Scribere
A las 3 de la tarde
la página en blanco,
una rosa que gime entre mis dedos,
es un reto, un desafío
que, al llegar la noche, irremisible
se amontona
en pétalos caídos
La escritora Eva Hinojosa intenta dar respuesta aquí a esa pregunta que tantas veces nos hacemos: ¿Por qué escribimos?
Por otro lado, el escritor chileno Pablo Gonz , en su blog, nombra el libro Cerdito de porcelana y otros microrrelatos de mi amigo y escritor Raúl Garcés y realiza una breve reseña.
Otro tema. Recientemente he adquirido el libro de relatos titulado Gabriel y el Guadarrama (Ed. Norma-Capitel. 2011) del escritor Fernando Jiménez-Ontiveros Solís Como ya nos habia acostumbrado en su blog, Fernando nos invita al universo de Gabriel, a sus paseos por los campos del Guadarrama, su relación con el paisaje, a sus cafés en el Café de Don Emilio, a sus experiencias, profundas meditaciones (siempre ligadas a la poética y la literatura) y a los encuentros que mantiene con distintos personajes que visitan su pueblo o a los que él visita en esos días de paseos interminables. La lectura de este libro de relatos es un remanso de paz, un libro de cabecera imprescindible y un reencuentro para el caminante ávido de buenas historias. Dedico a mi amigo Fernando y a su personaje Gabriel este modestísimo poema:
Café don Emilio
En las bellas tierras del Guadarrama
y en los versos inagotables de Gabriel
reside el ritmo exacto
que define el silencio de una nevada,
la paz al despertar la primavera,
el sosiego en un primer rayo de sol estival,
o la cadencia de una hoja arrastrada
que olvida, ya dorada,
recordar los días de abril.
Yo estuve allí tan solo una vez
pero he visitado esta tierra
en incontables ocasiones,
viajando de la mano
por poemas inolvidables
o leyendo servilletas arrugadas
en el Café de don Emilio.
Sin embargo, es ahora cuando puedo asegurar
que no debo esperar más
para regresar.
Quiero volver allí,
volver a soñar
y perder la vista
por los campos, en los caminos
y en las velas replegadas
de un barco varado
que, sobre las rocas,
no puede alcanzar el río
ni soñar con el mar
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Fotografía del Alcázar de Segovia, una gélida mañana de noviembre. Fotografía de Amaya |