón", hay una escena en que Bruce Willis y Dani Aiello calculan el tiempo que tienen para abrir una caja fuerte que es el mismo de una canción de Sinatra ¿Era "The Lady is a Tramp" la que cantan a duo? No nos pusimos de acuerdo. Abrazos. Borgo.

Licantropunk dijo...

Realmente bueno, felicidades. Aunque ¿cuánto hay de ficción y cuánto de memoria en tu relato? Eso queda para el autor, por supuesto.
Saludos.

Marcos Callau dijo...

Gracias Roberto, me alegró mucho que te gustara. Un abrazo.

Mil gracias Laura. Siempre están juntos de alguna manera, el amor y la lluvia. Casalanca, la estación de París, una nota de despedida, las gotas de lluvia borrando la tinta de unas palabras que permanecen en el recuerdo. Besos.

Hola Miquel. La canción que suena en esa película es "Swingin' on a star" que, por cierto, hizo famosa Bing Crosby en la película "Going my way" (Leo McCarey. 1944) Esta maravillosa canción swing la grabó Sinatra en su LP titulado "Sinatra sings Moon river and other Academy Award Winning songs" de 1964. Su versión es excepcional. Esta canción se utilizó posteriormente, versionada nuevamente por un imitador, para una serie televisiva titulada en España "De otro mundo" que narraba laa historia de una extraterrestre que tenía la particularidad de poder detener el tiempo al juntar los dedos. Gracias Miquel. Un abrazo.

Hola Licantropunk., Ciertamente la memoria siempre acaba trtaicionando. Un abrazo.

MucipA dijo...

A mí también me ha pasado que parecía que estaba leyendo poesía y he sido capaz de imaginar a esas dos estatuas dándose un beso bajo la lluvia, aunque la tormenta se empeñe en borrarlo.

Un abrazo.

Marcos Callau dijo...

Lamentablemente esas estatuas nunca llegan a moverse, Mucipa. Muchas gracias por pasar. Besos.

♥ ♣ ֵֶєρσ¢ค ∂σяค∂คֵֶ♣ ♥ dijo...

Hermosa historia de amor bajo ese torrencial que quedó colgando en el pasado. Leerlo me ha recordado a las escenas finales de desayuno con diamantes, sólo que en este caso, creo que no llevaban paraguas..¿o si? ¿te puedes creer que ahora que hago memoria no me acuerdo? jejeje...
Cuando vaya a Zaragoza y vea cada rincón, cada esquina, cada estatua...anda que no me voy a acordar nada de El Sueño Eterno jeje.
Precioso relato Marcos, es fantástico...
Golden kiss for you!!

Marcos Callau dijo...

Espero que así sea, Época y si vienes por Zaragoza, avísame. En "Desayuno con diamantes" no llevan paraguas porque a Audrey se le tiene que llenar el rostro de agua buscando al gatito. Y George Peppard también queda bastante calado, la verdad. Besos.

El Tirador Solitario dijo...

Que bien mezclado ese paisaje con los sentimientos, y es que en esos poemas y relatos, tu ciudad y contornos, es un personaje más, y no precisamente el menos importante...

Marcos Callau dijo...

No precisamente, pues la ciudad inspira siempre las historias. Graicas Tirador. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Precisamente tengo una reproducción de esta escultura en mi oficina. Te podría contar algunas anécdotas que nos han pasado con esta pareja, pero es tan bonito tu relato, que mejor no lo estropeo con tonterías. ;-)

Un beso.

Ana

Marcos Callau dijo...

Pues ya me gustaría, Ana, que lo comentaras. Y también me gustaría ver esa figura que tienes. Ya debe ser difícil encontrarla aunque, supongo, que será artesanal. Millones de gracias por todo. Espero que te haya gustado este relato y el resto de Jazzmen. Un beso.